La cuestión
de la construcción de poder de los trabajadores desde sus lugares de
trabajo es tan vieja como la explotación capitalista. A partir de la
legalización de las organizaciones sindicales la historia del movimiento
obrero va a contener siempre la tensión entre la autonomía y la legalidad
sindical.
Empecemos por el principio
Las primeras organizaciones obreras en
la Argentina y en el resto del mundo, fueron autónomas, ilegales y
clandestinas.
El reconocimiento de la legalidad
sindical tiene una doble cara. Por un lado es una conquista que permite
masificar los reclamos gremiales. Ser afiliado a un sindicato, deja de ser
un acto subversivo para convertirse en un derecho. Incluso un deber, con
la afiliación obligatoria que impone el peronismo en la primera década de
gobierno.
La afiliación sindical masiva no es "un
hecho natural". En países del primer mundo como Estados Unidos, Suiza o
Canadá, o del tercer mundo como Méjico y Brasil, la tasa de afiliación es
muy baja y el poder de los sindicatos es muy reducido. Las huelgas
generales, a la que estamos tan acostumbrados en la Argentina, son para la
mayoría de estos países episodios folklóricos que se remontan a principios
del siglo XX. Una de las excepciones es Italia, con una tradición sindical
mas parecida a la nuestra y que acaba de hacer una gran huelga general (de
8 horas).
Por otro lado, la legalidad adquirida es
producto de una negociación con el Estado y las patronales. Expresa
límites, impone trabas al desarrollo de las decisiones autónomas e incluso
prevé castigos si se quiebran esas normas. Legalidad sindical significa
también la obligación de acatar las conciliaciones obligatorias,
intervención de Estado en las Obras Sociales o en conflictos entre
trabajadores, posibilidad de pérdida de la personería jurídica, etc.
La ley de Asociaciones Profesionales
impulsada por la burocracia en la década del 70, si por una parte recorta
a las patronales las posibilidades de manipular sindicatos cautivos (por
empresa), conspira contra la democracia sindical, concentrando poder en
las decisiones de los organismos de segundo y tercer grado, en los lugares
donde el poder burocrático está mas concentrado.
Lo permanente es la lucha de los
trabajadores
En la conciencia de las nuevas
generaciones que se han ingresado al mundo del trabajo en las últimas dos
décadas, puede desarrollarse la idea de que la lucha por sus derechos se
agotan en los marcos sindicales. O que no hay posibilidad de lucha obrera
al margen del sindicato.
Hagamos un poco de historia. Después del
55 los sindicatos son intervenidos, pero los trabajadores van a resistir
organizando huelgas por empresa, por gremio e incluso huelgas generales.
Las formas legales (la comisión interna, el sindicato) van a ser
reemplazadas por nuevas formas sujetas exclusivamente a la decisión y la
legalidad de los trabajadores como son las comisiones de lucha y las
comisiones de reclamo. Los roles y composición de esas comisiones son
diferentes. La comisión de lucha no tiene amparo legal y es clandestina
(incluso solían nombrar una comisión de lucha suplente ante la
eventualidad de una detención) . Sus miembros son quienes se reconocen
como más capacitados para dirigir políticamente el conflicto. La comisión
de reclamo tampoco tiene amparo legal pero es publica. Por su composición
se trata de trabajadores que es más difícil despedir o hacer detener por
la empresa como son operarios mas viejos, muy calificados o muy
representativos. En épocas muy duras se los mandó a reclamar a los forros
y a los capataces.
Estas formas organizativas no sujetas a
la legalidad imperante sino a la decisión autónoma de los trabajadores, no
son un exclusivo invento argentino. En España, en el período franquista
vamos a encontrar en las Comisiones Obreras los comités de lucha y los
comités de reclamo.
Pero, qué sucede cuando cambia la
coyuntura política y fruto de la lucha se abre una nueva etapa de
legalización?
En 1958 cuando Frondizi devuelve los
sindicatos a sus legítimos dueños, se disuelven los comités de lucha y las
comisiones de reclamo y además, lo que es mas grave, los propios
dirigentes institucionalizan a las agrupaciones obreras que habían sido
las promotoras de la resistencia. Al principio por la necesidad de equipos
para ocupar los espacios legales conquistados y después para evitar
poderes paralelos que cuestionen a los flamantes burócratas lo que queda
afuera del marco de la legalidad sindical es disuelto y finalmente
perseguido. Quedan allí sentadas las bases de la burocracia peronista que
va a jugar un papel nefasto en los próximos años. Dirigentes muy
representativos, con muy buenos antecedentes de lucha, que manejan un
discurso que le llega a las bases y que encima conocen perfectamente (
para hacerlos despedir) a los activistas que no fueron cooptados y siguen
firmes en la lucha. Todo este proceso histórico que Walsh retrata
magistralmente en "Quien Mató a Rosendo", pone sobre el tapete la
discusión sobre autonomía y legalidad sindical.
