un año del
inicio de la guerra contra Afganistán uno de los efectos más resaltantes del
nuevo país es la acelerada recuperación económica de la que fuera su
principal materia de exportación: el opio y su derivado, la heroína.
El país que más bombardeos ha sufrido en este milenio no
tiene mayores riquezas o armas. Sin embargo, en lo que sí había logrado
transformarse en primera potencia mundial había sido en el de la producción
de opio. Distintos cálculos apuntan a indicar que Afganistán había venido
produciendo entre el 70 y el 90 por ciento de dicha droga que se cosume en
el mundo.
Afganistán es un país con pocas vías y fábricas y donde
el total de exportaciones legales anuales apenas sumaba los 70 millones de
dólares. En medio de una colosal miseria y de constantes hambrunas el
cultivo de la amapola se convirtió en una base de sustento para miles de
familias. Las mafias que producían y transportaban la heroína fueron
creciendo, especialmente desde que en 1992 se instalaron en Kabul los
mujahedines fundamentalistas.
Los servicios de inteligencia estadounidense, pakistaní y
saudí sabían que las fuerzas anti-comunistas, que ellos apuntalaban, también
se financiaban con el narcotráfico. En 1996 los talibanes se hacen con el
poder y la producción del opio sigue creciendo. Sin embargo, el Mula Omar
inicia una campaña de forzada erradicación del cultivo de amapolas. Para
unos este giro se debía al intento de arribar a una sociedad pura teocrática
donde también se vetaba la música, el baile y el trabajo y la educación para
las mujeres. Para otros el viraje talibán tenía como norte también mostrar a
los EEUU que ellos podían ser un buen aliado y ejemplo en poder acabar con
el narcotráfico.
En 1999 se cultivaron 4,600 toneladas de opio. Al año
siguiente bajaron a 3,300. En el 2001, tras una drástica 'fatwa' (orden
religiosa), los talibanes lograron eliminar más del 95% de dicha producción.
En el año de la invasión occidental los cultivos de opio en las zonas
talibanes apenas llegaron a generar 170 toneladas. En las áreas controladas
por la pro-occidental Alianza Norteña, la elaboración de dicha droga fue,
por el contrario, en aumento.
Una de las consecuencias de la victoria occidental ha
sido, paradójicamente, el gigantesco aumento de la producción del opio.
Según los diarios ingleses 'The Independent' y 'Daily Express' el nuevo
Afganistán, controlado por las fuerzas armadas occidentales y sus aliados,
estará generando en el 2002 unas 1,900 a 2,700 toneladas de opio. Esto
implica un salto de 8 a 15 veces, depende de cómo se calcule la anterior
producción de opio (incluyendo o descartando las zonas que detentaba la
Alianza Norteña).
El negocio de la heroína mueve más de $US 3 mil millones
solamente entre los 300,000 consumidores de dicho estupefaciente en Gran
Bretaña. De las decenas de miles de millones de dólares que genera dicho
narco-tráfico, un porcentaje insignificante se queda en Afganistán, donde
los sueldos de profesionales no llegan ni a los $50 mensuales. Para intentar
detener la producción de opio el ministerio de asuntos externos británico
está sugiriendo entregar $US 1,250 a cada campesino afgano por cada hectárea
de amapola destruida.
Algo que resulta altamente contradictorio es la relación
entre la política anti-narcóticos empleada en Afganistán con la de otros
países. Uno de los argumentos esgrimidos por los EEUU para enviar armas y
efectivos a otros países es la necesidad de acabar con el narcotráfico. El
Plan Colombia, por ejemplo, prevee un millonario desembolso en ese país, el
mismo que se ve acompañado por dotar de armas y entrenadores, bajo la
consigna de acabar con la llamada narco-guerrilla. La erradicación forzosa
de la coca en Bolivia ha generado numerosas marchas de protestas y muertes,
y el que un dirigente cocalero virtualmente empate con el triunfador de las
presidenciales.
Sin embargo, el país que más había logrado disminuir la
producción de droga había sido el Afganistán talibán. El Mula Omar no tuvo
el apoyo de la DEA ni de sus tecnificados mecanismos y aviones. Sus métodos
fueron duros y basados en la represión teocrática. Sin embargo, la mayor
guerra que occidente ha realizado en este milenio ha sido contra el gobierno
que más exitosamente había logrado hacer frente al narcotráfico.