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Fotografía: Eduardo Rodríguez Ochoa

¿Nuevas Internacionales?

Redacción

 

Es algo innegable que la crisis de la izquierda política, manifiesta desde hace más de treinta años, pero crucial y flagrantemente operativa en sus negatividades en los actuales momentos, es la causa o acicate de esas difusas actitudes que creen, o más bien quieren encontrar para estos males su bálsamo de Fierabrás en nuevos conglomerados políticos o sucedáneos de los mismos, sin plantearse que la medicina que proponen, tal como la proponen, no podría, a la larga, dejar de conducir a las mismas patológicas situaciones sociales que, subjetivamente, pretenden superar. Nos referimos, por ahora, a dos propuestas que, a lo mejor, de forma tácita o no tan tácita, encubren una subrepticio proyecto de encuentro estratégico, que sólo dejaría ver la punta del iceberg, por ejemplo, en una fuerte protesta de uno de los prohombres de la escisión "anarcosindicalista" gallega aparecida, hace un tiempo, en su órgano La Campana, en la que esa persona arremetía contra el secretismo de la CGT respecto a una reunión de ésta con elementos extraoficiales del campo comunista, cuyo objeto fuera la verificación de entendimientos estratégicos. No se pudo saber más de esto, pues la explicación que se prometía para el número siguiente sólo fue una salida por peteneras, y mutis por el foro. En realidad, esto último, oculte lo que oculte o deje de ocultar, tiene más bien importancia sólo en el campo de lo anecdótico, pues las conclusiones reales pueden y deben extraerse de los análisis expresos que esas y otras diferentes formaciones estén presentando en torno a la cuestión de la forma de organización internacional del proletariado. Nos vamos a referir aquí a los proyectos expresos del trotskismo y del escisionismo en el campo del anarquismo y del anarcosindicalismo.

Respecto a los primeros, tomamos los datos del artículo de Michael Löwy, Reflexiones sobre la posibilidad de una nueva Internacional. ) Por una Quinta Internacional?, que explica de forma transparente cómo los hombres de la IV Internacional buscan dar a ésta por finiquitada en aras de una formación más amplia, para la que no ven todavía construidas las entidades políticas precisas, pero que imaginan podrían estar construyéndose a partir de la vitalidad demostrada por los movimientos sociales en la actualidad. Familiarizados con el zapatismo de Chiapas, se apoyan sobre todo en el Movimiento de Resistencia Global (MRG) a partir de Seattle, y no hacen asco ninguno al Foro de Porto Alegre ni al Foro Social Europeo, en los que reconocen la necesidad de su heterogeneidad, con el argumento de que "la diversidad puede ser un obstáculo, pero también una riqueza", aunque, como formación marxista que se titula revolucionaria, ante posiciones como la de ATTAC, en su defensa y "regulación" de un "capitalismo de rostro Humano", no pueden dejar de reconocer la necesidad de un proyecto alternativo que vaya más allá del capitalismo y que pueden ver prefigurado en la "Izquierda anticapitalista europea", en la que la italiana Rifondazione Comunista y la francesa LCR confluyen con otras agrupaciones minoritarias continentales. Afirman también que el socialismo al que apuntan ha de ser "un socialismo desde abajo, autogestionario"; que hay que integrar, selectivamente, aportes positivos de la Internacionales históricas; que la fuente de inspiración podría ser la I Internacional, y que, en todo caso, la nueva ha de ser "flexible, abierta, no burocrática". Sin embargo, reconocen que la primera tarea debe ser, aprendiendo del "zapatismo" chiapaneco, el fortalecimiento del Movimiento de Resistencia Global (MRG), con lo que parten de los Foros mencionados, de su carácter altermundista y de su voluntad de buscar "un mundo en el que quepan muchos mundos".

El trotskismo, dentro de la óptica marxista, nunca fue capaz de explicar con claridad las relaciones entre la infraestructura económica y la superestructura ideológica, y, con su forma especial de valoración del papel de la burocracia, deja desatendidos espacios de importancia capital en el desarrollo de los procesos político-sociales. En el caso que comentamos, transparece la misma deficiencia: indefinición de papeles y tareas, de presupuestos básicos concretos que deban corresponder a determinadas finalidades, lo que origina la consecuente vaguedad y confusionismo que no pueden dejar de llevar a las "lecturas", casi siempre plinto de enfrentamientos y bases escisionistas. Ven la necesidad de un proyecto unitivo que vaya más allá del capitalismo, pero colaboran en planteamientos simplemente "reguladores" del capitalismo, y no sólo eso, sino que, quizá por debilidad ideológica y sin matices críticos para una posición como la de Petras respecto a América Latina, no hacen asco ninguno a procesos como los que terminan conformando, para la tríada Brasil-Venezuela.-Ecuador, el eje Lula-Chavez-Gutiérrez, a pesar de que, ostensiblemente, se trata de un eje destinado a servir de puente entre el Foro de Porto Alegre y el Foro de Davos...

