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n°304 agosto-septiembre 2004
Actualidad
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M.G.Blázquez / Redacción
Este año fue la ciudad de Sevilla la que sufrió
el primero de los apagones de importancia du-
rante la que se acabó conociendo como la pri-
mera "ola de calor" del verano, en el mes de
junio, aunque oficialmente no fue reconocida
como tal. Las palabras de políticos y gestores
de empresas de distribución eléctrica buscaron
con rapidez los micrófonos de radios y televi-
siones para echar la culpa al otro. Al final, el
culpable era el ciudadano por consumir mu-
cho. Que se consume demasiado y mal es evi-
dente pero es justo a lo que políticos al uso y
gestores empresariales están de continuo inci-
tando. Incluso al derroche, que con más con-
sumo más se gana. Las empresas eléctricas y
los políticos que les sirven siempre acaban en
la misma conclusión: si tanto se demanda, más
habrá que darles, por lo que, argumentando
que son incompletos los medios de producción
existentes, es necesario construir más, sin des-
cartar el incremento de centrales nucleares para
la producción de energía eléctrica.
En el Estado español, la mayor demanda de
energía sigue siendo en el invierno, cuando
también se producen apagones generalizados en
determinadas zonas, incluso en aquellas que
son productoras o excedentarias en la genera-
ción eléctrica. Es por ello que organizaciones
como Ecologistas en Acción opinan que "no es
cierto que exista un problema de falta de po-
tencia instalada en el sistema peninsular". Se-
gún esta organización, la máxima potencia
histórica demandada se produjo el pasado 1 de
marzo, al alcanzar los 38.200 MW, cifras a las
que no se llega todavía durante el verano. El
sistema eléctrico peninsular disponía a prime-
ros de 2004 de 47.362 MW de potencia en el
sistema convencional, mas 12.504 MW en el
conocido como régimen especial o de autopro-
ductores. "Potencia suficiente para atender la
demanda", dice Ecologistas, a pesar de las fuen-
tes energéticas en centrales hidráulicas o de
parques eólicos, que no garantizan la disposi-
ción en cualquier circunstancia, y de la vejez
de bastantes plantas de fuel-oil o nucleares.
Los apagones periódicos se deben, entonces,
a los fallos en la red de distribución y sumi-
nistro, en el caso de Sevilla, responsabilidad de
Sevillana-Endesa. La escasa inversión en la re-
novación de infraestructuras y las inversiones
especulativas de estas empresas en otros ne-
gocios y zonas aumentan el riesgo de apagones.
El alquiler fijo que se paga periódicamente por
el suministro y la acometida, no ya por el con-
sumo, se sospecha que no se dedica a lo que
debiera, a la modernización de las redes y a la
adecuación a la demanda cambiante.
Hacia el acondicionador de aire
Dice incluso la hipocresía de las empresas eléc-
tricas que "la mejor energía es la que no se con-
sume". Es como si las "telefónicas" nos dijeran
que lo mejor para no incrementar la cuenta men-
sual es que no se utilice el teléfono. Mejor aún,
"si nunca quieres pagar, nunca llames, ni lo ins-
tales". Toda planificación urbanística, sin em-
bargo, va encaminada al consumo desbordado de
energía. Se venden ya casas con aire acondicio-
nado y hasta los recibos de la luz, como ocurre
con las ofertas de calefacción en invierno, ofre-
cen desde meses antes del agobio del calor la co-
locación financiada de aire acondicionado.
Parece que hubiera un apaño entre promo-
tores inmobiliarios, empresas eléctricas y fa-
bricantes de electrodomésticos para que todo
sea necesario. Y el aire acondicionado no lo es,
al menos en cada casa, como lo es en menor
medida la calefacción. Siempre que se cons-
truya y se planifique el urbanismo de una ma-
nera racional y se piense en la comodidad,
tranquilidad y bienestar del ciudadano.
Normas de construcción
Las leyes existen y, por lo tanto, están para in-
cumplirlas. Muchas normas ya obligan a que
se levanten casas más saludables y aisladas
pero la falta de control es prácticamente ab-
soluta con lo que se edifica pensando en el
mayor beneficio económico para el promotor,
quizá también para las administraciones. El
descontrol en la construcción y la constante es-
peculación con los terrenos hacen que cuando
se piensa en un barrio nuevo, cuando se dise-
ña una ampliación urbanística en pequeña o
gran ciudad, apenas se tengan en cuenta nor-
mas básicas de construcción y planificación del
entorno que aumentarían el bienestar de las
personas y evitarían el consumo irracional de
energía, tanto para calentarse como para re-
frescarse. Según datos tomados de la Asociación
Nacional para la Vivienda del Futuro, la vi-
vienda se lleva el 50 por ciento total de la ener-
gía general consumida, algo que no cuadra con
la idea de un sistema de vida perdurable. Las
maneras de construir y los materiales emplea-
dos no siempre son los más adecuados, así como
la orientación que debiera ser obligatoria, fun-
damentalmente la norte-sur.
