"Que se vayan todos, que 
        gobierne el pueblo", es el lema con el que se están movilizando en 
        Argentina miles de personas para rechazar a la clase política corrupta, 
        y servil del FMI que ha sumido al país en el caos y la miseria. Los 
        políticos, en plena crisis, han demostrado su ineptitud y han dejado ver 
        su verdadera cara: la de meros gestores de los intereses del Capital, a 
        los que les importa un pimiento que los niños y niñas mueran de hambre o 
        la economía se derrumbe. Pero este lema no es sólo una bonita frase en 
        Argentina, es una realidad que está aplicándose en todo el país; muchos 
        ciudadanos argentinos están llevando la autogestión a todas las facetas 
        de su vida. El movimiento de parados (piqueteros) tiene cada vez más 
        fuerza y obliga al Estado y a los municipios a dirigir la política de 
        empleo hacia las demandas y reivindicaciones concretas de los 
        desempleados de cada lugar, y está poniendo en marcha toda una red de 
        "emprendimientos autogestionados", pequeñas cooperativas no 
        capitalistas, por toda Argentina. Muchos trabajadores de empresas que 
        han cerrado están ocupando sus fábricas y poniéndolas a producir con sus 
        propios medios: los casos más conocidos son los de Zanón (en Neuquen, 
        Patagonia argentina), fábrica de cerámica industrial que lleva dos años 
        bajo control obrero y que además crea puestos de trabajo, y Brukman, 
        empresa textil con mayoría de mano de obra femenina. En los barrios de 
        las grandes ciudades los vecinos se están organizando en asambleas 
        barriales que discuten y gestionan los problemas de su distrito, y a su 
        vez, se coordinan en asambleas interbarriales que organizan las 
        movilizaciones. Los universitarios ocupan sus facultades amenazadas de 
        privatización o de recortes presupuestarios, muchas personas participan 
        en los clubes de trueque, intercambiando productos y servicios sin que 
        medie el dinero, etc. Todas estas iniciativas son el lado esperanzador 
        de una crisis que los medios de comunicación de aquí no nos están 
        dejando ver, ¿será porque no interesa mostrar que la ciudadanía es capaz 
        de organizarse y ejercer el auto – gobierno más allá de la democracia 
        representativa?. Muchos intelectuales críticos con la globalización 
        están señalando a Argentina como laboratorio de una nueva democracia.
        
        Aquí en nuestras tierras la 
        gente no llega a tanto, la apatía y la falta de participación campan a 
        sus anchas en beneficio de los políticos que hacen y deshacen sin apenas 
        resistencia popular. Sólo la crisis del Prestige está dejando ver la 
        hilacha: al final la solución de la marea negra está dependiendo de la 
        implicación y voluntad de una ciudadanía que está demostrando ser más 
        eficaz y comprometida a la hora de limpiar las playas que todo un Estado 
        con sus funcionarios, ministerios y Ejército. Debemos tomar nota y 
        aprender que en nuestra capacidad de autogestión está la auténtica 
        solución a los problemas colectivos, y que la participación es algo más 
        que una bonita palabra recogida en la Constitución. Y a toda esa fuerza 
        popular, a todo ese "que gobierne el pueblo" es lo que llamamos 
        anarquía, pero esto lo diremos en voz baja para que ningún político se 
        asuste y venga a decir que la anarquía es el caos y son las bombas con 
        la intención de que no nos demos cuenta de que la anarquía no es el 
        caos, sino el más bello orden, el que está construido con las manos de 
        todos.
        Francisco José Cuevas Noa