Si se trata de aprender de la historia, parece que la pregunta inicial a plantear es la de si las Internacionales se originan por una necesidad de unidad o de ruptura, o, de otra manera, si han de tener un carácter genérico o específico. Visto grosso modo, de las cuatro Internacionales históricas parece que sólo la primera tendría, en origen, un carácter genérico, que mantendría hasta 1868 (Congreso de Bruselas), en que se convendría la propiedad colectiva de los medios de producción. Pero, desde entonces hasta su ruptura en 1872 (Congreso de La Haya), la cosa no haría más que enconarse, en su seno, en torno al cómo de la gestión de esa propiedad colectiva. Ya en septiembre de ese mismo 1872, en el congreso de Saint Imier, del grupo no marxista, se define: lucha contra el Estado capitalista por una sociedad sin Estado; los medios, de esa lucha serán económico-sociales, nunca políticos. En 1889, Engels definirá la especificidad de la II: finalidad, Estado socialista a través de medios políticos en el estado capitalista. En 1919, la III Internacional negará a las dos anteriores, especificando sus fines: Estado comunista; y sus medios: dentro y fuera de los ámbitos políticos del estado capitalista, revolución y dictadura del proletariado. Igualmente, en 1938, la IV Internacional, trotskista, se erigirá como negación antiburocrática de la III.

La enseñanza fáctica que se desprende de estos planteamientos es que la ruptura sobreviene a planteamientos de una unidad que deja de serlo. ) Razones de ello? ) Sobreviene la separación por insuficiencia de clarificación en los planteamientos de origen o causada por un desviacionismo de motivación externa? Ambas cosas, sin duda, pueden intervenir separada o conjuntamente en el fenómeno, pero la pregunta quizá pueda realizarse de manera más clarificadora desde el punto de vista de la relación entre medios y fines. Si se parte de que éstos son de naturaleza diferente y de que, a priori, cualquier medio podría intervenir positivamente en la culminación de un fin determinado, de ello podría extraerse la conclusión de que la postulación unitaria es, subjetivamente, pertinente, si no para fines absolutos, sí para fines intermedios o relativos. Si, por el contrario, como es nuestro caso, se estima, en términos de objetividad, la igualdad de naturaleza entre medios y fines, entonces se rechaza que formaciones político-sociales con metodologías de funcionamiento interno y externo diferentes, y por lo tanto con fines diferentes, puedan constituir partes integrantes de un todo unitario.

Si hacemos intervenir en la terminología los conceptos de táctica y estrategia, no se podrá dejar de convenir en que los pasos encaminados a la formación de una Internacional obrera han de ser necesariamente de carácter estratégico, y por lo tanto afectan a los fines de cada organización componente. No pueden, por tanto, formar parte de la misma Internacional organizaciones con fines diferentes, por ejemplo, un comunismo de Estado, por ello, autoritario, y un comunismo sin Estado, o sea, libertario. De este modo, ninguna organización anarquista podría formar parte de una simple Internacional anticapitalista, ya que la superación del capitalismo plantea, instantánea y simultáneamente, la cuestión de la forma de sociedad de nueva instauración. En las organizaciones anarquistas, su estructura es de carácter celular multiplicativo, quiere decir, que, desde la primera organización social o económica hasta la última, es la misma repetida en diferentes ámbitos. Únicamente a ese título, entendemos los anarquistas, no puede darse dominación de un individuo por otro, de un grupo por otro, de una parte de la sociedad por otra. Las organizaciones anarquistas no podrían renunciar a esto sin negarse a sí mismas. Es así como, en las Internacionales anarquista o anarcosindicalista, los estatutos de las organizaciones componentes han de ser homogéneos y congruentes con los de la propia Internacional que, previamente han sido objeto del pacto federativo de coincidencia. Esto no quiere decir que no puedan existir circunstancias de trabajo común con otras organizaciones, pero han de ser carácter matizado, tangencial y externo, de manera que la estructura organizativa, la esencia íntima de la organización y la independencia de fines no se vean en ningún caso comprometidas.

En cuanto a la "internacional paralela" de la AIT u otras que pudieran surgir en campos adyacentes y que vienen, desde años, intentando forzar un determinado desarrollo, valiéndose del confusionismo reinante en la crisis de la "izquierda", no representan sino la voluntad contradictoria de pretender ocupar un espacio social e ideológico que saben muy bien que no les pertenece, obligándolos al uso y abuso continuado de una retórica que se demuestra constantemente vacía, al ser confrontada con los hechos que, en su práctica social, los definen: actitud electoralista, en el campo sindical y municipal, colaboracionismo estatalista, comités, "liberados", subvenciones, afiliación de miembros de estructuras represivas del Estado.... Prisioneros de la doblez de su lenguaje, no son ni capaces de sostener teóricamente sus propios actos, llegando a profesar una esquizofrenia práctica de la que no puede augurarse nada positivo ni siquiera para ellos mismos. Por ello, moviéndose en el campo del engaño, sus pretensiones no pueden ir muy lejos. Más bien pronto que tarde, aquellos que hoy son víctimas de sus falsos discursos llegarán a la conciencia de su estado y serán sus propios contradictores.

Arriba lucha antifascista

 

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