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Recordando a Federica Montseny
Testimonio
Antonio Vargas Rivas |
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Era
en marzo de 1937 cuando conocí a Federica. El mes anterior, se había producido
la caída de Málaga en poder de los ejércitos de Franco. Aquel descalabro, con la
consiguiente desbandada de las fuerzas militares republicanas y de una gran
parte de la población civil, tuvo graves y dolorosas repercusiones.
Aquella multitud que caminaba a
pie, desmoralizada y hambrienta, en dirección a Almería acabó con los escasos
medios alimenticios que había en nuestra ciudad, Adra. Durante ese complicado
trayecto, muchas personas perdieron la vida, víctimas del bombardeo de la
escuadra franquista y del ametrallamiento de la aviación enemiga.
Ante tan delicada situación, tres
compañeros de Adra, con cargos de responsabilidad en la CNT y en las Juventudes
Libertarias, nos vimos en la necesidad, previo acuerdo con nuestras
organizaciones respectivas, de desplazarnos a Valencia, sede del Gobierno de la
República, para tratar de conseguir alguna ayuda de los organismos superiores.
Federica era entonces ministra de
Sanidad del gobierno que presidía Largo Caballero, del que también formaban
parte los confederales García Oliver, Peiró y Juan López.
En 1941, Federica fue encarcelada
en la cárcel de Perigueux (Francia), desde donde sería trasladada a las cárcel
de Limoges, en el macizo central. En esa cárcel se encontró con Largo Caballero
que también había sido arrestado y conducido allí dos días antes.
Tanto Federica como Largo
Caballero fueron detenidos y encarcelados por orden del general Petain y del
traidor Pierre Laval, artífices del gobierrno de Vichy, después de haber
entregado su nación, sin resistencia, a los alemanes y de ponerse
incondicionalmente a las órdenes de Hitler. Al final de la guerra, Laval se
refugió en España y fue entregado por Franco a requerimiento de Francia. Allí
fue fusilado, y Petain desterrado a una isla.
Franco había pedido la
extradición de Federica y de Largo, para llevarlos al pelotón de ejecución, como
hizo con Companys, Peiró, Cruz Salido y Zugazagoitia.
No se concedió la extradición de
Largo Caballero, por lo que tampoco se consintió la de Federica que, por cierto,
estaba entonces embarazada. Caballero fue enviado a un campo de concentración en
Alemania, y Federica, que había recorrido con sus hijos y sus ancianos padres
casi toda la Francia ocupada, cambiando continuamente de residencia y
disfrazada, para hurtarse a la policía española que la buscaba constantemente,
se vio obligada a permanecer en esa situación, después de ser liberada de la
cárcel de Limoges hasta la liberación por los aliados en 1945.
Durante todo el tiempo que
permanecimos en Valencia los tres abderitanos, enviados por la Organización nos
entrevistamos con Federica, con Peiró y con Marianet y vimos satisfechas
nuestras peticiones.
Recuerdo que, en esos días,
Federica pronunció una conferencia que duró cerca de dos horas, sobre "La Comuna
de Paris y su significación en la revolución española". No necesitó ningún guión
ni tenía delante ningún apunte. Además de ser escritora y una extraordinaria
periodista, Federica era una oradora consumada. Fue la cosa en un importante
cine de la ciudad que estaba abarrotado, con gran cantidad de periodistas
españoles y extranjeros. En los palcos, se echaba de ver a Largo Caballero y
otros miembros del Gobierno.
He conocido muchos años a
Federica (aún guardo alguna de sus cartas entre mis papeles) junto a su
compañero Germinal Esgleas, tanto en Francia como cuando fue a Londres a
participar en mítines organizados por la Comisión de Relaciones de la CNT en
Gran Bretaña, de la que he sido miembro por mucho tiempo y Secretario General
por algún periodo de nuestro largo exilio. Siendo directora del periódico CNT
(Toulouse) me publicó varios artículos.
Federica murió en Toulouse, el 14
de enero de 1993. A su entierro acudieron compañeros de España y Francia y
también, en nombre del Gobierno socialista, la ministra de Sanidad Ángeles
Amador.
Para terminar, diré que Federica
era una de esas extraordinarias figuras que, de vez en cuando, descuellan por su
valor y su inteligencia en la historia de España. Era, a mi entender, una
luchadora infatigable. "Es muy fácil - decía ella - ser revolucionario a los 18
años. Lo difícil es continuar siéndolo a los 80".
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