iversos
factores de poder presentes en la sociedad venezolana han construido
interesadamente la existencia de dos bandos sociales, pretendidamente
antagónicos, cuya confrontación alcanza su momento de máxima tensión tras
la convocatoria al llamado "paro cívico nacional" realizado a partir del
pasado 2 de diciembre. Una de las partes tipifica al conflicto como de
"constitucionalidad versus golpismo"; la otra de "libertad versus
dictadura", en una burda simplificación que busca minimizar el pensamiento
y las críticas a favor del status de los representantes de ambos sectores.
Los habitantes de este territorio llamado Venezuela, los ciudadanos de a
pie, nos encontramos frente a un falso dilema y una polarización mediática
e interesada que disimula la esencia del conflicto: la concentración y
disputa de espacios de poder.
Si, a grandes rasgos, podemos describir lo que sucede
como la disputa de dos maneras de organizar y entender la sociedad, el
Estado centralizador contra la ordenación según las leyes del Mercado, no
es menos cierto que ambos poseen la misma matriz cultural. Por esta razón,
entienden igual el cómo activar los resortes de la política y la
transformación de la sociedad. Por esta causa, el comportamiento de los
dos sectores, sólo diferenciado por matices retóricos, es exactamente
igual. Ambos poseen medios de comunicación alineados con sus intereses,
los cuales sólo transmiten las versiones e informaciones que ratifiquen
sus afirmaciones. Los dos necesitan que las movilizaciones masivas de
ciudadanos legitimen las posturas de sus dirigentes, consensuadas a puerta
cerrada. Uno y otro son proyectos excluyentes que en otras latitudes han
sido insuficientes para alcanzar los objetivos de justicia social y
libertad.
Ante la serie de sucesos ocurridos en el país, creemos
pertinente hacer las siguientes consideraciones, las cuales ayuden a
entender la naturaleza de los acontecimientos, establecer visiones y
posturas distanciadas de los sectores en crisis y sugerir estrategias de
acción para el presente y el futuro.
1. El gobierno de Hugo Chávez es víctima de las
instituciones que no ha querido transformar durante su mandato. Su
revolución de palabras contradice los hechos que han permitido la
continuidad de diversos organismos con los métodos de funcionamiento del
pasado: burocracias perversas cuyos funcionarios fueran proclives al
régimen. El Tribunal Supremo de Justicia, PDVSA (empresa petrolera
estatal) y el Consejo Nacional Electoral son claros ejemplos de esta
situación.
2. La beligerancia otorgada a las Fuerzas Armadas
continúan dándole un lugar predominante en la vida política del país. Si
bien los convocantes del paro no se han deslindado de la opción
militarista, por su parte el régimen bolivariano presenta como mayor
garante de su estabilidad el control ejecutivo y político del Ejército. La
vía del golpe de Estado como legítima ha sido establecida por el actual
gobierno, mitificando su propio origen (4 de febrero de 1992), haciendo
diversas apologías al respecto y decretando la fecha como celebración
nacional. De manera recalcitrante han promocionando la superioridad
castrense sobre la civil.
3. Los convocantes del Paro han evidenciado una
estrategia de oposición oscura, poco clara y contradictoria.
Indistintamente han solicitado la renuncia del presidente, la realización
de un referendo consultivo, la celebración de elecciones inmediatas, la
aplicación de la Carta Interamericana Democrática de la OEA (Organización
de Estados Americanos) y el pronunciamiento por parte de miembros de las
Fuerzas Armadas. La definición de las estrategias se realiza a espaldas de
la gente que asiste a cada una de sus convocatorias.
4. El descontento con el régimen es legítimo en
tanto que éste no ha cumplido con ninguna de las promesas de su campaña
electoral (disminución de la pobreza, combate de la corrupción, cambio
real de las instituciones, aumento de la calidad de vida, apertura
política para la participación de todos los ciudadanos...), ha domesticado
y encauzado el fervor revolucionario de la sociedad y ha manifestado
reiteradamente su incompetencia para la solución de los problemas del
país. Este malestar está siendo capitalizado por un sector de la sociedad
tan excluyente como el anterior y representante de las fuerzas políticas
que empobrecieron a Venezuela durante cuatro décadas.
