nte el problema de la miseria
causada por el acaparamiento de poder y riqueza por parte de los
privilegiados, numerosos pensadores intentaron encontrar soluciones a lo
largo de la historia. Si en un principio las respuestas pecaron de utópicas
(Saint-Simon, Fourier) con el devenir del tiempo fueron adquiriendo solidez
y credibilidad, y, poco a poco, empezaron a inquietar muy seriamente a las
clases dominantes. Cuando Proudhon, considerado el antecesor del anarquismo,
formuló sus doctrinas, a nadie se le podía ocultar la personalidad política
de la clase obrera y campesina. Fue Bakunin quien dio consistencia al
anarquismo, dotándolo de fuertes bases ideológicas y organizativas. Hombre
muy culto, criticó duramente el rigorismo racional de Marx y su hegeliano
materialismo dialéctico.
En la Italia de finales del siglo XIX, el pensamiento de
Bakunin produjo un fuerte impacto entre los más desfavorecidos y consiguió
impregnar todos los movimientos revolucionarios de la época, hasta el punto
de que la convivencia conceptual entre socialismo y anarquismo duró hasta
1892, año en que se funda el Partido Socialista en la ciudad de Génova.
Es en este contexto en el cual Malatesta desarrolló su
acción política. Nacido en el seno de una familia acomodada, Errico
Malatesta (1853-1932) se sintió conmovido por las duras condiciones de vida
de obreros y campesinos. De sólida formación intelectual y dotado de un
espíritu sutil, su compromiso con los más desfavorecidos le llevaron a la
cárcel y al exilio.
Gracias a la Fundación de Estudios Libertarios Anselmo
Lorenzo tenemos la oportunidad de entrar en contacto con su obra, que nos
ofrece una minuciosa y vivaz descripción de las tensiones, dificultades y
esperanzas por las que atravesaba el movimiento de obreros y campesinos a
fines del siglo XIX.
La estructura de sus escritos denota una fuerte
influencia clásica que se percibe en la transparencia de sus argumentos
articulados por la razón: algunas de sus consideraciones parecen inspiradas
en los diálogos de Platón o en los discursos de Isócrates. Pero no por ello
ha de asustarse el lector, pues su obra se caracteriza por una gran claridad
de ideas configuradas con un lenguaje asequible para todos.
Para Malatesta, el anarquismo, más que una opción
política, es un compromiso vital, es una filosofía que exige un cambio al
hombre y a las relaciones que éste establece con sus semejantes. Si
debiésemos describir en unas cuantas líneas su mensaje, diríamos que hemos
de perder el miedo a ser libres; no buscar refugio en dioses que asienten
complacientes al triste espectáculo de la explotación del hombre por el
hombre, ni en el becerro de oro del "progreso" capitalista ni, por último,
en los ídolos que generan los Estados socialistas autoritarios.
En una época en la que las diferentes tendencias
revolucionarias luchaban entre ellas por ganarse una misma base social,
Malatesta no ahorró críticas (como tampoco se las ahorraron a él) contra los
"socialistas científicos" (marxistas). Como anarquista, se opuso a la
dictadura del proletariado. Profética es su afirmación de que si tras la
revolución socialista no desaparece el Estado, la explotación del hombre por
el hombre sería sustituida por el control y el dominio del hombre por el
hombre y la vuelta al capitalismo estaría asegurada.
Es difícil resumir escuetamente todo el ingenio que
plasmó en sus escritos, pero es imposible pasar por alto y no mencionar,
aunque sea de pasada, algunos de ellos, no solamente por su indudable valor
histórico, sino también por su rabiosa actualidad. En "Entre campesinos" se
plantea el problema de cómo los intereses de los privilegiados modelan la
mentalidad dominante, proyectándose hasta llegar al individuo, que la asume
como propia; mediante el diálogo, Malatesta desmonta el armazón ideológico
que condiciona nuestra visión de la sociedad jerarquizada.
Los diversos puntos de vista entre Malatesta y Merlino
(partidario de la presencia en las instituciones) quedan reflejados en el
apartado "Polémica", y dan lugar a muy interesantes observaciones y análisis
políticos, que si bien hay que situarlos en un contexto concreto, aún no han
perdido su fuerza y su vigencia. El duelo dialéctico que se establece obliga
a ambos a profundizar y desbastar sus tesis políticas e ideológicas.
Tampoco podemos olvidar los "Artículos" ni los "Folletos"
en los que el autor esculpe a golpe de reflexiones el credo anarquista, con
los pies en la tierra pero sin perder de vista los grandes ideales. Errico
Malatesta acabó sus días confinado por orden de Benito Mussolini, antiguo
dirigente del ala izquierda del Partido Socialista Italiano. No se pierda el
lector este libro, merece la pena, máxime en momentos como este, en los que
el interés por la cotización del barril de crudo ha marginado a la razón.
Pablo