El
1 de mayo de 1886 una clamor universal recorría
muchas ciudades: ¡Ocho horas de trabajo! ¡Ocho
horas de descanso! ¡Ocho horas de educación! El
deseo de una disminución de jornada impulsó a
millares de trabajadores, antes indiferentes al
activismo sindical, a afiliarse a las organizaciones
existentes.
El 1º de Mayo no
es una fecha. En ese día la clase trabajadora no
celebra, sino que conmemora, los hechos que le
dieron lugar, como expresión genuina de su afán,
década tras década, hacia la emancipación, en la
reclamación de la igualdad social, por la defensa de
sus derechos.
Ningún derecho
conseguido por la clase trabajadora ha sido
regalado, sino arrancado al capital y además,
arrancado con responsabilidad y compromiso inmensos,
como el que conmemora el 1º de Mayo: el de los
llamados "Mártires de Chicago", trabajadores y
sindicalistas libertarios sacrificados en 1886, en
plena reivindicación de la jornada de 8 horas, así
como, antes y después, lo fueron miles y miles más.
Los trabajadores y
trabajadoras de Chicago vivían en las condiciones
más denigrantes: jornadas de 14 y 16 horas, saliendo
de su casa a las 4 de la mañana y regresando a 8 de
la tarde, de modo que nunca veían a los suyos a la
luz del sol. Los más afortunados se acostaban en
corredores o desvanes donde se hacinaban varias
familias, pero otros muchos no tenían ni alojamiento
y apenas se alimentaban de desperdicios. Mientras,
el Capital y el poder anunciaban en la prensa que el
único alimento que merecían era el plomo de las
balas, la prisión y los trabajos forzados.
Estaban así porque
habían tardado en asumir esta reivindicación, pero
en ese momento estaban inflamados de ardor
combativo: No tenían nada que perder.
Algunas cosas
siguen igual que entonces: el Capital sigue pensando
que únicamente nos merecemos desperdicios y
represión, sirviéndose para ello del Estado; el
capital internacional sigue floreciendo a base de
acumular más riqueza entre menos, sembrando guerras
a costa de nuestro futuro como género y como
planeta.
Pero otras están
peor que entonces, pues en aquel Chicago asumieron
una reivindicación concreta que resumía en
ese momento su elevación de las condiciones morales
y materiales, entendieron que el único camino era
asociarse y fortalecieron su
organización, distinguiéndola de las que estaban
vendidas al poder y a la desigualdad, despreciando
las que estaban podridas. Sin embargo, hoy el avaro
ladrón nos ha envenenado con el individualismo y el
consumismo, nos ha anestesiado con los medios de
comunicación y de evasión de la realidad.
Es una pena, pero
se creen muy listos los que se quedan a echar horas,
en lugar de ir al sindicato; los que trabajan sin
seguridad, mientras que tú das prioridad a tu vida y
tu salud; los que trabajan a destajo para
ganar-mucho-para-gastar y, por ello, no teniendo
tiempo para gastarlo, mientras que tú piensas que
ese es el camino más corto para estar en el paro;
los que se conforman con el pasaporte que les dan,
cuando tú, reclamando consigues lo tuyo; los que
piensan que llegan a ser ricos los que se han
esforzado más, pues a juzgar por lo poco que tienen
ellos, es que deben ser muy vagos; los que no se
"complican la vida", cuando tú piensas que así su
patrón se la complica por ellos, y así una larga
cadena.
Ha pasado mucho
tiempo desde los sucesos de Chicago y, sin embargo,
aquellos hombres y aquellas mujeres sabían lo que
hacían y lo que daban pues a Spies, segundos antes
de que la soga estrechase su cuello para siempre,
aún le dio tiempo a manifestar:
-¡Salud!, tiempo
en que nuestro silencio será más poderoso que
nuestras voces, que estrangula la muerte
Para ser tan
pobres qué legado tan rico hemos recibido de tantos
y tantas como los Parsons, Engel, Fisher, Lingg ,
Spies, .....: