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Editorial de la Redacción |
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La eterna vida de los fusilados
A las Madres de Plaza de Mayo
F ui
guerrillero en los años ’70, y, antes, desterrado por la ley de extranjería.
Cuando nací, ya traía en mi cuerpo la pólvora de la bala ciega que me mató
por anarquista en la huelga de peones patagónicos. Me sacaron a bastonazos
de la universidad cuando Onganía, y caí preso por patear el tablero del Gran
Acuerdo Nacional. Me desaparecieron en la noche militar del año ’76 junto a
miles de mujeres y hombres como yo, católicos y no, villeros y amas de casa,
militantes sindicales y de organizaciones armadas, estudiantes y médicos y
albañiles, todos revolucionarios. Mi sangre toda roja manchó aun más el
suelo apenado de la patria y todavía se niega a ser lavada por las tercas
lluvias que siguen lloviendo en el sur. Sin embargo, volví a la vida en la
lucha de mi madre, madre a su vez de mis 30000 compañeros desaparecidos.
Asistí impasible a la impunidad. Vi en el sol del pañuelo blanco de mi madre
la tenaz resistencia de mi pueblo al chantaje, al olvido, al perdón. Fui
amado hasta la raíz cada vez que las Madres de Plaza de Mayo se negaron a
recibir dinero y cargos políticos a cambio de mi vida. Fui niño otra vez en
el sueño de mis hijos; crecí sorprendido y alegre en la rebeldía de la
juventud de mi país lleno de América Latina, en los trabajadores
desocupados, en los obreros que enfrentan a los mismos burócratas sindicales
que fueron cómplices de mi desaparición.
Ciertas partes de mí están encerradas en la injusta
prisión que aún hoy sufren mis compañeros presos políticos. Sus palabras y
pensamientos de libertad vuelan conmigo desde el fondo de las oscuras
mazmorras donde sobreviven, llevando consigo el mismo deseo, la misma
convicción, que tuvieron mis hermanitos fugados de la cárcel de Rawson,
masacrados en Trelew, vueltos al combate miles de veces.
Desaparezco otra vez en la muerte inexcusable,
incomprensible, de los cien niños que cada día, todos los días, suben al
cielo sus vocecitas de leche con vainillas, asesinados por la riqueza de los
capitalistas y su secuela de hambre y enfermedad para las cuatro quintas
partes del país.
No obstante, siempre estoy volviendo a la vida. Mi eterno
regreso es consecuencia de la lucha, de la entrega, de la dignidad, de mi
pueblo. Un día que fue 20 y era diciembre de 2001, regresé con fuerza a las
mismas calles donde amé y me quisieron, donde me escondí del enemigo
militar, donde fundé junto a mis compañeros las cien siglas del sueño
revolucionario. Tiré a las patrullas policiales piedras recogidas en la
gesta del Cordobazo. Me fusilaron por la espalda en la exacta esquina donde
antes conspiré contra el régimen instituido.
Caí treinta y pico de veces aquel solo día de diciembre,
y me levanté tantas otras como cacerolazos hubo durante todo aquel verano.
De los golpes que la caballería les propinó a las Madres aquel día, saqué
para callos duros donde ahora rebotan los palazos de las fuerzas de (in)seguridad.
Fui al Puente Pueyrredón cierto mediodía frío de junio, y me mataron otra
vez, y fui parido nuevamente en los hornos de la empresa Zanón, y en las
costuras de las compañeras de Brukman, y en los cortes de ruta de la Verón y
el MTR. Concurrí otra vez a mi propia muerte, cuando los traidores se
sentaron a comer a la mesa servida con mi asesinato. |
Última
hora
Los negocios de la Iglesia
S e
da avío a la pugna dineraria entre el obispo de Córdoba y el
amo y señor de Cajasur, el cura Miguel Castillejo. El
prelado había vetado la actuación del susodicho cura, a la
vez que le ordenó escuchar de inmediato sus buenos oficios,
pero el díscolo Castillejo, consciente, al parecer, de su
fuerza dineraria, dicen lenguas que optó por buscar recurso
en las alturas, tomando avión rumbo a Roma y rodeado del
séquito habitual. De la reunión vaticana nada se sabe, como
es propio. Mas alguna «salida» parece, según dichos, haber
hallado la santa cordura de los altos dignatarios cabe el
Tiber , en beneficio de todos sus, igualmente, santos
querellantes, y, en tal caso, también del dios que los
alumbra, lo que quiere decir en beneficio de ninguno de
nosotros.
Corre ya la especie
de que la jugada vaticana se resuelve así: al incómodo
obispo, autoridad suprema en la provincia, se le «asciende»
al Arzobispado de Granada, dejando plaza libre para algún
mansueto que acoja con mayor benevolencia las «espirituales»
indicaciones del cura Castillejo.
Asegurado así el
reino del más allá, lo suyo era hacer los ajustes precisos
en el reino del más acá. |
Burócratas de
centro izquierda, de centro derecha, sacaron personería jurídica para
subsidios con el testimonio de mi cabeza estallada en mil pedazos por la
bala de una itaka policial.
Ellos piensan que me matan definitivamente así, tallando
mi nombre en una placa de mármol, haciendo fingidos minutos de silencio,
cantando el himno en nombre de la paz que me mató aquel 20 de diciembre.
