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Anarquismo desde la militancia

 

Luis

...Dentro de la racionalidad interna de la tradición libertaria se encuentra la idea de que es necesaria una conciencia de la opresión social por parte de los oprimidos que pretenda la transformación de todas las esferas de la vida individual y colectiva... 

Derechos para Tod@s

 


...sentimos la necesidad de la coordinación y la importancia del acercamiento entre los afectados directos de las políticas migratorias y las organizaciones preocupadas por los problemas de la emigración clandestina......

La Lex Romana, base de la jurisprudencia actual

Grupo Anarquista «Ideas y Acción»

...Decía un Juez portugués desplazado a Timor Oriental en una de sus visitas rurales, que muchos de los métodos de resolución de conflictos «eran mucho más eficaces, duraderos y sorprendentes que los dictados por la Oficialía lusitana», y europeos...

   
     

Anarquismo desde la militancia

Luis

El anarquismo, como doctrina, generalmente se caracterizó, en confrontación con otras corrientes socialistas, por su énfasis en la transformación personal del individuo. Pues el individuo, singular y concreto, con el objeto de alcanzar una relación consigo mismo y con los otros individuos acorde con los fundamentos que inspiran la vida individual y colectiva en la Anarquía, debe poseer unas características personales precisas. Asimismo, el anarquista, en su militancia, ha de tener en cuenta siempre este principio. En este artículo indago someramente en este axioma, defendiendo su necesidad contra una visión reduccionista y miope del anarquismo y del anarcosindicalismo, disipada actualmente por el Movimiento Libertario, que minimiza el anarquismo al ser militante o pertenecer a alguna de las organizaciones anarquistas actuales, y el anarcosindicalismo a pura lucha laboral.

Dentro de la racionalidad interna de la tradición libertaria se encuentra la idea de que es necesaria una conciencia de la opresión social por parte de los oprimidos que pretenda la transformación de todas las esferas de la vida individual y colectiva. Pero además una asunción práctica de las creencias libertarias, contenidas en tal conciencia, en las vidas individuales, como transición hacia la revolución social. Y esta asunción práctica de las creencias libertarias debe entenderse en toda su importancia: como un fundamento existencial y científico del cambio social anarquista. Si bien este idealismo practicado lleva presupuestos conceptos, que no son sino la llave de entrada a su práctica, la mera cognición o el simple idealismo, es algo necesario pero no suficiente. El individuo, como señaló hace más de un siglo Bakunin, está atravesado en su totalidad por la forma de vida dominada y dominadora de la sociedad burguesa. Los individuos se ven sometidos a un proceso de socialización en donde todas sus capacidades e impulsos vitales son absorbidos y desarrollados, organizados y dirigidos, en aras de una funcionalización de su pensamiento, voluntad y conducta que satisfaga los intereses sociales de los propietarios de los medios de producción de los bienes sociales, y de los ejecutores políticos de los intereses de tal clase. El Estado, y cualquier forma sociopolítica autoritaria, no es más que ideas y mecanismos de comportamiento interiorizados por los individuos, quienes, a su vez, sustentan la estructura social, en un círculo vicioso -coronado por los varios centralismos y jerarquías políticas y económicas- por el cual los individuos se producen a sí mismos -.

Intrincados en el carácter individual de los oprimidos, existen factores de tipo comportamental, intelectual y volitivo, que resultan de la adecuación de éste al engranaje del sistema social opresivo y de dominio. En la sociedad burguesa se moldea al individuo a través del hábito y desde sus primeros pasos, para que sea un ser sumiso, dependiente y egoísta, atando con fuertes lazos todas sus capacidades e impulsos vitales, alienándolas a aquéllas y satisfaciendo o reprimiendo a éstos a fin de mantener el dominio del individuo. La subjetividad de los individuos queda así configurada a merced de las clases sociales opresoras. El sistema social dominador socaba los pensamientos, la moralidad de las acciones sociales, y lo que la gente practica y considera una buena vida. Transformar al individuo, en este contexto, quiere decir que éste ha de realizar un proceso práctico de deconstrucción y construcción de la organización interna y dirección de las capacidades e impulsos vitales, que culminaría en la autonomía y en la moralidad -durante el período prerrevolucionario del cambio social cualitativo. A través de esta emancipación y moralización prácticas, practicando el "modo individual y social de vida anarquista" -léase Malatesta-, la sociedad dominadora y opresiva es invertida desde dentro, desde el interior de los individuos. Reestructurando y reorientando los impulsos vitales y capacidades por los cuales la sociedad dominadora y opresiva -presente y futura- se nutre.

