Regresa a la página principal Lleva a la página de la C.N.T. Va la página de la A.I.T. - I.W.A.
Índice General

Portada

Contraportada

Agenda

Actualidad

Sociedad

Gaceta Sindical

A.I.T.

Mundo

Ecología

Buscando el Norte

Opinión

Ocio Cultura

Comunicados

Vida Confederal

EDITORIAL

España, España

Redacción

 

La relación ancilar de la Prensa con la política reinante, a fuerza de servirle de vehículo de justificaciones, incurre, con demasiada frecuencia, en desatinos manifiestos. El aquí comentado se refiere a la utilización de la prócer figura de Unamuno, para echar su cuarto a espadas en favor de la patriotera fantasmada gubernamental en la cuestión de la isla Perejil.¡Pobre Don Miguel!

De tantas enseñanzas como se pueden sacar de él (por ejemplo, aquel "¡venceréis, pero no convenceréis!", dicho ante Franco y contestado por Millán Astray con su "¡muera la inteligencia!"), fueron los medios a caer en un artículo-divertimento del gran vasco, para relacionar al citado islote con el nombre Hispania/España, y quitarle, así, hierro colonial a la costosa y arriesgada operación militar de Aznar para desalojar a seis personas y una bandera. En el artículo citado, un imaginativo escritor francés cita de paso, a propósito de los viajes de Ulises, y sin ningún fundamento real, la isla de Perejil a la que dice llamarse Hispania y haber dado nombre luego, por extensión, a toda nuestra península. Ya está. Aquí lo tenemos. Perejil es español, y la acción marroquí (seis hombres bajo una lona) es una invasión de España.

Los griegos llamaban a nuestra penísula Keltiké, como parte de todas las tierras colindantes con el océano exterior, más tarde, también llamaron Iberia (autor Píteas, año 300 a.C.) al territorio al sur de los Pirineos. El nombre Hispania acaba imponiéndose por ser el adoptado por los romanos que inician la conquista de la Península en el 205 a.C. El origen del nombre es, por lo demás, incierto, atribuyéndole algunos un étimo semita, i-sefann-in, que pudiera no carecer de verosimilitud , dado que, desde el año 1.100 a.C, en que los fenicios fundan Gades (Cádiz), la población de la hoy Andalucía y el norte de África contiguo se semitizó rápidamente: hablaban una lengua semita y escribieron en fenicio hasta la época imperial romana. Es evidente que el vocablo "España" era la forma oral latino-vulgar de lo que los cultos escribían como "Hispania". Pero pretender que ese término contuviera el sentido de lo que muchísimos siglos más tarde se tuvo y se sintió como "España" es puro dislate. Un dislate que comienza ya con Alfonso X cuando, refiriéndose a Quintiliano, decía: "era espannol e omne muy sabio", manifestación que es justamente criticada por Américo Castro en su libro Sobre el nombre y el quién de los españoles (Taurus-Sarpe, Madrid, 1985). Para Américo Castro es una "ironía...que se pretenda españolizar arbitraria y retrospectivamente a un escritor de la Hispania romana, que nada en común tenía con los españoles de más tarde, fuera del espacio geográfico. Así se inició el desatino de llamar español a cuanto ser animado o inanimado había existido sobre el suelo inconsciente e impasible de la Península Ibérica"(pág. 30). Trampa en la que no cae nuestro Don Miguel quien, siguiéndole el juego al francés, aprovecha el final de su artículo para arremeter con toda su ironía contra el patrioterismo hispánico:"bien podemos llamar a nuestra Isla del Escondrijo, a nuestra emperejilada Ispania, a nuestro gran Calipso, la península del Perejil" (no sabemos si este último término va en mayúscula o en minúscula en el texto original).

Durante muchos siglos después de la invasión árabe, en el 711, Hispania, era la Hispania mora, la Hispania de los árabes, hecho en el que hace hincapié Américo Castro para clarificar los conceptos: "los habitantes de los reinos cristianos, antes de fines del siglo XIII, se llamaban gallegos, navarros, castellanos, aragoneses, etc. El adjetivo español no aparece hasta finales del siglo XIII. El nombre común de los habitantes de los reinos cristianos era sólo el de cristianos".

Hay, en la cuestión, dos aspectos, desde luego íntimamente relacionados entre sí, de los que no conviene enmascarar su significado. El primero afecta a la Prensa y pone de manifiesto, una vez más, la tendencia de la misma al anecdotismo, como signo del abismo de banalización profunda en el que ha caído, aunque la banalización anecdótica no sea verdaderamente inocente, por ser sólo el ropaje externo de que se provee, pues, en el fondo, de lo que se trata es de utilizar la anécdota (la "anedocta", como decíamos en la Salamanca de los años 40 y 50) como instrumento de inoculación ideológica, al servicio de los imperativos del sistema en su conjunto. El segundo aspecto es más grave y se refiere al hecho político en sí mismo, a la "hazaña" thatcheriana de Aznar, reproduciendo la "toma de las Malvinas", aunque dejamos, desde ya, constancia de que, al referirnos a este personaje como "el Thatcher español", no nos referimos sólo a esa "hombrada" militar, sino a toda su política en conjunto. Pero, en este caso, su desprecio de la llamada oposición política, llegó a límites esperpénticos. La acción marroquí sucede el 11 de julio; el 12, según confirman en la tele los propios actores , el gobierno pide a las fuerzas de asalto especializadas, en la Rioja, que se dispongan para una acción inmediata; el 13 y 14, Aznar, silenciando cualquier indicio de referencia a la acción planeada, consigue el beneplácito de la "oposición"; el mismo día 15, esa perla de cultivo que cayó en Exteriores, haciendo gala de una dislexia, que, con seguridad no es de origen físico, afirma que los medios militares quedan excluidos y que se buscará en todo momento la vía diplomática. En la madrugada del 16 al 17, la parafernalia militar expulsa, a bombo y platillo, a los seis "invasores". La "oposición", punto en boca, porque todo es "a la mayor gloria de España". ¡Cosas veredes, Mío Cid!.

