illiam Rees-Mogg,
portavoz oficioso de la Casa Real británica, quien traduce la devaluación del
dólar y el auge del oro como el anuncio de que "un peligroso ajuste de las
divisas y en las economías reales se encuentra a la vista" (The Times, 6 de
enero)
Ron Scherer, el escéptico reportero del Christian Science
Monitor (6 de enero) nos refresca la memoria de que ningún presidente de Estados
Unidos había propuesto dos paquetes de estímulo económico durante su primer
mandato, en referencia a las nuevas medidas muy polémicas: primero, fue un
estímulo de un billón de dólares con dedicatoria para la comunidad empresarial,
que fue absorbido instantáneamente por el agujero negro creado por el estallido
de la mayor burbuja bursátil en la historia de la humanidad que está a punto de
llevar a Estados Unidos (y al pobre mundo que se conectó a su disfuncional
sistema dolarcéntrico) a la deflación; ahora viene el segundo capítulo, con
recortes impositivos por 674 mil millones de dólares (Bush acabó aumentando 374
mil millones de dólares de un plumazo, lo que delata la profundidad del marasmo
económico) que benefician flagrantemente a la plutocracia oligopólica reinante,
como demuestra pulcramente el economista Paul Krugman (The New York Times, 7 de
enero).
Si uno no se intoxica con la adicción desinformativa de la "telecracia"
de la mayoría de las diez grandes cadenas de televisión y la "publicracia" de
las cuatro grandes firmas de publicidad que controlan mensajes y voluntades, se
pueden consultar muy serios análisis de la prensa escrita de Estados Unidos que
desnudan su marasmo económico sin maquillajes de estímulo publicitario (que
forma parte subyacente de los paquetes económicos) y que ponen en relieve el
cataclismo de toda su infraestructura (transporte aéreo y terrestre, hospitales,
electricidad, agua, etcétera) que fue descuidada deliberadamente para propiciar
su expropiación por medio de la especulación financiera fraguada por la Reserva
Federal.
La mayoría de las diez grandes (con sus justas excepciones)
filiales de las principales trasnacionales de Estados Unidos, han desvelado la
vulnerabilidad de la "soberanía mediática" expoliada por la globalización
financiera, al haber participado alegremente con sus comentaristas de pacotilla
en el mayúsculo engaño del auge bursátil. No se puede entender la globalización
financiera sin su desregulación delincuencial y sin su totalitarismo mediático.
Ahora Baby Bush, desde Chicago (el bastión del pernicioso
monetarismo centralbanquista), intenta aplicar de nuevo una teoría muy
controvertida (para no decir inviable): el "ofertismo fiscal" (supply-side
economics) que justamente fracasó estrepitosamente
con el ex presidente Reagan (que curiosamente Daddy Bush fustigó como economía
vudú). El mundo fantasioso de Baby Bush se mueve en los pantanos de la teoría de
las arenas movedizas: desde la guerra preventiva unilateral hasta el "ofertismo
fiscal" (supply-side economics).
Llama poderosamente la atención que John Makin, el economista
estrella del muy influyente American Enterprise Institute (AEI), haya consagrado
su artículo de enero del nuevo año al oro y a la deflación. No sobra recordar
que el AEI es una de las entidades portavoces de la dupla Cheney-Rumsfeld, por
lo que cobran mayor relevancia los asertos de Makin, quien sin muchos rodeos se
pronuncia por el oro como resguardo, en cualquier escenario, sea de
hiperinflación, sea de deflación (la palabra ominosa que empieza a planear).
Sucede que tanto el mago fracasado, Alan Greenspan, el
gobernador de la Reserva Federal (ante el Club Económico de Nueva York, el 19 de
diciembre), como el intrépido recién nombrado (el 21 de noviembre) miembro del
banco central de Estados Unidos, Ben Bernanke, declararon sin tapujos su
disposición a imprimir electrónicamente la cantidad necesaria de billetes verdes
para impedir la deflación (sin importar que desemboque en una hiperinflación de
la masa monetaria), que aceleró el desplome de la cotización del dólar y el
incremento espectacular del oro. En los diez años recientes, la masa monetaria
(el M3) se duplicó de 4 billones de dólares a 8 billones de dólares; pero lo más
alarmante es que el M3 se disparó 25 por ciento en los 18 meses recientes, lo
que revela que Greenspan está preocupado en detener la quiebra bursátil.
Tom Petruno, de Los Angeles Times, recibió el año nuevo con
un mensaje macabro sobre los tres años consecutivos de pérdidas en Wall Stret,
que reflejan mucho más que una "deflación" y conllevan el mensaje de que "que
algo está, o pronto estará, terriblemente mal con la economía". Pues justamente
con lo que hemos aburrido a nuestros queridos lectores: el estallido del mercado
de los derivados (una ingeniosa especulación bursátil de alto riesgo). El
estallido de la burbuja del dolarcentrismo sigue implacable su marcha y la
próxima explosión de la burbuja de los bienes raíces y la evaporación de los
fondos de pensiones de los empleados (que existen en el papel contable, pero,
quizá, hayan sido desviados para otros usos monetaristas no confesos) palidecen
en comparación con la inminente implosión invisible de los derivados (otra letra
D para los cabalistas de la "decadencia"). Petruno refiere que los ahorradores
se han refugiado en el oro que ha subido enormidades (como aquí se postuló en su
momento) y en las cuentas de ahorro que se han duplicado desde 2000 para
alcanzar 2.7 billones de dólares (para lo que sirven, porque los "ahorradores",
convertidos obligadamente por el modelo bursátil en consumistas
consuetudinarios, adeudan cuatro veces más), mientras las inversiones en los
fondos mutualistas han decaído de 4 billones de dólares a 1.7 billones de
dólares.
