Who’s
the real Slim Shady? Quizás es la obsesión de un ojo desorbitado en el
recuadro de un cómic que no nos pertenece. Aquel enajenado que espera su
droga desde el delírium tremens que le arrebatará la vida y las palabras
durante la noche. O en algún caso la catarsis de un clip musical y las
voces de otra esfera, poeta, que nos encantan desde una selva que tampoco
es la nuestra. ¿Es el ojo único de Polifemo un reflejo de la monstruosidad
de quienes virtualizan su diferencia y no la fábula de los nuevos dioses
que pueblan las ciudades de abismos y encantamientos, empujándonos contra
las rocas y acantilados que no nos permiten acercarnos a Ithaca?
Los finales de las
historias son arbitrarios así como sus títulos y están escritos por manos
ajenas desde las sombras. Son la farsa del soplo divino que animó el
espíritu de lo eterno del barro, arrebatándonos los sueños de la
inmortalidad. De ellos es el uso aquellas armas y herramientas que los han
lanzado a depredar conciencias y derramar sin culpa la sangre de otras
bestias inocentes. Resbalan oblicuos desde el poder y practican la
escritura sobre los cuerpos vivientes y sus tatuajes, mutando hacia el
aplazamiento de una realidad que siempre está por venir. Pero nosotros
somos la dispersión de los sentidos y de la vida que reniega de su
fugacidad y el recambio mercantilista de los sentimientos, porque cada
poema es y será siempre la posibilidad de recoger la palabra del otro
respirando en nuestro corazón.
Hoy, algunos se nos
vienen como aquel Slim Shady que disfraza su locura de modernidad y escupe
los alimentos chatarra que mastican en cualquier lugar del mundo los
torturadores. Pero nosotros llevamos la belleza y sus penumbras que
asaltan los altos muros de los dueños de las visiones que cubren con un
manto de bengalas e insidia las miradas y el clamor de los disconformes y
los cantos de la poesía. Estamos en esta página como un pedazo de realidad
ajeno a la seducción de los discursos que nos entregan enmarcados en el
prestigio que despliegan sus palabras.
En cada libro que
escribimos está la imaginación y la sangre de quienes nos precedieron.
Somos el sello, el envés de los carnavales y juegos de escarnio de las
instituciones creadas para el sostenimiento de una cultura global. Nuestra
inclaudicable acción y esperanza es también aquella que ayer ya levantaron
otros poetas: "ser en la eternidad Sol sin poniente".
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