Eliseo Reclus, entre otros, hablaba de la necesidad de una evolución social del "corazón y la cabeza" -paulatina y permanente- previa a la revolución social como condición sine qua non para lograr por y para los oprimidos la forma de vida individual y colectiva emancipada. En el mismo sentido Malatesta proclamaba la necesidad de una coherencia de la acción social de los oprimidos encaminada a la instauración de la Anarquía, con estos sus fines, y Severino Campos, demostraba la exigencia de promover la cultura, encaminada a la consecución de la autonomía y la moralidad en los individuos, a la par que la lucha social por el control de los medios de producción. ¿Y de dónde podría explayarse en la población un discurso que pretendiera la íntegra transformación de los individuos sino desde individuos que ya se han puesto a ello? El anarquista se hace desde la práctica vital del modo individual y social de vida anarquista, asumiendo práctica y vitalmente las creencias libertarias, y, de esta forma se hallaría inmerso en la aptitud indispensable para llevar a cabo la concienciación social. El anarquista, como exigió de nuevo Bakunin, ha de manifestar en la vida privada, además de en la pública, su condición. Éste seria el campo adecuado para discernirla al ser donde se muestra de forma más veraz, inmediata y concisa, las creencias practicadas en la vida por parte de los individuos.

Es obvio que el individuo que no se muestre en su práctica vital como una encarnación de las creencias libertarias, poseerá una mentalidad contaminada de pensamientos pertenecientes al modo de vida de la sociedad burguesa que ha asumido, estará guiado en sus relaciones interpersonales por un ‘instinto de poder’ que interferiría cotidianamente en la actividad de un grupo libertario, o tendrá una actitud sumisa en la cotidianidad militante, por lo que la asociación con éste no tendría sentido, y además su pertenencia al grupo fomentaría su carácter sumiso y dependiente. En su vida privada, deformaría el discurso libertario o deslegitimaría la veracidad de los anarquistas, al actuar en contradicción con su supuesto pensar.

El cultivo de la moralidad, y la autorrealización de las capacidades individuales, así como la lucha interior contra nuestro alter ego, forjado por la sociedad burguesa, ese "extranjero en nosotros" -como lo llamó Freud-, que, escondido en cualquier recóndito lugar de nuestra personalidad, retiene la vida libre y mina la moral, acechando siempre el momento en que las circunstancias sean propicias para proceder en favor del dominio y la opresión, constituyen los principios normativos hacia los cuales la sociedad, lenta, pero firmemente, ha de ir aproximándose hacia la Anarquía, y a la luz de los cuales debe ser juzgada la actitud de un individuo como anarquista. Únicamente sabiendo de la práctica vital individual, de lo que hace o no hace cada individuo en su vida, podrá saberse en qué medida un individuo se acerca realmente a las creencias libertarias, y la calidad libertaria de un militante.

En este marco individual y social, la motivación que llevará a la rebelión social debería ser fruto de la experiencia de la opresión al respecto de la realización particular del modus vivendi anarquista por parte de los individuos -garantizando así esta experiencia espiritual del modo de vida dominador y opresivo la puesta en práctica de las creencias anarquistas.

Como anarquistas, hemos de tener presente en todo momento, que el hito de una revolución social, verdaderamente emancipadora de todos y cada uno de los oprimidos, debe ir precedido de un período de concienciación y reaprendizaje que provoque la ruptura con los juicios infundados que el sistema de dominio ha insertado en la racionalidad de los oprimidos, y enmascaran y justifican el sistema social dominador y opresivo; que genere el estudio o adquisición de conocimientos, tanto teóricos como prácticos, a fin de conseguir la independencia racional; que haga innecesaria la dirección de la reorganización social y del saber, por parte de una élite, así como una moralidad de los individuos que se base en la libertad individual y colectiva. Y respecto a la felicidad, hemos de conseguir la autorrealización de las capacidades, talentos y aptitudes de cada individuo, que emancipe a éstos de las prácticas ilusorias de felicidad, combatiendo así la sumisión y la dependencia conativas.

Es éste, pienso, el camino que nosotros, como anarquistas, debemos estar en condiciones de narrar…así como el que hemos de procurar que la sociedad siga. Evidentemente, dentro de la sociedad burguesa esta evolución está limitada, pero no por ello esta vía dejará de ser la única que nos llevará a la Anarquía.

 Arriba lucha antifascista

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