La estética de los
mítines de José Bono ha dado un giro sustancial, representado por un
cambio escenográfico fácil de constatar. No sólo no hay ecos lejanos de La
Internacional, ni de puños en alto. Es que no queda una sola bandera
socialista, ni con, ni sin emblema; ni puños, ni rosas, ni siquiera
sencillas banderas rojas a pelo. Nada de eso. Esta campaña, lo que se
lleva son las banderas de Castilla-La Mancha.
Este repentino ardor
castellanomanchego no es casual, como no es casual que todas las banderas
aparezcan al paso de la caravana del presidente, como no es casual que
prácticamente todas ellas sean iguales en diseño, tamaño, forma y
materiales. Esta identificación de los elementos representativos de la
Comunidad con el candidato ya la llevan ejerciendo hace años Pujol con la
senyera y Arzalluz con la ikurriña, pero es nueva por los campos de
Castilla-La Mancha.
Coincide este afloramiento
rojiblanco con los mensajes de Bono en los que está reiterando que "los
políticos no estamos para defender y honrar al partido, sino a esta
tierra" y que "hay que sentir los colores y tener la pasión de defender
una tierra y no defender, como dice el PP, el programa del partido en
todas partes".
La identificación se va
haciendo mayor conforme avanza la campaña, pero sin duda estamos
asistiendo al nacimiento de un insólito fervor regionalsocialista.
La Verdad de Albacete
17-05-03 |