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Más muertos inocentes por la policía |
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E n repetidas
ocasiones y desde estas mismas páginas, nos hemos venido haciendo eco de
desmanes policíacos de género diverso que van desde la tortura y la dureza
represiva hasta el pisoteamiento de la dignidad humana y la privación de
vida a seres inocentes con abuso de autoridad, de fuerza física y de
prepotencia. El sistema legal se demuestra escrito en tres clases
diferentes de caracteres: letra grande, que, junto a la apariencia
de garantizar algunos derechos generales y de bulto, exhibe de forma bien
visible todos los aspectos restrictivos y prohibitivos; letra chica,
para aquellos que, sabiendo leer y teniendo tiempo y medios para ello,
pueden ampliar un tanto el campo de algunos derechos camuflados en las
hurtadillas de lo pequeño; y finalmente, letra invisible en la que
se escriben toda clase de licencias para conculcar la propia ley,
amparándose, siempre soto voce y oficiosamente, en lo que llaman
eufemísticamente «razones de Estado». Este tipo de licencias, inefables
porque está vedado el mentarlas, son las que privan en lo que algún
político de renombre, no para censurarlas y combatirlas, sino para
desmarcarse subjetivamente de ellas, calificó como «las cloacas del
Estado». Ahí es donde la «licencia para matar» está a la orden del día. El
resultado es siempre muertes de inocentes, lo que constituye un crimen de
lesa humanidad, que se multiplica con otro crimen añadido, igualmente de
lesa humanidad porque insulta a la inteligencia de todo ciudadano, a
saber, las inverosímiles versiones oficiales de los hechos.
Algunos ejemplos muy recientes ( la fuente siempre
son los medios de comunicación. En estos casos,
concretamente EL PAÍS): En el cuartelillo de la Guardia Civil de
Punta Umbría (Huelva), fallece un joven de 23 años. Hechos, en
versión oficial: un control lo detiene de madrugada y le incauta 8,9
kgs. de hachís que llevaba en su coche, en el que viajaba con un amigo. En
la mañana, cuando el padre del detenido lo visita en el cuartelillo, el
joven le da 150 euros «que llevaba ocultos» (¡!), pero un guardia civil lo
quiere impedir y el «detenido agredió al guardia, preso de un fuerte
estado de nerviosismo». El médico de guardia (¿?) suministró
«posteriormente» un tranquilizante al detenido. Al día siguiente aparece
muerto en el catre del calabozo. Informe del forense: «muerte natural,
posiblemente por reacción adversa a tóxicos»
En Zaragoza, un policía mata a un hombre de 34
años. Hechos, en versión oficial: la policía vigila (no se dan
razones de la vigilancia) la casa de la madre del muerto. Éste, «se siente
acorralado» (¿dónde?), intenta huir en su coche (¿por qué no fue detenido
antes de entrar en él?), hay dos policías en la ventanilla derecha del
coche y otro en la ventanilla izquierda (no se menciona si pistola en mano
o no ni por qué), «el hombre abrió violentamente la puerta y golpeó el
arma (¿?) del agente que estaba junto a ella (¿?). Fue entonces cuando se
produjo el disparo fortuito que le alcanzó el tórax y acabó con su vida.»
En Melilla, un joven marroquí de 19 años, por
disparo de un guardia civil, pierde un riñón. El disparo (¿?) le afecta
también al hígado y a la vena cava, dejándolo en estado de extrema
gravedad. Hechos, en versión oficial: marroquíes tratan de pasar
mercancía a Melilla «a través de la valla de seguridad en la zona
fronteriza»...»se produce un tumulto y el agente dispara al aire para
dispersarlo» (no se dice dónde). Los marroquíes responden con piedras (¿?)
a los disparos, el agente recibe una piedra en la sien (¡!) «que le hace
perder el control del arma». Resultado: lo arriba referido.
En la provincia de Cuenca (entre Zarza de Tajo y
Santa Cruz de la Zarza), el disparo de un guardia civil mata a un joven de
20 años. Hechos, en versión oficial: dos jóvenes, de 20 y 30 años,
acusados de robo de vehículo fueron detenidos en una carretera «muy
estrecha» por la guardia civil. Los agentes sacaron a los jóvenes del
coche y «los pusieron en situación de seguridad» (o sea, se supone que los
esposaron o encadenaron debidamente, «para evitar que hicieran uso de
algún arma, si es que la llevaban «. ¿Acaso los cacheos no pueden
determinar ese extremo?). Al parar un camión que se avecinaba por la misma
carretera, a un guardia civil (no explican cómo) se le disparó el arma
reglamentaria. La bala impactó en una piedra del suelo «donde quedó
aplastada» (he aquí la prueba definitiva de que la bala fue a tierra),
pero ¡ah, fatalidad terrible!, la piedra impactada «se fragmentó en varias
esquirlas y una de ellas alcanzó al joven bajo la clavícula. La esquirla
le interesó el corazón». Peregrina situación la de la esquirla, pero aun
mayor rareza es que el corazón esté debajo de una clavícula, que tiene su
posición por encima de la primera costilla, siendo así que el corazón
ocupa el centro de la cavidad torácica terminando por debajo del quinto
costillar. Aunque expresión lo que se dice inexacta no lo es del todo la
oficial, porque, al fin y al cabo, también el dedo gordo del pie está
debajo de la clavícula, y, en todo caso, aun es más difícil todavía que un
corazón directamente herido permita algunas horas de vida (el joven
«falleció a las pocas horas»).
La cosa no necesita mayores comentarios.
Redacción |
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