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Debord, no era consciente a principios de los sesenta, con su conferencia "Perspectivas
de modificación consciente de la vida cotidiana", de la proyección real
y práctica que la misma tendría más de cuarenta años después, en nuestros
días. Es la misma traza, en fresco, sobre los aspectos usuales y
aparentemente intrascendentes de nuestra vida diaria, marcada por el trabajo
y el consumo, como pautas normales e indiscutibles del mundo moderno. Esta
cotidaneidad, racionalizada y empleada como instrumento de control social,
la estudia el ensayo que aquí nos ocupa, "La McDonalización de la
sociedad. Un análisis de la racionalidad en la vida cotidiana", de
George Rizter.
Este sociólogo norteamericano, en la citada obra nos
alerta sobre el proceso de racionalización acelerada que define cada vez más
áreas de nuestra vida. Y como icono y modelo de este proceso, erige a
McDonald´s. Para Rizter, McDonalización es "el proceso mediante el
cual los principios que rigen el funcionamiento de los restaurantes de
comida rápida han ido dominando un número cada vez más amplio de aspectos de
la sociedad norteamericana, así como la del resto del mundo." De este modo,
la McDonalización es la consecuencia lógica de procesos anteriores:
Burocratización, de Max Weber, la organización científica del
trabajo, de Taylor o la producción serializada en cadena de Henry
Ford. No sólo indaga en los restaurantes de comida rápida, sino que nos
aporta una visión mcdonalizada de otras facetas de la sociedad moderna como
el ocio burgués, la medicina, los medios de comunicación de masas
Este ensayo estudia los principios que sustentan el
proceso de McDonalización - eficacia, cálculo, predicción y control –
partiendo de la teoría sobre la burocracia de Max Weber, así como las
razones de su éxito en todo el mundo.
"Los centros de enseñanza, especialmente en sus grados
inferiores, han desarrollado una amplia variedad de tecnologías encaminadas
a ejercer un control sobre los estudiantes. Muchos de los objetivos de la
enseñanza, ya desde un primer momento, se encaminan a mantener a los alumnos
sujetos a sus normas y regulaciones. Incluso se puede advertir esa misma
situación en las guarderías, que han llegado a considerarse como campos
de concentración educativos. A aquellos que se comportan según la norma
se les trata como a buenos estudiantes, mientras que quienes no lo hacen así
son etiquetados como malos alumnos. A los estudiantes se les enseña no sólo
a obedecer a la autoridad, sino también a ser receptivos a los
procedimientos racionalizados de una enseñanza rutinaria, y a las pruebas
objetivas que confirman que han aprendido lo que deberían. Y lo que es mucho
más importante, no tiende a premiarse la espontaneidad y la creatividad, que
incluso suelen ser reprimidas, lo que ha creado un fenómeno que un experto
ha denominado como la educación para la docilidad.
El reloj y el plan de estudios no son otra cosa que
tecnologías que se utilizan para ejercer el control sobre el alumnado. La
tiranía del reloj impregna todo el sistema escolar (y, a la vez, muchos
otros ámbitos sociales). Una clase debe durar hasta (y acabar con) el sonido
del timbre. Así, que aunque los alumnos estén a punto de alcanzar la
comprensión de algún tema, la lección tiene que finalizar. Otro ejemplo es
la tiranía del plan de estudios. Una clase debe centrarse en aquello
que viene determinado en el plan de estudios, sin que importe que la clase
(y, quizás, también el profesor)pueda estar interesada en otro tema
diferente. Tenemos el ejemplo de un profesor que se encuentra con un grupo
de niños entusiasmados con el examen de la tortuga. Vamos niños, olvidaos
ya de la tortuga – insiste el profesor -. Ahora tenemos clase de
Ciencias y el tema de hoy son los cangrejos. En resumen, se tiende a
formar alumnos sumisos y maleables; y desde el punto de vista del sistema
educativo, muy a menudo, los estudiantes creativos e independientes son
sucios, caros y precisan mucho y tiempo.
(...) La universidad moderna puede llegar a convertirse,
por numerosas vías, en un lugar altamente irracional. Muchos estudiantes (y
miembros del claustro) se desaniman por la atmósfera parecida a la de una
fábrica que se respira en tales universidades. Se deben sentir como
autómatas que serán procesados por la burocracia y el ordenador, o incluso
como ganado que pasa por una planta de procesado de carne. En otras
palabras, en tales establecimientos la educación puede llegar a ser una
experiencia deshumanizante. Masas de estudiantes, grandes e impersonales
dormitorios y abarrotadas clases, hacen que sea difícil llegar a conocer a
otros compañeros de estudio. Las clases abarrotadas, limitadas estrictamente
por el reloj, hacen casi imposible conocer a los profesores de verdad. Como
mucho, se puede conocer a un profesor o ayudante que tenga a su cargo un
seminario. Puede que las notas las decidan una serie de ordenadores que
corrigen cuestionarios y pueden anunciarse de manera impersonal, a menudo
mediante el número de carnet de identidad y no por el nombre del alumno. En
resumen, los estudiantes quizás se sientan poco más que objetos sobre los
que se derrama saber a medida que van pasando por la cadena de montaje
educativa que proporciona información y otorga títulos.
Es evidente que los avances tecnológicos están
desembocando, en el campo de la educación, en irracionalidades incluso
todavía más grandes. En la práctica, el contacto mínimo entre el profesor y
el estudiante se está limitando aun más por avances tales como la televisión
educativa, la televisión de circuito cerrado, la enseñanza computerizada y
las máquinas que enseñan. Pronto podremos ser testigos de la fase última en
el proceso de deshumanización de la educación: la eliminación del profesor
humano y de la interacción humana entre profesor y alumno."
A.L. Eliseo Reclús
Extraído del Zine Creativ@ nº4 diciembre de 2002