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España al día: Pintan bastos y espadas

Redacción

 

Convencidos de que los escritos editoriales de un periódico se corresponden mejor con los problemas de mayor actualidad, esta Redacción procuró siempre, en esta sección, ocuparse de lo que entendió como lo verdaderamente más importante del momento, aun reconociendo que la importancia de las temáticas no siempre es exclusiva y mucho menos única. Hacemos esta aclaración, ahora, para realzar la gravedad del momento político por el que estamos atravesando, y ello no sólo en nuestra calidad de meros ciudadanos habitantes de esta piel de toro, sino también y principalmente en nuestra condición de confederales, y, por ello, como sujetos más específicamente afectados por esos novedosos y graves movimientos políticos de las alturas.

El hecho fundamental con el que se encuentran los españoles de hoy es, dicho, sucintamente, que aparece clara la falsedad de la "transición" interpretada como un cambio cualitativo, no ya de sistema, sino ni siquiera de régimen, es decir, ni siquiera como paso de un régimen de preponderancia policial y militar a un régimen de preponderancia civil. No sabemos si los firmantes de "izquierda" de la Constitución fueron conscientes de lo que firmaban o, si, siendo conscientes de ello, fueron, simplemente, empujados por el miedo y por la urgente gana de disfrutar de una libertad aparente que se iba a demostrar como ficticia siempre que se llegó a la hora de las definiciones reales. Con el famoso "23 de febrero", quedó ya meridianamente claro, para cualquiera que no quisiera cerrar los ojos a propósito, que se trató de un avisó cuartelario, en su gestación, en su realización y en su desenlace. Los viejos poderes, aun vigentes hoy, dictaban, por entonces,:"¡cuidadito con ir más allá de lo debido!"

Y siguió la cosa, y de una en otra, "con la ley en la mano", fueron dando el caso por archivado y, muy legalistas ellos, incluso por "prescrito": ¡faltaba más siendo, como es, blanco el elefante!. Y también, de una en otra, se fue dando por conclusa la primera "transición", y, ya con la "democracia" consolidada, se dio paso a la "segunda transición" que, por lo que muestra, se concreta en más, pero que en mucho más de lo mismo. A saber: si el Ministerio de Educación se lleva de los Presupuestos Generales 2.201,30 millones de euros y el de Defensa se lleva 4.276 millones de euros más, quiere decir que este último consume del erario público 6.477,30 millones de euros. En ciencia y en el 2001, el Gobierno destinó apenas un 0,75 % del PIB, en cambio, para el 2.003, en el capítulo llamado "Función 54", el Gobierno destina 1.373 millones de euros a gastos militares que representan el 34,32% de los 4.000 destinados a investigación y desarrollo, lo que quiere decir que, en total, lo que el Ministerio de Defensa consume del erario público es, en conjunto, 7.850,30 millones de euros, lo que deja en ridículo el montante de casi todos los demás presupuestos, salvo quizá los de Interior. A favor de este gasto privilegiado, no pierde ocasión el cuerpo militar de hacer exhibición de su fuerza en forma de una u otra clase de costosos desfiles, y, por si eso no fuera suficiente para que nadie se llame a engaño, el ruido de sables llega hasta instaurar mástiles de 50 metros de altura para banderas de 350 metros cuadrados y el correspondiente culto público mensual a las mismas. El coloso exhibe sus bíceps a la vista de todos. ¡Cualquiera se le enfrenta!

Si pensamos, además, que España tiene 52.000 presos, tantos como Francia, que tiene 20 millones de habitantes más, y, si a diario venimos leyendo en la Prensa, que, día tras día, entran a carradas en las cárceles jóvenes de entre 18 y 24 años. Y, si a ello añadimos, la forma actual de allanar moradas y la clase de trato que se recibe en comisarías y cuartelillos, amén de que, a las casi 300.000 gentes de armas que hay en este país, sin contar los efectivos de los tres ejércitos, se piensa, para los próximos tres años, añadir 20.000 efectivos más, hay que ser muy ciego o muy cobarde para no denunciar que la llamada "segunda transición", en realidad, lo que ofrece es una descarada caída de careta que muestra bien a las claras rostros añejos muy conocidos de los que conocieron y se enfrentaron al franquismo.

