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Decía
Coelho que cuando deseas algo de corazón el Universo conspira para hacer
realidad tu sueño. Corría el mes de noviembre del año 2002 de nuestra era y
nadie quiso nada de corazón. La desidia y la despreocupación invadieron los
despachos en los que se tomaban decisiones y, en consecuencia, el Universo
no conspiró para evitar nada. Lo evitable se tornó inevitable, la
complicación se tornó desastre y el accidente se tornó catástrofe. En ese
momento la lágrima cayó... en el chapapote.
"Con la ayuda de Dios todo se arreglará" rezaba
la desvergonzada senilidad del gobernante, quien no supo ver que tal vez su
Dios pudo haberse hecho hombre, y el hombre voluntario, y sumó fuerzas y
acudió a las playas... pero la despótica ceguera del gobernante pretendía
unas playas limpias de gente, pues en función de la versión oficial allí no
había otra cosa, no había mancha, no había asfalto, no había marea negra.
Finalmente se dio la orden... y la policía cargó, rememorando sus más grises
episodios de antaño.
Pero esas historias no nos interesan, esa
prensa no se vende bien, así que todo ha de quedar en yermas vivencias de un
pescador anónimo que nunca ha salido en las estadísticas.
Con la tercera marea negra se pudo abrir la
boca y empezar a llamar a las cosas por algo parecido a su nombre, previo
sometimiento a filtro de lo políticamente correcto. De este modo, un error
fruto de la más absoluta inoperancia pasó a llamarse de manera oficial "la
mejor de las soluciones posibles". Entonces se hace patente que lo más
importante es dejar claro que no tenemos ministros, sino seres supremos y
por definición, así se caiga el mundo que éstos nunca se equivocan. Así
pues, lejos de que a nadie se le ocurra pensar que el Estado en esta ocasión
ha preferido esconder la cabeza en la arena y que por eso ha sido el
ciudadano de a pie quien ha tenido que tomar la iniciativa, lo oficial pasa
por vocear que el Ministerio de Medio Ambiente está desempeñando una
admirable labor de coordinación de todo el voluntariado, porque claro, no
olvidemos que "España va bien", o por lo menos su España, esa que tiene el
acento en la "p", siempre ha ido viento en popa, y por eso se entiende que
lo más natural del mundo es que la población civil acuda a limpiar la
porquería que jamás debería haber llegado.
Es más, aún se permiten la desfachatez de
juzgar y en ocasiones menospreciar a los diferentes colectivos que han
decidido tomar parte activa en la solución del problema. De este modo, el
ciudadano de bien, es aquel que acude a las playas a poner su granito de
arena y a lamentarse de la desgracia propiciada por el destino, y será
tenido como ingrato y conflictivo aquel que además plantee una visión
diferente del problema, aquel que (pobre ingenuo) plantee la posibilidad de
que el Estado se haya equivocado y haga alguna manifestación en ese
sentido...
Pues sepan, señores de la poltrona, que un
servidor estuvo allí. Pero no por sentirse buen ciudadano, no por lamentarse
del trágico y casual destino, sino porque, igual que miles de compañeros,
hemos temido la catástrofe, hemos observado impotentes la pasividad de quien
la podía evitar, y se nos ahoga el alma con cada segundo de información
filtrada que se difunde por los medios de comunicación. Muchos de nosotros
nos bañábamos antaño en esas mismas playas, visitábamos el litoral y
disfrutábamos de la calurosa hospitalidad de las gentes de Galicia,
albergamos los más entrañables recuerdos, recuerdos de nuestros amigos, de
los no tan amigos, vivencias de un verano ya lejano, e incluso alguien
tendrá su primer amor en esas tierras... Y de repente la despiadada guadaña
de la sinrazón política ha convertido el litoral en una auténtica naturaleza
muerta, en un lugar donde hoy no se puede vivir del mar, en donde hoy se
malvive. Porque donde hay petróleo no hay peces, ni moluscos, ni quien los
recoja del mar. Y si el pescador no pesca tampoco vende, y si no vende no
tiene dinero que gastarse en el carpintero, o en el arquitecto, y la rueda
empieza a girar hasta que cae por su propia inercia y lo único que queda es
salir por pies con lo puesto, emigrar a algún sitio en donde el Universo
haya conspirado para que ningún ministro deba tomar fatídicas decisiones.
Por eso ves el luto que se cierne sobre las
costas y al momento entiendes que necesitas estar ahí. Necesitas quitar el
fuel con tus propias manos, codo a codo con el resto de voluntarios, sin
dejar que nadie te cuente ninguna versión oficial, necesitas oler el hedor
del producto y comprobar que esas tierras, aún habiendo quedado dejadas de
la mano de Rajoy, van a perdurar, porque al principio albergas tus dudas,
pero regresas a casa sabiendo que vas a volver, y volverás con más gente, y
con más entusiasmo, porque a estas alturas ya sabes que no has ido a
intentar nada: has ido a ganar la batalla al fuel. Sabes que es cuestión de
tiempo, en algún momento la administración dejará de entorpecer y entre
todos habremos corregido lo que nunca nadie debería haber permitido.
¡Compañeros, NUNCA MAIS!
el_califa |
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