Si mis hermanas las ratas
tuviesen la cola de pavos reales
y no ese rabo pelado y frío.
Si viviesen en jaulas de oro
y no en alcantarillas.
Si su grito fuera el canto del
pajarillo
y no el chillido inquietante.
Si cuidasen su pelo.
al modo de los felinos.
Si no oliesen mal
ni odiasen al hombre.
Si fueran bonitas
y amistosas con los niños...
Entonces, haríamos abrigos con su
piel,
alimento con su carne,
dilataríamos sus ubres para
ordeñarlas,
las llevaríamos atadas por el
parque
o engordarían con basura en las
granjas.
Pero, por repugnar al hombre,
están libres de explotación.
Seguid robando en las despensas,
arrancando los ojos de los
retoños.
Os siento cada vez más cerca.