La conquista de la legalidad se vuelve
en contra de los propios intereses de los trabajadores, lo que nos deja
una lección histórica: el terreno de las instituciones regidas por leyes
burguesas o producto de la negociación con el Estado y la burguesía no son
terreno propio donde se expresa libremente las decisiones de las bases.
Son lugares que permiten masificar las luchas reivindicativas, pero solo a
condición que se pueda preservar una política autónoma. Pueden ser
herramientas de los trabajadores o a la inversa instrumentar a los
trabajadores para subordinarlos a políticas ajenas. Esa batalla no se
resuelve en el sindicato ( en los marcos de la legalidad sindical) sino
afuera, en lo que se construye por fuera de esa legalidad, en
organizaciones solo sujetas a la voluntad , la decisión y las normas de
los propios trabajadores. Al desarrollo de la construcción de poder
popular.
Sindicalismo y antisindicalismo
Aunque parezca curioso no hay demasiado
diferencias de concepción entre quienes piensan que toda la cuestión de la
defensa de los derechos de los trabajadores se resuelve echando a los
burócratas y reemplazándolos por compañeros combativos y entre quienes
piensan que los sindicatos no sirven para nada e impulsan la desafiliación
masiva. En los dos casos el sindicato es el vehículo que nos conduce al
paraíso o al infierno. Y sucede frecuentemente encontrar a las mismas
personas que propugnaban el vaciamiento del sindicato, muy concentrado en
armar una lista salvadora para las próximas elecciones. O a la inversa.
Volvamos a repasar historia argentina.
El período 74-75 fue el pico de lucha mas alto de la historia argentina y
estableció récords mundiales de conflictividad sindical (porcentaje de los
obreros ocupados que están en conflicto).
Si miramos un poco mas de cerca ese
período histórico comprobamos que:
- Es errónea la idea de que eliminar a
la burocracia era el paso previo para que los trabajadores lucharan. En
ese momento las Federaciones y la mayoría de los sindicatos importantes
estaban en manos de la burocracia. Con las excepciones conocidas Luz y
Fuerza y Smata de Córdoba, la UOM Villa Constitución, Gráficos y Farmacia
de Capital, etc.
- Es incorrecta la idea de que legalidad
sindical equivale a burocracia. Fueron motores de las coordinadoras
intersindicales las comisiones internas y cuerpos de delegados que se
combinaban con formas no legalizadas como agrupaciones de base y consejos
obreros.
- Fue una etapa de enorme desarrollo de
la autonomía obrera que se expresaba en : asambleas autoconvocadas de
sección o de empresas, plenarios autoconvocados de activistas,
agrupaciones obreras autónomas, control y baja de la producción, consejos
obreros y las coordinadoras interfabriles.
Allí aparece claro que el centro de las
decisiones esta en la asamblea. Son ellas quienes determinan las
resoluciones de lucha y de negociación. Los cuerpos de delegados y
comisiones recuperadas participan y se someten a esas decisiones. La
burocracia queda totalmente desplazada de la lucha y la negociación y se
limita al triste papel de ir a poner una firma en el pliego de acuerdo
alcanzado entre empresarios y trabajadores.
En ese momento histórico se percibe que
lo que determina una acumulación de fuerzas es lo que autónomamente se
construye desde la organización y la lucha de las bases. Su desarrollo
condiciona la utilización de la legalidad sindical y la calidad de los
dirigentes gremiales ( o al menos neutralizar la burocracia ).
Autonomía y sindicalismo
Si acordamos que lo permanente es la
lucha de los trabajadores y que la construcción autónoma de poder popular
desde los lugares de trabajo es una construcción diferente (sometida a
otra legalidad) no antagónica pero si en tensión con las organizaciones y
la legalidad sindical , podemos verificar como se combinan estos caminos
en otra etapa histórica.
En el periodo posterior al 24 de marzo
de 1976 y hasta 1980, la dictadura barre con las representaciones
gremiales y la legislación laboral.
