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Tiempo de historia

No hay más cera que la que arde

 

Con este título ha publicado la Fundació Federica Montseny de Badalona (ahora Centre de Estudis Llibertaris Federica Montseny) su primer libro, escrito por el compañero José Fortea. El precio de libro es de 8 euros, más gastos de envío. Los Sindicatos lo pueden adquirir con un 30% de descuento.

Aquí reproducimos el prólogo de esta obra que nos envían.

Prólogo

Llevaba tiempo "el maño", como aquí le decimos aJosé Fortea, preguntándose si la publicación de sus notas podían tener interés. Las había redactado como un esbozo para reseñar la existencia de la CNT en los Departamentos del Gard, del Hérault y de la Lozére, abarcando medio siglo largo que va desde 1939 hasta 1993 cuando las termina.

Desde entonces han estado durmiendo hasta que entre unos y otros le han ido animando a publicarlas.

El escrito que aquí presenta no tiene mas pretensión que la de contar lo que fue su vida y la de la CNT de la forma más precisa. Como él mismo dice con humor: «es un articulillo, un poco largo». Su mérito consiste en apuntar datos necesarios para una historia que aún está por escribir. Son elementos necesarios para comprender cómo se reorganizó la CNT y cómo vivieron aquellos tiempos los hombres y mujeres que como Fortea fueron los protagonistas. Se trata pues, simple y llanamente, de un testimonio, en forma de relato a vuela pluma, como lo pueden hacer los que cuentan sus andanzas desde el escenario de los muchos años vividos en circunstancias excepcionales.

El compañero Fortea va sumando anotaciones rastreando en su memoria. Las recoge dándoles vueltas, yendo y viniendo a través del tiempo. A veces se da cuenta de que hay cosas que ya las ha contado pero constata que al evocarlas de nuevo a propósito de otro acontecimiento, les añade matices diferentes que las complementan. Lo que queda claro es que esas idas y venidas dejan constancia de sus vivencias, que al mismo tiempo son el fiel reflejo de la vida de la CNT en tres departamentos franceses. Fortea habla de esos departamentos -equivalente, más o menos, de tres provincias españolas colindantes-, porque es allí donde ha vivido y militado. Con matices geográficos diferentes, se puede decir que sus acciones, actos y tribulaciones se asemejan mucho a los de la inmensa mayoría de los militantes confederales en cualquiera de las 22 regionales constituidas del Exilio francés. De ahí que lo que él cuenta puede servir de referencia básica para ilustrar la vida de los exilados españoles, y también de información de lo ocurrido en todas las regiones galas en las que se ha dado el hecho histórico llamado «Exilio Español».

En su narración aparece el deseo de un hombre que no cuenta sus andanzas para deslumbrar a nadie. Simplemente, a su manera, la del «arranca pinos» o el «destripa terrones» como diría Alaiz, se dedica a recordar actos, hechos y compañeros que durante muchos años han vivido cerca de él, en un ambiente solidario en armonía con los deseos revolucionarios que los habían animado a todos a partir de julio de 1936. Las aspiraciones de entonces han sido sus acompañantes cotidianas y perennes, y cuando las relata dejan aparecer un tono tranquilo, siempre esperanzador, reflejo de los años en los que se implicó con desbordante energía, siempre al unisono con los compañeros, a los que, a su manera, hoy saca un poco del olvido.

A través de su relato aparece su tenacidad, con datos importantes que han sido los que han animado a toda su generación para dejar de lado las adversidades de toda índole que les ha deparado la vida. Salieron de su tierra como pudieron y por tablas... Se apiñaron en Francia para sobrevivir primero y mantener en alto sus aspiraciones. Tuvieron que aprender otro idioma... Tuvieron que aprender otros trabajos; tuvieron que volver a rehacer sus casas, y a veces requetevolver a hacerlas, en un ambiente de hostilidad que duplicaba las dificultades. Pese a ello, con el calor de los compañeros, en un ambiente de solidaridad muy por encima de lo común, y siempre con sus convicciones en ristre, salieron adelante ante la extrañeza de los franceses, incluidos los compañeros, que no llegaban a comprender cómo esta clase de hombres podían dedicar tanto tiempo ayudando a los demás para la resolución de los problemas del día a día.

Estos hombres son la ilustración viva de que la acción militante y la solidaridad compartida, como lo han predicado toda su vida, les ha traido a todos unas satisfacciones íntimas totalmente desconocidas para los que abordan la vida de una manera egoísta. Sin contar, y esto es la otra característica que los diferencia, que no han permanecido nunca a la espera ni de la providencia, ni del Estado, ni de la compañía de seguros.

El texto de Fortea contribuye a dejar jalones necesarios para que la historia del Exilio Confederal vaya recuperando una vigencia y unas características más acordes con las realidades vividas. Hasta ahora casi siempre se han privilegiado las visiones restrictivas. En líneas generales los historiadores se han limitado a utilizar calificativos facilones al estilo de «ortodoxos» o «heterodoxos», contribuyendo así a establecer una cortina de humo que puede dejarlos mal parados y deformar la historia de los exilados de la CNT. El uso y abuso de estos vocablos, sobre todo el primero, ha servido de comodín simplista para no entrar en el estudio de lo que, por diferentes razones, o no se sabe, o no se quiere explicar. Así se llegó al extremo de que en los primeros años de la llamada «transición», ser exilado y de la CNT podía representar un handicap a todas luces injusto e infundado, y totalmente en contradicción con lo que había sido la razón de ser de toda una vida. En los primeros momentos se oyeron y leyeron comentarios soeces y ligeros sobre el Exilio organizado, al mismo tiempo que aparecían de manera concreta los desequilibrios entre lo que esperaban los compañeros como «el maño» y las realidades de una Organización en las que no se reflejaban las aspiraciones que contra viento y marea habían logrado mantener intactas durante el alejamiento «físico» de España.

Pasado el primer desengaño, y como hay que sobreponerse, los hombres de la CNT se sobreponen como lo hace Fortea. Siempre presentes para reivindicar a la CNT, siempre presentes para asumir y recordar el pasado, y siempre presentes como lo han hecho toda su vida, para intentar abrir perspectivas de porvenir.

Si por ley de vida no tienen ya mucho futuro por delante, lo que representan continúa teniendo la misma vigencia que tuvo antaño, aunque los tiempos actuales sean otros, y el marco de vida diferente. De alguna manera, la fidelidad a su pasado, iniciado en la cuenca de Utrillas allá por los años de su juventud en 1930, lo hace acreedor, así como a todos los compañeros de su generación, de una serenidad que les permite mantener esperanzas de mejor porvenir para la humanidad, y no sólo por aquello de que «la esperanza es lo útimo que se pierde»...

Serenamente, sin aspavientos ni grandilocuencia, sin presentar factura de ninguna clase, sólo contando normalmente sus vivencias, Fortea y sus compañeros de «Exilio» pueden sentirse orgullosos por haber tenido una vida densa, que les ha hecho atravesar el siglo sin desmayo en la continua fidelidad de sus aspiraciones. Hasta el final siempre han valorado en positivo las últimas palabras recogidas del Congreso de la CNT de Zaragoza en 1936, que les han servido de motor todos los días que ha durado su largo Exilio, y que quedan ahí como la representación más coherente y digna, y siempre de actualidad:

«Que todo el que se sienta con inteligencia, arrestos y capacidad mejore nuestra obra».

Floreal Samitier

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