La campana estadounidense, salva, en este match, no a España, sino al gobierno de Aznar, de una indeseable internacionalización del problema, y se avera, una vez más, cómo, al menos desde el siglo XVIII, la reacción española viene afirmándose como dominio gracias a la intervención de fuerzas exteriores. Desde que el 19 de marzo de 1643 los tercios españoles fueran vencidos en Rocroi, el ejército hispánico viene de capa caída. En la última aventura extranjera de la guerra de Sucesión, los ingleses se plantaron en Gibraltar, de manera que, controlando la península desde Portugal y el Mediterráneo desde la Roca, la cosa quedaba bien clarita. Un toquecito más a cargo de Nelson en Trafalgar a la flota conjunta francoespañola y ya sólo quedaban los desastres americanos. Era como un aviso del Exterior al ejército:"tú, ocúpate de tu propio pueblo". Y, eso sí, cada vez que la reacción y el ejército estuvieron en cualquier tipo de brete, ahí estuvo, puntual, el extranjero salvador: cuando el marrajo de Fernando VII (así lo tildaba su madre) se vio forzado a aceptar la constitución de Riego y la libertad amenazaba implantarse en España, allí estuvieron solícitos los Cien Mil Hijos de San Luis para reponer la explotación y el despotismo.

Las divisas de los dos bandos en contienda en la guerra del 14 al 18 salvaron la maltrecha economía de aquella España de Alfonso XIII, que no tardaría en recurrir a la dictadura de Primo para someter el movimiento reivindicativo de justicia y libertad que se promovía desde la base obrera. En 1936, el ejército español, levantado contra su pueblo, gana la guerra civil gracias a la descarada intervención del fascismo italiano, alemán y portugués, ayudados de la complicidad del no-intervencionismo de los aliados democráticos. Acabada la Segunda Gran Guerra, durante la cual y salvo la beligerancia el fascismo franquista puso sus dispositivos a la entera disposición del Eje Roma-Tokio-Berlín, otra vez más y mediando la "guerra fría", los aliados victoriosos apuntalan el fascismo español, porque les merece más confianza que la democracia de gran sentido social que se implantaría en España de forma inmediata. Los acuerdos americanos de 1953 rubrican esta situación. Pero, cuando tras el padecimiento de infinidad de crímenes y penalidades, el pueblo español da muestras de una combatividad sin retorno y el régimen franquista carece ya de toda base económica, política y social que asegure su perpetuidad, aquí aparece la gran trampa de la "Transición" con USA y Europa a la cabeza. Se hace necesaria su incidencia en España. ¿Para traer la libertad? De ningún modo. Para, bajo el nombre de la libertad, perpetuar, en la realidad, las estructuras e intereses del franquismo. Y en estos términos se muestra la Europa salvadora. Oigamos a la ministra, que no puede por menos de ser la voz de su amo: ¿Gibraltar?

Es un problema entre dos entes europeos sobre un territorio sometido a descolonización. ¿Ceuta y Melilla y territorios adjuntos? Ahí no hay colonización a descolonizar. Eso es territorio europeo y cualquier apetencia externa a ellos es un ataque a Europa. De modo que, por ello, la ministra dio las gracias a Europa y a la OTAN (¡¡¡!!!) por haberlo entendido así y haberse enfrentado a Marruecos en la crisis. La pregunta es:¿si Gibraltar, en manos inglesas y por un tratado que lo reconoce, es una colonia, son o no son colonias Ceuta y Melilla y adláteres? Y si lo fueran y a la vez fueran territorio europeo ¿es Europa un poder colonial? Que responda a estas preguntas a quien cumpla responderlas. Pero, entretanto, los asomos lejanísimos de libertad que dicen haber habido, van desapareciendo hasta como indicios. Si en la España tradicional, la España Negra del poder con sus instrumentos, policía, ejército, curato se concretó la Inquisición y la colonización interior del propio pueblo, parece que de, alguna manera, se repite la historia con la entente, Opus más poder policial y militar, bajo nuevas formas de colonización interna y de Inquisición. Sólo que la modernidad requiere otras modalidades. Así, la nueva fórmula del auto de fe de la vieja tradición inquisitorial no es ya "jura por...", sino "jura contra...", con lo que nos parece que Torquemada nos queda pequeñito, muy pequeñito.

Arriba lucha antifascista

 
 

Índice General  Portada  Contraportada  Agenda  Actualidad  Sociedad  Gaceta Sindical  A.I.T.  Mundo  Ecología  Buscando el Norte  Opinión  Ocio Cultura  Comunicados  Vida Confederal