La persistencia de luchas gremiales y la
conflictividad por fábrica que se mantuvo después del golpe hasta 1979,
demuestran la relativa autonomía de los trabajadores, de la burocracia
sindical y aún de las agrupaciones políticas de izquierda, en su decisión
de lucha. El activismo de base no encuadrado gremial ni políticamente, que
fuera el motor de todo el período anterior, aún fuertemente golpeados por
asesinatos, desapariciones, detenciones y despidos conserva capacidad para
organizar las luchas a las que conocimos como las de " sobre en la mano" (
Se las conoce por ese nombre cuando porque cuando los militares venían a
apretarlos acusándolos de subversivos
contestaban: " nosotros no somos subversivos, reclamamos porque la plata
no nos alcanza y mostraban el sobre que denunciaba lo que efectivamente
cobraban de sueldo".
A principio de los 80, la recesión (el
gran enemigo de las luchas de los trabajadores organizada desde sus
lugares de trabajo) frena el proceso de conflictividad por empresas y
empiezan a aparecer respuestas del sindicalismo organizado que
progresivamente va ocupando la representación de las demandas sindicales.
Las medidas de lucha nacionales
impulsadas primero por un grupo de gremios (los 25) y después por la CGT
liderada por Ubaldini son acatadas por los trabajadores no porque hubieran
cambiado de opinión con respecto a la burocracia o por mera disciplina
gremial, sino porque le daban algún tipo de protección y argumentos frente
al patrón para hacerles un paro donde se expresara toda su bronca. En
plena dictadura el día previo al paro el comentario de: "mañana no sé si
vengo, por el problema de los colectivos y además no quiero tener
problemas con el sindicato..." fue la expresión que sintetizaba lo
anterior.
En el repaso histórico que completamos
con este período aparecen referencias concretas que demuestran que el
mayor desarrollo de las construcciones autónomas se corresponde con etapas
de intervención de los sindicatos e legalización de los reclamos gremiales
y también con períodos de alta conflictividad sindical. Y que la
preeminencia de las estructuras gremiales se da en períodos de baja
conflictividad.
La agrupación de base
La agrupación de base es la unidad
organizativa de carácter permanente, para impulsar el desarrollo del poder
popular en los lugares de trabajo.
La agrupación de base no esta sujeta a
la legalidad sindical, puede ser pública o clandestina, según las
condiciones en que se desarrolle la lucha, el tipo de empresa, etc.
Ser miembro de una agrupación de base no
exige una identidad política determinadas( en ese sentido son agrupaciones
abiertas), pero si compartir una concepción de construcción de poder. La
experiencia más cualitativas en el desarrollo de agrupaciones de base
enseñan que la calidad de su aporte al crecimiento de la conciencia y
organización autónoma del conjunto de los trabajadores de una empresa no
esta determinada por una cantidad importante de integrantes sino por la
relación que tiene la agrupación con los activistas de base, con los
líderes naturales que reflejan la opinión del conjunto y tienen peso en
las decisiones a adoptar. La experiencia demuestra que si no hay reuniones
fuera de la empresa donde un grupo sea capaz de sistematizar prácticas,
sacar conclusiones y convertirlos en propuestas hay pocas posibilidades de
hacer aportes importantes. Pero también enseña que tan importantes como
esas reuniones son los contactos y reuniones que se hacen dentro de las
empresas con el activismo natural y formas de reunión propias de cada
lugar: las ranchadas, las "cuevas", los comedores, etc.
El objetivo de la agrupación de base es
aportar al crecimiento de conciencia y organización autónoma del conjunto
de los trabajadores de una empresa. Esto significa promover la información
y formación, la decisión en asambleas por sector y generales, luchas que
permitan acumular triunfos y fortalecer la confianza en las propias
fuerzas.
La decisión de luchar por la ocupación
de espacios sindicales debe estar siempre subordinada a la tarea central.
A menor concentración del poder burocrático y de las imposiciones de la
legalidad sindical, hay mayores posibilidad de utilizar esos espacios.
La posibilidad de acceso a un puesto de
delegado o en una situación de mayor desarrollo a la participación en una
comisión interna, no esta determinada solamente porque la agrupación de
base pueda controlar al compañero, sino y principalmente porque el
conjunto puede realizar un control efectivo y garantizar la
democratización de la función sindical.
Emprender la tarea de ocupar espacios
institucionales presupone una correlación de fuerzas favorable, pero
también que sea una necesidad objetiva ocuparnos de un espacio
determinado. Los años 74 y 75 demostraron que fueron muy útiles los
espacios sindicales recuperados, pero también que no es necesario
recuperar la CGT para paralizar el país.
Retruco
Extraído de La Haine