Otras normas debieran apuntarse como ne-
cesarias, especialmente las basadas en todos
aquellos conceptos que mejorarían el hábitat de
las personas y su integración en el medio. No
en todas las zonas se debiera construir igual,
de la misma manera y con los mismos mate-
riales, ya que el clima varía y los recursos son
diferentes en cada territorio. Justo lo contra-
rio de lo que se hace, en espeluznantes bloques
en zonas residenciales o turísticas o en urba-
nizaciones modernas en las que se acosa al te-
rreno y a los residentes con los adosados: da
igual que sea Móstoles, Algeciras, los entornos
de Valencia, Bilbao o Salamanca. Según la ci-
tada asociación existen unos mínimos que me-
jorarían las viviendas y el entorno más cercano:
la utilización de materiales y recursos natura-
les duraderos y de recursos reciclados y reci-
clables, así como la reutilización en la medida
de lo posible de los recursos.
Aprovechar la energía natural
La orientación de las casas es fundamental para
aprovechar todas las ventajas del clima y, al
mismo tiempo, para protegerse de las desven-
tajas que nos proporciona. La buena gestión de
las zonas de radicación solar y de sombra con-
vertirían a las casas en refugios idóneos cuan-
do aprietan el frío o el calor. Lo mismo sirve si
se tratara de centros de trabajo o en la plani-
ficación de zonas industriales. El uso de una ve-
getación apropiada de protección, absoluta-
mente inexistente en la mayoría de las cons-
trucciones, contribuiría también a evitar la
entrada de sol en verano, sin impedirla en el
invierno. Hoy, por el contrario, la mayoría de
las casas se convierten en un auténtico horno
durante los agobios veraniegos, haciéndose ne-
cesario así aparatos y maquinarias que au-
mentan el consumo de energía, que nos dan
frescura interior pero que también aceleran el
malestar exterior, con ruido y aire caliente; in-
cluso, si se trata de uso masivo del aire acon-
dicionado, contribuye a aumentar el consumo
de energía y de emisiones de CO
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que causan
el cambio climático, además de no reducir el ca-
lor ambiente de las calles.
La buena orientación permite el ahorro y al
mismo tiempo el disfrute de un mayor núme-
ro de horas con luz solar, siempre más saluda-
ble que la artificial. Otros conceptos
arquitectónicos y urbanísticos para mejorar la
estancia son la distribución de huecos acrista-
lados, la ventilación cruzada, la generación por
succión de aire caliente por efecto chimenea en
verano, la creación de espacios arquitectóni-
cos que calienten el edificio por "efecto inver-
nadero" y el aislamiento del edificio con
materiales saludables y no contaminantes.
La guerra ciudadana
La incorporación a las zonas de vivienda o tra-
bajo de zonas verdes lo suficientemente gran-
des y apropiadas o las cubiertas ajardinadas
sumarían más motivos para evitar los efectos
perniciosos del clima. Quienes viven en las
grandes ciudades saben bien de las trampas
que lleva lo que se ofrece como un buen nivel
de vida: autopista, autovía o carretera de co-
municación supuestamente rápida a la casa y
al trabajo. La ciudad nueva tiene acogotada a
los núcleos de población históricos y las nue-
vas urbanizaciones están completamente ais-
ladas de entornos apropiados. Las propias
infraestructuras que se demandan convierten
el horizonte en complejos nudos de comuni-
caciones para el coche que aumentan el ruido
y la contaminación. Al mismo tiempo, se come
el espacio que debiera ser el natural para el es-
parcimiento y el amansamiento de las "islas de
calor" atmosféricas que provocan un rápido au-
mento de temperatura en los centros urbanos
en los que los propios edificios y el asfaltado
de las calles desprenden por las noches el ca-
lor acumulado durante el día. También serviría
para firmar una especie de tregua o tratado de
paz con el caos en que han convertido a las ciu-
dades, sometidas a una constante guerra que
provoca innumerables daños colaterales en la
salud de los ciudadanos.
Las estadísticas ya han apuntado algunas
muertes por los golpes de calor, aunque será di-
fícil de evaluar, como ocurrió el año pasado,
cuando oficiosamente se habló de muchas y
oficialmente de unas cuantas. En Francia, la
suma se elevó a miles de personas, entre otras
cosas por la falta de preparación para estas si-
tuaciones de emergencia en los centros sani-
tarios y hospitales. Quizá, si la construcción
del hábitat se basara en criterios racionales y
no especulativos, estaríamos menos sujetos al
agobio y no habría tanto miedo a las olas de
calor, que aunque aumenten y sean más fre-
cuentes por el cambio climático, siempre han
existido. Si un botijo, en el entorno adecuado,
enfriaba sin nevera, tal vez, si los arquitectos,
constructores, promotores, propietarios de te-
rrenos, políticos y administraciones pensaran
que en las casas, en las calles, en los pueblos
y ciudades deben habitar personas, daría has-
ta gustito vivir en la casa que nos tocara. Mu-
cho más, si, encima, la vivienda fuera un bien
social y barato. Que también los precios con-
tribuyen a las olas de calor.
Cada verano, como surge la acumulación de mierda en las playas o las canciones
ofensivas, las olas de calor acosan algunas zonas del territorio, si no todas. El
descontrol y la mala planificación sanitaria provocan o aceleran muertes, porque nunca
se está preparado para lo que viene. El consumo de electricidad se dispara, a él nos
incitan las eléctricas y, sin embargo, al mismo tiempo se incrementan los apagones. Los
hábitos de la ciudad y el desastroso urbanismo multiplican unos efectos que, en parte,
se podrían evitar.
Las olas de calor y el urbanismo
ALMAIREDA
La incorporación a las zonas de vivienda o trabajo
de zonas verdes lo suficientemente grandes y
apropiadas o las cubiertas ajardinadas sumarían
más motivos para evitar los efectos perniciosos del
clima

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