Y parece ser que, entre las cuestiones fundamentales de sometimiento social, la que, al menos externamente, es operativa como desencadenante de ese proceso es la de la integralidad del territorio nacional, entendida, claro está, desde los viejos clichés fernando-isabelinos, es decir, desde la óptica del centralista conquistador de una periferia sometida. No se puede dejar de reconocer que hay una determinada identidad de coexistencia histórica de los pueblos de España, incluso ibéricos, y que ello condiciona unas determinadas formas de ver las cosas, de sufrirlas o gozarlas, de reaccionar ante ellas y de especial simpatía mutua. Todo esto nada tiene, evidentemente, que ver con los llamados "valores históricos", que son, naturalmente, aquellos que definen el marco ideológico con que, disfrazándolos, pretenden adornarse los privilegios de la casta que impuso su dominio y definió, en su beneficio, el tipo de convivencia. Pero es un hecho, igualmente, que todos aquellos factores convivenciales positivos de los que hablamos vienen produciéndose históricamente en medio de una ausencia de vertebración real, inexistente en razón de que tal tipo de coexistencia física siempre fue el resultado del dominio y hasta de la tiranía del centro, y que nunca los pueblos por sí mismos dispusieron de la libertad que les hubiera permitido una libre configuración en la forma de relacionarse entre sí. Ése es el problema fundamental, un problema que ninguna falsa autonomía, impuesta por el centro puede pretender resolver. De manera que la cuestión fundamental es la de decidir, si los pueblos de España, e incluso ibéricos, van a seguir viviendo sometidos como a lo largo de la historia o si, de una vez por todas, van a poder decidir de sus destinos libremente, con la consecuente potenciación de la vitalidad común que de ello se derivaría.

Encontramos aquí ocasión, y es para nosotros un motivo de gozo, a la vez que un hecho de justicia, el remitirnos a una de las plumas más inteligentes que haya producido el anarquismo español. Nos estamos refiriendo a Felipe Aláiz y, más concretamente, a su libro Hacia una federación de autonomías ibéricas ( Fundación Anselmo Lorenzo, Alicante - Madre Tierra, Madrid, 1993). Allí le oímos conversar con el hombre de Vasconia: "Sé todo lo vasco que quieras, pero no aceptes ninguna estampilla. Puedes unirte a otro vasco y a otro de tu vecindad por pacto libre, y luego tu pueblo o tu ciudad a otro pueblo o a otra ciudad por pacto colectivo igualmente libre. De tu persona arranca el pacto, no de un partido con otro... Honra tu idioma, sirviéndote de él para expresar altos pensamientos...para comunicarte con afines, para cantar el poema de Euzkadi: Gris umbroso, azul horizonte y verde robledal...."

Aquí algunas palabras para los catalanes:"Cataluña ha tenido hombres decididamente convencidos de que la sumisión al centralismo típico de Madrid es una sumisión degradante...¿Cómo comprender que sólo el catalán tenga graves disidencias con el centro? Sería aprobar un exclusivismo..." La patria es jugar con reyes y caballos de espadas. "La patria es cantar las cuarenta. ¿Qué les importa a los castellanos sin patria, a los que la patria molesta y sangra, que un catalán se queje amargamente de que en el Juzgado, en la Aduana, o en los periódicos de la tronada patriotería españolista se les niegue la patria?...Los españoles han de entenderse por encima de juzgados y aduanas. La patria es el buen tiempo que se puede disfrutar. El españolismo es una cosa tan tosca que no se puede combatir con lloriqueos. Basta con desempadronarse todos de la patria, y a otra cosa...Bravos catalanes...todos los no catalanes que carecemos de patria, sin gritar, os estimamos de veras".

Y ya, en términos generales y a propósito de la libre convivencia, oímos decir a Felipe Aláiz: "¿Es posible la vertebración de España? Aterrizando al suelo liso y llano, hablando un lenguaje claro, traduciendo la voluntad popular sin deformarla...creemos que sí...El Estado clásico español alargó en las colonias el período agónico de las luchas civiles de la península, y después se armó hasta los dientes para reflejar en todo momento su mentalidad provocadora de estados de excepción y su sed de violencia contra los movimientos sociales....todo lo que querían los gobernantes de cualquier signo era contestar a un anhelo justo con policías y cañones....la vertebración de España puede ser posible arrancando de sus núcleos naturales de población, células vivas de convivencia, sin encerrarse en programas exclusivos y partiendo de hechos sociales deliberados."

Y nos permitimos recoger aquí tres de las expresiones que, según él, respondieron a los intentos más levantados de vertebración, en situaciones de dominio:

"1º. Afluencia de todas las iniciativas sociables, en el plano local, a la práctica de la autonomía vertebrada.

2º. Esta autonomía consiste en que cada localidad determina por sí y para sí sin ingerencia exterior.

3º. Pone al Estado ante hechos consumados vertebrados, tanto en sentido negativo como positivo".

Las páginas de Aláiz fueron escritas entre 1945 y 1947. Parecen escritas ayer.

Arriba lucha antifascista

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