Estos
últimos días ha circulado por los medios de comunicación la noticia de la
celebración en Alicante del primer juicio por videoconferencia. Esto no es ya
un hito de la historia judicial española sino en el ámbito mundial, porque ni
siquiera los países más avanzados tecnológicamente o importadores de moral se
han atrevido a juzgar " a distancia" a nadie. De este peculiar juicio voy a
hablar, y no he necesitado documentarme en absoluto porque, desgraciadamente
soy uno de los enjuiciados en esta causa y, por tanto, víctima propicia de
esta puesta en escena judicial, más típica del guión de una obra de la Fura
dels Baus que de un órgano repartidor de Justicia.
El primer disparate es la
dilación temporal injustificada de este sumario que se comenzó a instruir hace
12 años, cuando en Noviembre de 1990 estalló 1 motín en la prisión de
Foncalent, Alicante, en el que murió un preso, algunos más resultaron heridos
y varios guardias y trabajadores (dos maestros y una monitora) fueron
detenidos durante la duración del mismo, tres días y dos noches.
No parecía que el mismo fuese
diferente de otros motines que en esas fechas arrasaron las prisiones
españolas debido al exterminio que en ella se llevaba a cabo negando la
medicación de enfermos y torturando sistemáticamente a quienes protestaban,
pero, cuando los otro motines se juzgaron rápidamente (2 o 3 años) condenando
a la escasa media docena de cabecillas, en este se ideó una suerte de
escarmiento público de quienes allí estuvimos, muchos participantes de otros
motines encausando a todos y cada uno de los prisioneros de régimen cerrado:
unos 30.
Lógicamente, los problemas
inherentes al macroproceso empezaron a surgir, pues tantos acusados requerían
un numero igual de abogados, la presencia de cientos de testigos (es bastante
curioso que no apareciesen a testificar en ningún momento alguno de los
negociadores durante el secuestro, el entonces Director de IIPP, Antoni
Asunción, quien, unos meses después se encargaría de realizar su particular
cruzada y escarnio de los rebeldes creando el régimen de exterminio FIES.,
También negoció otro inspector, Gerardo Mangues. Éstos no aparecieron, aun
cuando ellos podían haber testificado claramente para delimitar las
responsabilidades de los participantes, pues ellos sabían perfectamente
quiénes eran. Claro que el segundo anda ahora en la cúspide penitenciaria y el
primero es político de altas esferas, no quedaría muy bonito en su curriculum
una foto junto a todos los condenados a muerte. No quisieron tener que
soportar el hedor de ese proceso de putrefacción que en muchos casos, se
inició hace años. La económica fue la razón argumentada, porque el
desplazamiento a la Audiencia de tantos presos era muy caro, contraproducente
para mantener el déficit 0 neofascista, aunque falso totalmente porque el
desplazamiento se hacía todos los días de una prisión a otra igualmente.
Bien, vamos al juicio. Aparecen
a las 6, 30 una banda de guardias en mi celda en la macroprisión de Villena,
apenas unos meses abierta, me dejan en pelotas y me escoltan hasta ingresos
donde hay más picoletos que en una jura de bandera. Éstos me hacen idéntico
cacheo y me suben esposado al furgón. Otros compañeros, separados en
diferentes módulos, son traídos de uno en uno y llenamos el furgón. En cuanto
salimos de la prisión, vemos la compañía: tres o cuatro coches delante y un
par de furgonetas detrás llenas de UEI (Unidades Especiales de Intervención).
Un helicóptero revolotea por ahí. En los cruces, los picoletos cortan el
tráfico. Cuando nos detenemos, asómbrense, no estamos en la Audiencia
Provincial de Alicante, que es la que nos tiene que juzgar, sino en la prisión
de Foncalent, la misma a la que metimos fuego 12 años antes. Increíble. Cuando
hay tantos picoletos que no podemos contar me sacan del furgón y me reciben en
el rastrillo un numero incluso superior de carceleros, quienes de nuevo me
desnudan y me quitan los cordones del calzado y me conducen a una sala
fabricada ex profeso para la función. Todos tienen cascos, porras, escudos y,
lo más cojonudo, chalecos antilabas. No puedo entender por qué llevan chalecos
antibalas dentro de la prisión una cohorte de guardias (todos de prisiones,
los picoletos se quedan fuera) protegen en semicírculo no se qué y no se a
quién. No se ve ante ellos. Esto sí se ve de maravilla: hay 5 bancos de hierro
fundido que tienen grilletes acoplados y el nombre asignando el lugar de cada
uno. Me amarran junto a mi nombre y entonces veo que los acorazados protegen
un televisor con cámara Web en lo alto. Los compañeros van llegando y siendo
amarrados a los bonitos bancos. Alguno viene de la enfermería, bastante
enfermo. entonces un técnico inicia el proceso y a través de la líneas RDSI y
a 384 que kbps conectamos con la AP , donde están los jueces y 4 mesas llenas
de abogados (todos de oficio, alguno ni se ha comunicado con su defendido en
12 años) Increíblemente, se inicia el juicio y vemos cómo los muñequitos de la
tele nos dicen cosas , oímos como los leguleyos protestan ante la situación
aludiendo ilegalidades, violación de principios, dilaciones indebidas,
Constituciones maltratadas, impugnaciones y demás vainas, pero una vez
realizados estos trámites el juicio empieza. Ellos nos ven, nosotros no a
ellos, nos oímos a veces ( un 10 ó 15 % del sonido se entrecorta y hace
ininteligible) y sobra, la Justicia está garantizada.
A nuestro alrededor, cuento
hasta 42 funcionarios: la radio lo viene diciendo desde hace días: 15 han
venido de refuerzo de Madrid (son los Boys de los chalecos), el resto de
Foncalent han visto las vacaciones suspendidas. Mira , ése es el del búnker de
Meco y ése el de Valdemoro. También están, por supuesto, todos los guardias de
Fontcalent que estaban en la época del motín, viejos conocidos. Mira, éste que
tengo aquí tan pegadito a mí, es el que me estuvo torturando durante semanas
en el 89. Me metía spray por la ventana y por la puerta cada hora todas las
noches, meaba en mi colchón antes de dármelo por la noche y en mi bandeja, ya
ves, le han ascendido. El director amenaza a Bello que protesta, le mete un
parte a otro. "Mientras la tv está encendida esto es la Audiencia, en cuanto
se apaga estamos en la prisión y aquí mando
yo" nos espeta, como si no supiésemos quiénes nos rodean. Tenemos sed. Está
todo controlado, dejan un vaso de agua con una pajita a nuestro lado uno de
los enfermos cae a plomo y se lo llevan. Al rato, otro. Unos discuten en un
banco con un guardia, otros con un jefe de servicio. Esto se prolonga durante
dos semanas pasando algunos días hasta 12 horas esposados. En un retorno de
prisión a prisión, uno también pierde el conocimiento. Sufrimos, no comemos
(café frío al salir, comida tiesa a las 5 ó 6 de la tarde, cuando volvemos).
No bebo agua por orgullo, por no verles dándome de beber con una pajita...miro
a la gente amarrados a los bancos de hierro y leo en los ojos de algunos que
saben que nunca saldrán vivos de la cárcel. Entretanto, los muñequitos de la
tele. Lo dicho, un hito de la Historia judicial. Esto de la videoconferencia.
Juanjo Garfia