Como era de prever nadie se apuntó en la lista. Llegó el gran día de la votación, que se iba a realizar por la mañana, y cuál es nuestra sorpresa cuando empieza a desfilar por la empresa diferentes personajes de otros sindicatos (ELA, LAB) y comienzan a charlar individualmente con los trabajadores (por desgracia ninguno de ellos se acercó a mí, al parecer estaban bien informados). El fin no era otro que intentar convencer a los trabajadores para que se presentaran a las elecciones, representando a sus sindicatos.

No les importaba si estaban afiliados o si tenían alguna formación sindical para posibles conflictos con la patronal o que clase de personas eran. Sólo buscaban el buitreo de un posible delegado de empresa, para engordar sus listas y así recibir más subvenciones del estado. ¡Y todo esto ocurría quince minutos antes de las votaciones!

La votación llegó, y como es de suponer, ganó el único candidato que se había presentado. Ganó por abrumadora mayoría: siete votos a favor, dos votos en blanco y mi negación a colaborar en esta farsa.

Lo más triste es que a nadie le pareció extraño, que un evento tan importante como éste, se organizara en tres días y todo el mundo aceptó las corruptas artimañas de los sindicatos ELA, LAB y CCOO. La película de las elecciones suele tener, a veces, mejor guión que el que he narrado pero el final es el mismo, sea cual fuere el sindicato que se presente.

Para cuándo la campaña contra las elecciones sindicales, ¿cuándo se hayan acabado éstas?