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Fotografía: Eduardo Rodríguez Ochoa

Cosa de anarquistas

Idiotas y Corruptos

Eduardo Haro Tecglen

Dijo el delegado del Gobierno en Valencia que la explosioncilla de un sobre con pólvora en Valencia debía de ser "cosa de anarquistas". Hay asociaciones de anarquistas y un sindicato que va teniendo cierta fuerza (CNT); podrían denunciarles por atribuirles un delito perseguible de oficio. No está en su configuración la denuncia; por su vieja condición de denunciados, entre otras personas de armas, por los gobernadores civiles (delegados de Gobierno, ahora, ¿qué más da?. Uno de ellos los mataba; Martínez Anido, en Barcelona, inventó la "ley de fugas"). Pero estos gobernadores no se resisten a resistirse al culpable colectivo: si este petardo no es de ETA, si no se debe hablar de comunistas o rojos, hay que rebuscar, y los anarquistas siempre han servido.

Los humoristas los dibujaban sobre unas bombas redondas, con barba rusa y gorro de mujik: por

la lucha contra el zar. Como Netchaev, autor de un catecismo del revolucionario, donde, en realidad, se anhelaba una vida de confraternidad y paz. El Estado es el terrorista, decían. Un libertario, que aún vive, decía que el terror y la violencia sólo se entienden como obra de quien se siente forzado a ello, "sin ilusión y sin énfasis", "haciéndose violencia a sí mismo y aterrorizándose de su condición, ése es, si no un revolucionario, al menos, un ciudadano lúcido" (Savater, Para la anarquía, serie Los libertarios, Tusquets). Ni en eso creo. Por conciencia: y por razón material, la de que el terror del Estado es más fuerte y siempre gana; puede más Bush que Sadam.

La palabra "anarquistas" es adecuada para colocar en un contexto de "rojos satánicos" al que mandó el sobre cargado. Hay una variante, que ha empleado un próximo al delegado del Gobierno: "radicales". Aquí los radicales fueron de derecha: el partido de Lerroux, demagogo absurdo unido a Gil Robles, demócrata cristiano, que pretendió crear un fascismo republicano, en 1934. Es en el inglés americano en el que se dice "radicales" para los rojos satánicos. Ya mataron ellos a algunos, como a Sacco y Vanzetti, pobres inocentes electrocutados en 1927. Bien, cualquier imbécil revuelto puede haber hecho la bombita de Valencia, anarquista o radical o lo que sea: pero un poco de respeto para las ideas fraternales como la anarquía.

Publicado en El País (Andalucía) 26/05/03

Arriba lucha antifascista

Moncho Alpuente

Este súbito aflorar de los vertidos inmobiliarios y los residuos especulativos en la Comunidad de Madrid ha sembrado el llanto y el crujir de dientes entre el traicionado Simancas y sus acólitos, mientras sus rivales fingían rasgarse las vestiduras y hacían grandes aspavientos y ensayaban gestos de falso estupor ante el escándalo como buenos fariseos.

Asamblea de hipócritas que, a derecha e izquierda, fingen desconocer las ubicuas tramas, los negocios sucios de la construcción que les sirvieron, les sirven y les servirán para financiar sus partidos cuando no para financiarse a ellos mismos y a sus familiares y amigos. Culpables, encubridores, o idiotas, bastan estas tres categorías para clasificar a todos los que participan en el juego. Los culpables, manipuladores por la base y por la altura, se enriquecen a costa del patrimonio público y los encubridores miran hacia otra parte, se sonrojan, en privado, y contribuyen, por pasiva, a que el tinglado de la vieja farsa continúe.

Nunca te sientes al lado de Balbás, advertían los socialistas veteranos a los neófitos en la Asamblea. Ellos ya conocían a los Iscariotes y sabían de sus trampas y de sus fraudes, pero consentían "por el bien del partido", por la seguridad de sus escaños y sus sueldos y con la coartada, infame coartada, de que los trapos sucios se lavan en casa y, como no quedan limpios, se guardan en el fondo del armario y nunca se exponen en el tendedero público, a no ser que no quepa otra opción, como en este caso.

Estos días, todos se quieren hacer pasar por idiotas, en el Partido Socialista y en el Partido Popular todos compiten por ser el más idiota, ingenuo, iluso, o inocente y descargan sus culpas en los otros. Si Simancas desconocía las actividades de Balbás, Tamayo y sus colegas dentro de la Federación Socialista Madrileña se haría merecedor al título de idiota, y un idiota, incapaz de ver la que se está montando ante sus narices, no se merecería ser presidente ni siquiera de una comunidad de vecinos.

En cuanto a Esperanza Aguirre, aunque en su etapa al frente del Ministerio de Cultura diera pruebas abundantes de ignorancia y estupidez, está claro que tiene excelentes asesores junto a ella, en el partido y en su propia familia, relacionada con negocios de construcción y especulación en la misma Comunidad que aspira a presidir. La elección está servida: ¿Idiotas o corruptos? Usted mismo.

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