5. Las relaciones de Venezuela con su principal
socio comercial, los Estados Unidos, se han normalizado en los últimos
meses, incluso siendo calificada de "cordial" por voceros del gobierno.
Una muestra ha sido el cumplimiento puntual de los pagos por concepto del
servicio de la deuda externa del país y el establecimiento del mecanismo
de la doble tributación, ampliamente favorable a las inversiones
extranjeras. El supuesto enfrentamiento con los Estados Unidos es una
versión interesada de los sectores de izquierda participantes en el
gobierno y sólo presente en el discurso, pues, en la práctica, se ha
venido implementado el programa económico capitalista y neoliberal.
6. Las prácticas informativas de los medios de
comunicación estatales y oficiales son indistintamente sesgadas y
manipuladoras. La poca autonomía de los medios alternativos y comunitarios
aparecidos en los últimos tres años los ha ubicado claramente en uno de
los bandos, lesionando su propia independencia y credibilidad.
7. El Ejército, la Guardia Nacional y todas las
policías ejecutan el monopolio de la fuerza ejercido por el Estado.
Transformar su naturaleza represora o ganar a sus integrantes para un
proceso revolucionario implica necesariamente su disolución.
8. La impunidad se cierne sobre las muertes
ocurridas en la Plaza de Altamira (en Caracas). Soslayando la petición de
una averiguación pronta e imparcial de los sucesos, los cadáveres se han
utilizado, sin ningún tipo de pruebas fiables, como un argumento contra el
adversario. Tal práctica revela la cerrazón política de los contrincantes,
la irresponsabilidad de los medios de comunicación y allana el camino al
no esclarecimiento de los crímenes. Tanto el gobierno como la oposición
sabotearon la implementación de una Comisión de la Verdad que revelara los
responsables de los muertos de los sucesos del 11 al 13 de abril pasado, y
no dan muestras de voluntad para revertir esta situación en el presente.
9. Los voceros del gobierno y la oposición han
transmitido reiteradamente mensajes de violencia, intolerancia y
confrontación cuyas secuelas son vividas por las bases de ambas tendencias
y no por sus dirigentes. Lo anterior demuestra la vocación autoritaria y
elitesca de ambas partes y la manipulación de sus partidarios a
conveniencia.
10. Una salida revolucionaria a la actual situación
implicaría el no reconocimiento, por parte de un amplio movimiento social,
a los factores que limitan una profunda transformación. Esto empieza por
Hugo Chávez y la nueva burocracia enquistada en el gobierno, también con
la supuesta representatividad opositora de los grandes empresarios de
Fedecámaras, los burócratas sindicales de la CTV y los políticos mañosos
de la Coordinadora Democrática, además de la confinación, de las Fuerzas
Armadas en sus cuarteles. Si bien la opción electoral es una salida
inmediata, por sí misma no modifica el origen sistémico y estructural de
la crisis y devendrá en una nueva reorganización del control burocrático
de los órganos del poder por parte de sus protagonistas actuales.
11. La decepción creciente de los ciudadanos frente
a los representantes de ambas tendencias debe ser transformada en la
motivación principal para construir una alternativa distinta y antagónica
de ambos.
12. Cualquier proceso transformador de largo
alcance, que conjure los riesgos del inmediatismo y pretenda tener una
sólida base social concienciada políticamente, deberá capitalizar los
espacios abiertos de participación popular actuales y la experiencia de
las movilizaciones ciudadanas vividas en los últimos años. La autonomía y
la autogestión, entendida en todas sus dimensiones e implicaciones, serán
dos valores que jugarán en el futuro un papel estelar.
13. Los libertarios venezolanos, individual y
colectivamente, estamos participando en diversas iniciativas que tratan de
plantear una referencia real distinta de la de los voceros actuales del
capitalismo de Estado y de Mercado. Hemos aunado nuestras particularidades
con los grupos de izquierda no chavista, organizaciones estudiantiles y de
Derechos Humanos, colectivos ecologistas, sectores indígenas y comunidades
que, al no pertenecer a ninguno de los dos bandos, han encontrado poco eco
en los medios privados y estatales de comunicación, pero cuyo trabajo
horizontal y de base, así como las maneras de relacionarse entre sí,
representan una de las tantas esperanzas del porvenir venezolano.
18 de diciembre de2002
Rafael Uzcátegui
El Libertario CRA-AIT