Como signo inequívoco de la decadencia de Estados Unidos se
agrega otra letra D: el derrumbe del dolarcentrismo. La preocupación sobre el
destino del dólarcentrismo ha permeado hasta en The Wall Street Journal (3 de
enero de 2003) que se pregunta en forma angustiante: "¿Qué pasó con el dólar
como refugio paradisiaco?". El dólar se ha devaluado casi 20 por ciento frente
al euro en tres años recientes y el oro ha alcanzado sus niveles más altos de
los últimos cinco años.
Sería un grave error de juicio asimilar el derrumbe del dólar
frente al euro a un mejor desempeño de la economía de la "zona euro" padece
anemia económica. La debilidad del dolarcentrismo es estructural, es real. Es
más: aun sin euro de por medio, el dolarcentrismo hubiera sucumbido a la misma
suerte declinante frente al oro que regresa majestuosamente como el resguardo
favorito de los bancos centrales cuando todas las terapias monetaristas y
fiscalistas han fallado lamentablemente una tras otra ante los efectos
deletéreos de los estallidos de las multiburbujas de la economía ficticia de
Estados Unidos, que perdió totalmente el control y se encuentra a la "deriva"
(otra letra D) ¿Quién se lo habrá susurrado a Kim Jong Il, líder norcoreano que
hizo explotar magistralmente en la península coreana el bluff de la política
exterior de Baby Bush, otra burbuja geopolítica? ¿Habrán sido los rusos, los
chinos, los sudcoreanos, los japoneses, los alemanes, los franceses, o hasta los
mismos ingleses? Porque los medios especializados de Inglaterra, conservadores o
laboristas, no se están comiendo ninguno de los cuentos financieros de Baby Bush
(unos genuinos artefactos electoreros) ni los de su controlador Karl Rove (su
"Joseph-Marie Córdoba"). Hasta el criminal financiero convicto, el
megaespeculador George Soros se dio el lujo de pronosticar a la BBC la pérdida
de la tercera parte del valor del dólar y una caída más pronunciada de Wall
Street.
Ya que hablamos de la city, la plaza más importante de la
globalización financiera, pues no pasó inadvertida en su matriz operativa la
insistente apología del oro nada menos que de William Rees-Mogg, portavoz
oficioso de la Casa Real británica, quien traduce la devaluación del dólar y el
auge del oro como el anuncio de que "un peligroso ajuste de las divisas y en las
economías reales se encuentra a la vista" (The Times, 6 de enero). El pánico en
Londres por la debacle de los fondos de pensiones y la burbuja de los bienes
raíces es de tal magnitud que el gobernador del banco central londinense, Sir
Eddie George, tuvo que salir a calmar los nervios con edulcorantes retóricos que
nadie toma en serio.
Alguien a quién no hay que perder de vista, el primer
ministro de Malasia, doctor Mahathir Bin Mohamed (quien le ganó la batalla
conceptual sobre los "capitales golondrinos" a George Soros y al ex
vicepresidente retirado Al Gore), quien suele expresar muchas veces los puntos
de vista que China no puede proferir públicamente, propuso la adopción del
"dinar oro" para el mundo islámico: mil 500 millones fieles que desecharían al
dólar. El doctor Mahathir no sólo puso el dedo en la llaga del dólar, sino que
se adelantó a sus exequias por medio de la propuesta de la readopción del
patrón-oro (al estilo de Bretton Woods, en 1944) que prefiere a la "canasta de
monedas" (el dólar, el euro y el yen; faltaría el futuro de la divisa china)
porque no previene ni las devaluaciones, ni las revaluaciones, ni las
especulaciones de tipos como George Soros, a quien acusa de haber provocado la
"miseria en 40 millones de seres humanos" en la región asiática (New Straits
Times 26 de diciembre de 2002). Se quedó corto: Soros afectó a 200 millones de
personas solamente en Indonesia, por el efecto Dragón que desencadenó; eso sin
contar a México, Brasil y Argentina donde el famoso criminal financiero
(sentenciado en los tribunales de París) ha hecho de las suyas con la
complicidad de la clase política instalada: un megaespeculador no puede
subsistir sin la savia y la sabiduría del árbol genealógico del poder.
A la consabida correlación inversa entre el dólar y el oro,
lo más interesante radicará en el comportamiento del precio del oro negro que
busca capturar el equipo Bush en Irak y Arabia Saudita, que infligiría un daño
colosal al euro y al yen, tan vulnerablemente dependientes de los petroprecios.
A diferencia de las guerras anteriores, esta vez el caos medioriental atrapará a
Estados Unidos en el contexto de su peor crisis financiera "visible" e
"invisible" desde 1929. De acuerdo con nuestra hipótesis geopolítico-financiera,
el oro negro reflejará un triple valor: primero, su conocido valor
geoestratégico; segundo, su valor de anclaje del dólar: si el petróleo se
cotizara en euros, Estados Unidos pagaría 20 por ciento más; y tercero, su
futuro valor como probable estabilizador financiero para sumarse al ascenso
solitario del oro amarillo. En medio de nuestra hipótesis de "guerra
multidimensional" que se despliega en Irak (guerra energética, geopolítica y
financiera contra el euro y el yen; y, a futuro, para contener las divisas de
China e India), quizá sea más conveniente apreciar el valor del oro negro en su
probable nueva correlación con el oro amarillo como salvavidas del naufragio del
dólarcentrismo.
Extraído de Rebelión