na de las
características que debe tener todo Gobierno es la de minimizar sus
errores cuando éstos son tan evidentes que no pueden ser ocultados. Para
ello se dota de unos buenos charlatanes, bien a través de portavoces sin
un ápice de vergüenza o controlando de forma abrumadora los medios de
comunicación. El objetivo es idiotizar de tal forma al gentío que al
final parece que hay que agradecer que a uno le dejen sin trabajo o con
unas condiciones laborales precarias, que le ahoguen con un préstamo
hipotecario, que le resulte imposible llegar con su nómina a final de
mes o que le pringuen la costa de chapapote.
Al Gobierno español, becario de la Casa Blanca, la
marca negra que tiñe con crueldad el litoral gallego le ha pillado
desprevenido. Se creía que todo era tan fácil como llevarse el problema
mar adentro, pero la naturaleza, la sabia naturaleza, le ha devuelto el
golpe para que se sepa que, tarde o temprano, la mierda sale a flote y
pone al descubierto los tejemanejes que se traen en los despachos donde
se habla de dinero, nunca de dignidad.
Si el término marca negra ha quedado indisolublemente
asociado a esa gran mancha de fuel que más de una vez ha asolado zonas
geográficas del planeta gracias a los intereses económicos basados en el
petróleo, no es menos cierto que ese mismo término se podría asociar con
multitud de situaciones que a diario se producen. Pasan desapercibidas
porque no son visibles como una mancha viscosa de varios kilómetros
cuadrados amenazando el brillo natural de una playa, pero marcas negras
hace tiempo que cubren el espectro laboral en el que nos desenvolvemos,
como es el caso del rosario de anomalías detectado por el Tribunal de
Cuentas en la gestión que algunos sindicatos y empresarios hicieron de
fondos públicos a través de la Fundación para la Formación Continua de
Trabajadores (FORCEM), noticia que salió a la palestra hace unas semanas
y que ha dejado a más de uno con la desvergonzada tarea de, como si de
un Gobierno cualquiera se tratase, intentar explicar que no pasa nada.
El Tribunal de Cuentas habla de irregularidades
cometidas entre 1996 y 1998 tales como falsear los requisitos exigidos
para el acceso a subvenciones, costes por encima de la realidad en
materia de personal, suministros de bienes, servicios y amortizaciones,
facturas de realización de cursos inexistentes, financiación de cursos
de interés particular, la existencia de alumnos que han realizado varias
acciones formativas en una misma convocatoria... Ceñir las
irregularidades sólo a ese período es un error. Desde hace varios
lustros por las grietas del casco del barco en el que navega a la deriva
el sindicalismo institucionalizado se pierde fuel. Esto era un secreto a
voces, sabido por todos los que tenemos un mínimo de inquietud social y
que no paramos de hacer públicas estas tropelías, porque aunque no
dispongamos de documentos o datos que confirmen lo evidente, sí podemos
dar testimonio en primera persona de cómo se tejen estos embustes:
"Corría el mes de Julio del año 1998 y me llamaron
del Colegio de Formación Profesional de los Salesianos de Deusto donde
cursé mis estudios de Electrónica para saber si estaba interesado en
realizar un curso que comenzaría en Septiembre. 'Tras el curso, según me
dijeron, entraría a trabajar en una empresa de telecomunicaciones
subcontratada por Telefónica Así es como el mes anteriormente indicado
hice un curso, junto a cerca de un centenar de personas a las que habían
avisado como a mi. Algunas de estas personas eran compañeros de estudios
y otras no tenían nada que ver con el colegio, ni siquiera con las
telecomunicaciones. El curso duró un par de semanas y fue impartido por
dos empleados de Telefónica de cuya capacidad comunicativa prefiero no
opinar. El curso sin entrar en demasiados detalles, constaba de una
parte teórica y otra práctica dentro de las centrales de Telefónica,
alrededor de ocho horas diarias muy desaprovechadas, lo que supuso, como
mucho, ochenta horas de duración total Una vez terminado, todos fuimos
contratados por la empresa Amper Servicios SA, perteneciente al grupo
Amper. Seis meses después, a algunos trabajadores se nos entregó, ante
nuestra sorpresa, un certificado que acreditaba que habíamos realizado
un curso del INEM de Técnico en Instalaciones de Sistemas de
Comunicación, del 8 de Agosto al 30 de Octubre de 1998 y de una duración
de 300 horas ".
Ahí queda eso.
Tomado de Aquí Mando Yo nº22