Pero se equivocan otra vez. No saben que mi vida siempre
es otra cosa, que cuando ellos van, yo ya fui y vine cien veces, de la ruta
cortada al puente incendiado, de la rectoría tomada por los estudiantes a la
fábrica expropiada al ex-patrón. Mi yo, lleno de gente, ya no tiene nombre
ni apellido; ahora es viento que sopla desde atrás del corazón herido de mi
pueblo, rengo de balazos pero regado también por sueños, por la memoria
indócil de la rebeldía, por el deseo de cambiar la vida y vencer la
indignidad capitalista. No hay cajón que encierre la estrella de mi ensueño
ni muerte que detenga todo lo que todavía tengo para vivir, exactamente
todos los siglos que le quedan a mi pueblo para seguir haciendo historia.
Demetrio Iramain |
Declaración de principios PNAC
3 de Junio de 1997
L a
política exterior y de defensa americanas va a la deriva. Los conservadores
han criticado las políticas incoherentes de la Administración Clinton.
También han resistido los impulsos aislacionistas dentro de sus propias
filas. Pero los conservadores no han adelantado con confianza una visión
estratégica del papel de América en el mundo. No han establecido más líneas
maestras para la política americana. Han permitido diferencias sobre las
tácticas para oscurecer un acuerdo potencial en objetivos estratégicos. Y no
han luchado por un presupuesto de defensa que pueda mantener la seguridad
americana y avanzar los intereses americanos en el nuevo siglo.
Aspiramos a cambiar ésto. Aspiramos a hacerlo así y
reunir apoyos para el liderazgo global americano. Cuando el siglo 20 se
acerca a su fin, los Estados Unidos se mantienen como el poder mundial por
excelencia. Habiendo llevado a Occidente a la victoria durante la Guerra
Fría, América se enfrenta a una oportunidad y un reto: ¿tienen los Estados
Unidos la visión de construir sobre los logros de décadas pasadas? ¿tienen
los Estados Unidos la decisión de dar forma a un nuevo siglo favorable a los
principios e intereses americanos?.
Corremos el riesgo de desperdiciar la oportunidad y
fracasar en el reto. Vivimos del capital – tanto de las inversiones
militares como de los logros en política exterior- construido por las
administraciones pasadas. Los recortes en asuntos exteriores y gastos de
defensa, la inatención a las herramientas del aparato del estado, y un
liderazgo inconstante, están haciendo cada vez más difícil mantener la
influencia americana alrededor del mundo. Y la promesa de beneficios
comerciales a corto plazo amenaza con dejar a un lado las consideraciones
estratégicas. Y la consecuencia, estamos amenazando la capacidad de la
nación para enfrentarse a las amenazas presentes y para manejar los retos
potencialmente mayores que esperan en el futuro.
Parece que hemos olvidado los elementos esenciales del
éxito de la Administración Reagan: un ejército que es fuerte y está
preparado para enfrentar tanto los retos presentes como los futuros; una
política exterior que audaz y resueltamente promociona los principios
americanos en el extranjero; y un liderazgo nacional que acepta las
responsabilidades globales de los Estados Unidos.
Por supuesto, los Estados Unidos deben ser prudentes en
como ejercen su poder. Pero no podemos evitar de manera segura las
responsabilidades del liderazgo global o los costes que están asociados con
este ejercicio. América tiene un papel vital en el mantenimiento de la paz y
la seguridad en Europa, Asia y Oriente Medio. Si eludimos nuestras
responsabilidades, invitamos a desafiar nuestros intereses fundamentales. La
historia del siglo XX debería habernos enseñado que es importante moldear
las circunstancias antes de que emerjan las crisis e ir al encuentro de las
amenazas antes de que lleguen. La historia de este siglo debería habernos
enseñado a abrazar la causa del liderazgo americano.
Aspiramos a recordarles a los americanos estas lecciones
y a que extraigan sus consecuencias para el día de hoy. He aquí cuatro
consecuencias:
. necesitamos incrementar el gasto en defensa
significativamente si vamos a llevar a cabo nuestras responsabilidades
globales de hoy y modernizar nuestras fuerzas armadas para el futuro;
. necesitamos fortalecer nuestros lazos con los aliados
democráticos y retar a los regímenes hostiles a nuestros intereses y
valores;
. necesitamos promover la causa de la libertad política y
económica en el extranjero.
. necesitamos aceptar la responsabilidad del papel único
de América en preservar y extender un orden internacional amigo de nuestra
seguridad, nuestra prosperidad y nuestros principios.
Tal política estilo Reagan de fuerza militar y claridad
moral puede no estar de moda hoy en día. Pero es necesaria si los Estados
Unidos van a construir sobre los éxitos de este siglo pasado y asegurar
nuestra seguridad y grandeza en el próximo.
Traducción de Lola
Elliott Abrams,
Gary Bauer, William J. Bennett, Jeb Bush, Dick Cheney, Eliot A. Cohen, Midge
Decter, Paula Dobriansky, Steve Forbes, Aaron Friedberg, Francis Fukuyama,
Frank Gaffney, Fred C. Ikle, Donald Kagan, Zalmay Khalilzad, I. Lewis Libby,
Norman Podhoretz, Dan Quayle, Peter W. Rodman, Stephen P., Rosen Henry, S.
Rowen, Donald Rumsfeld, Vin Weber, George Weigel, Paul Wolfowitz. |
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