Llevaba tiempo "el maño", como aquí le decimos aJosé
Fortea, preguntándose si la publicación de sus notas podían tener interés.
Las había redactado como un esbozo para reseñar la existencia de la CNT en
los Departamentos del Gard, del Hérault y de la Lozére, abarcando medio
siglo largo que va desde 1939 hasta 1993 cuando las termina.
Desde entonces han estado durmiendo hasta que entre
unos y otros le han ido animando a publicarlas.
El escrito que aquí presenta no tiene mas pretensión
que la de contar lo que fue su vida y la de la CNT de la forma más
precisa. Como él mismo dice con humor: «es un articulillo, un poco largo».
Su mérito consiste en apuntar datos necesarios para una historia que aún
está por escribir. Son elementos necesarios para comprender cómo se
reorganizó la CNT y cómo vivieron aquellos tiempos los hombres y mujeres
que como Fortea fueron los protagonistas. Se trata pues, simple y
llanamente, de un testimonio, en forma de relato a vuela pluma, como lo
pueden hacer los que cuentan sus andanzas desde el escenario de los muchos
años vividos en circunstancias excepcionales.
El compañero Fortea va sumando anotaciones rastreando
en su memoria. Las recoge dándoles vueltas, yendo y viniendo a través del
tiempo. A veces se da cuenta de que hay cosas que ya las ha contado pero
constata que al evocarlas de nuevo a propósito de otro acontecimiento, les
añade matices diferentes que las complementan. Lo que queda claro es que
esas idas y venidas dejan constancia de sus vivencias, que al mismo tiempo
son el fiel reflejo de la vida de la CNT en tres departamentos franceses.
Fortea habla de esos departamentos -equivalente, más o menos, de tres
provincias españolas colindantes-, porque es allí donde ha vivido y
militado. Con matices geográficos diferentes, se puede decir que sus
acciones, actos y tribulaciones se asemejan mucho a los de la inmensa
mayoría de los militantes confederales en cualquiera de las 22 regionales
constituidas del Exilio francés. De ahí que lo que él cuenta puede servir
de referencia básica para ilustrar la vida de los exilados españoles, y
también de información de lo ocurrido en todas las regiones galas en las
que se ha dado el hecho histórico llamado «Exilio Español».
En su narración aparece el deseo de un hombre que no
cuenta sus andanzas para deslumbrar a nadie. Simplemente, a su manera, la
del «arranca pinos» o el «destripa terrones» como diría Alaiz, se dedica a
recordar actos, hechos y compañeros que durante muchos años han vivido
cerca de él, en un ambiente solidario en armonía con los deseos
revolucionarios que los habían animado a todos a partir de julio de 1936.
Las aspiraciones de entonces han sido sus acompañantes cotidianas y
perennes, y cuando las relata dejan aparecer un tono tranquilo, siempre
esperanzador, reflejo de los años en los que se implicó con desbordante
energía, siempre al unisono con los compañeros, a los que, a su manera,
hoy saca un poco del olvido.
A través de su relato aparece su tenacidad, con datos
importantes que han sido los que han animado a toda su generación para
dejar de lado las adversidades de toda índole que les ha deparado la vida.
Salieron de su tierra como pudieron y por tablas... Se apiñaron en Francia
para sobrevivir primero y mantener en alto sus aspiraciones. Tuvieron que
aprender otro idioma... Tuvieron que aprender otros trabajos; tuvieron que
volver a rehacer sus casas, y a veces requetevolver a hacerlas, en un
ambiente de hostilidad que duplicaba las dificultades. Pese a ello, con el
calor de los compañeros, en un ambiente de solidaridad muy por encima de
lo común, y siempre con sus convicciones en ristre, salieron adelante ante
la extrañeza de los franceses, incluidos los compañeros, que no llegaban a
comprender cómo esta clase de hombres podían dedicar tanto tiempo ayudando
a los demás para la resolución de los problemas del día a día.
Estos hombres son la ilustración viva de que la acción
militante y la solidaridad compartida, como lo han predicado toda su vida,
les ha traido a todos unas satisfacciones íntimas totalmente desconocidas
para los que abordan la vida de una manera egoísta. Sin contar, y esto es
la otra característica que los diferencia, que no han permanecido nunca a
la espera ni de la providencia, ni del Estado, ni de la compañía de
seguros.
El texto de Fortea contribuye a dejar jalones
necesarios para que la historia del Exilio Confederal vaya recuperando una
vigencia y unas características
más acordes con
las realidades vividas. Hasta ahora casi siempre se han privilegiado las
visiones restrictivas. En líneas generales los historiadores se han
limitado a utilizar calificativos facilones al estilo de «ortodoxos» o
«heterodoxos», contribuyendo así a establecer una cortina de humo que
puede dejarlos mal parados y deformar la historia de los exilados de la
CNT. El uso y abuso de estos vocablos, sobre todo el primero, ha servido
de comodín simplista para no entrar en el estudio de lo que, por
diferentes razones, o no se sabe, o no se quiere explicar. Así se llegó al
extremo de que en los primeros años de la llamada «transición», ser
exilado y de la CNT podía representar un handicap a todas luces injusto e
infundado, y totalmente en contradicción con lo que había sido la razón de
ser de toda una vida. En los primeros momentos se oyeron y leyeron
comentarios soeces y ligeros sobre el Exilio organizado, al mismo tiempo
que aparecían de manera concreta los desequilibrios entre lo que esperaban
los compañeros como «el maño» y las realidades de una Organización en las
que no se reflejaban las aspiraciones que contra viento y marea habían
logrado mantener intactas durante el alejamiento «físico» de España.
Pasado el primer desengaño, y como hay que
sobreponerse, los hombres de la CNT se sobreponen como lo hace Fortea.
Siempre presentes para reivindicar a la CNT, siempre presentes para asumir
y recordar el pasado, y siempre presentes como lo han hecho toda su vida,
para intentar abrir perspectivas de porvenir.
Si por ley de vida no tienen ya mucho futuro por
delante, lo que representan continúa teniendo la misma vigencia que tuvo
antaño, aunque los tiempos actuales sean otros, y el marco de vida
diferente. De alguna manera, la fidelidad a su pasado, iniciado en la
cuenca de Utrillas allá por los años de su juventud en 1930, lo hace
acreedor, así como a todos los compañeros de su generación, de una
serenidad que les permite mantener esperanzas de mejor porvenir para la
humanidad, y no sólo por aquello de que «la esperanza es lo útimo que se
pierde»...
Serenamente, sin aspavientos ni grandilocuencia, sin
presentar factura de ninguna clase, sólo contando normalmente sus
vivencias, Fortea y sus compañeros de «Exilio» pueden sentirse orgullosos
por haber tenido una vida densa, que les ha hecho atravesar el siglo sin
desmayo en la continua fidelidad de sus aspiraciones. Hasta el final
siempre han valorado en positivo las últimas palabras recogidas del
Congreso de la CNT de Zaragoza en 1936, que les han servido de motor todos
los días que ha durado su largo Exilio, y que quedan ahí como la
representación más coherente y digna, y siempre de actualidad:
«Que todo el que se sienta con inteligencia, arrestos y
capacidad mejore nuestra obra».
Floreal Samitier