a Historia es
terriblemente tozuda. Pueden construir grandes muros y oponer grandes
obstáculos para detenerla, pero será inútilmente. Tarde o temprano los
muros se resquebrajarán y los obstáculos no podrán obstruir su camino.
En los periodos en los que los muros parecen
infranqueables estamos tentados a volver al pasado. Nos queremos
ilusionar en que la barbarie del pasado no era tanta barbarie como la
del presente o quizás que volviendo al pasado rectificaríamos el camino
que recorrimos.
El pasado lo conocemos. El camino detrás del muro que
franquea nuestro futuro está por hacer.
Algunos librepensadores ya nos hablaron del miedo a
la libertad.
DICEN:
"(...) Este sistema conlleva un drama cotidiano, donde millones de
mujeres, niños y ancianos mueren por hambre, falta de atención médica y
enfermedades prevenibles. Familias enteras son obligadas a abandonar sus
hogares a consecuencia de guerras, de los impactos provocados por la
imposición de modelos de desarrollo modernizadores, la pérdida de sus
tierras agrícolas, los desastres ambientales, el desempleo, el
debilitamiento de los servicios públicos y la destrucción de la
solidaridad comunitaria. Tanto en el Sur como en el Norte luchas
combativas y resistencias reivindican la dignidad de la vida" (párrafo
de la declaración final del Foro Social de Porto Alegre).
He subrayado una frase de este párrafo de la
declaración porque, a mi entender, es la más significativa y
representativa de todo el pretendido movimiento alternativo que se
desarrolla a partir de Porto Alegre bajo el lema de "Otro Mundo Es
Posible". Otro Mundo Es Posible, dicen, pero nos proponen volver al
pasado.
En el año 1800 más de 800.000 personas trabajaban en
los telares de Inglaterra. Treinta años más tarde solamente trabajaban
200.000. A pesar de que en el año 1784 un clérigo inglés llamado
Cartwright ya había inventado el primer telar mecánico, en 1813 en
Inglaterra solamente habían 2.300 telares mecánicos frente a más de
200.000 telares manuales. Pero en las dos décadas posteriores el
desarrollo de los telares mecánicos fue espectacular.
En el año 1700 una hiladora y un tejedor fabricaban
una pieza al día. En el año 1733 se necesitaban 4 hiladores por cada
tejedor que trabajaba en un telar con lanzadera volante. En el año 1764
un solo hilador gracias al "spinning jenny" podía dar trabajo a 8
tejedores. En 1785 solamente un hilador y un tejedor al frente de un
telar mecánico accionado por vapor multiplicaba por 70 la
producción del año 1700.
Es innegable que los modelos modernizadores se
impusieron. La Humanidad debería estar orgullosa y esperanzada. Nuestra
capacidad de avanzar constantemente en el dominio de la técnica para
hacer más fácil nuestra vida y menos pesado nuestro trabajo por la
supervivencia, nunca ha podido detenerse. Las sociedades anquilosadas y
estáticas siempre han terminado derrumbándose. Solamente un gran
aislamiento o una gran organización superestructural represiva y
esclerotizante ha logrado que durante largos periodos de tiempo este
proceso imparable se detuviera. Un larguísimo periodo feudal es una
buena muestra de ello.
Los seres humanos, pero, no hemos logrado aún que
estos avances repercutieran positivamente en el conjunto de nuestra
sociedad. Que con rapidez se generalizaran. Nuevas sociedades de
explotación han tomado el relevo a viejas sociedades de explotación.
Nuevas formas de propiedad han tomado el relevo de antiguas formas de
propiedad. Pero ha pesar de todo ello, hemos seguido avanzando y las
condiciones que van haciendo posible romper definitivamente con las
sociedades de explotación del hombre por el hombre, empujan cada día más
favorablemente. Nos sentimos cada vez más ciudadanos del mundo y lo que
nos une aflora con mucha más fuerza que lo que nos separa. Lo que nos
separa se va derrumbando con inusitada rapidez, como un castillo de
naipes. Una nueva gran revolución tecnológica fruto de un inmenso
conocimiento humano que podemos aplicar positivamente a favor de
nuestras vidas vuelve a empujar con fuerza imparable. La sociedad del
Capital no podrá detenerla. La vuelta al pasado también es impensable.
DECIAN:
(...)" Lo que quieren los hiladores es que las
máquinas automáticas que ahorran trabajo del obrero, desaparezcan. Ellas
hacen ganar más del 90% al fabricante y lanzan a la miseria a los padres
de familia (...) Habrían de desaparecer como escarmiento de todos
aquellos que para engrandecer sus fortunas no dudan en valerse de
engaños (...) de todos aquellos que piden al Gobierno una rebaja de un
25% de los derechos de entrada de estas nuevas máquinas selfactinas
(...) de todos aquellos que sustituyen la maquinaria manual en donde el
trabajador se ganaba su pan y el de su familia por máquinas automáticas
en las que también les han excluido del trabajo y ha puesto en su lugar
a mujeres y niños que pagan con sueldos irrisorios, y que llegando a la
mayoría de edad también serán despedidos y reemplazados... (Manifiesto
de los hiladores de Sallent, 1854).
Así fue como la gran Revolución Industrial dio lugar
a un extenso movimiento, surgido en Inglaterra a comienzos del siglo XIX,
destinado a impedir, por medio de la violencia, la introducción de las
nuevas máquinas en la industria porque consideraban que éstas
sustituirían el trabajo humano y originarían situaciones de desempleo y
penuria a amplias capas de la población. Fueron numerosísimas las
destrucciones de fábricas y de maquinaria durante los años 1811-12 y
especialmente en 1816. El ludismo, al como se conoce este movimiento,
proviene del obrero inglés Ned Lud que en 1779 destruyó un taller
mecánico.
En Catalunya tuvo gran resonancia la quema de la
fábrica Bonaplata (1835) y la destrucción de las máquinas automáticas en
numerosas fábricas de hiladuras (1854) en pleno trienio progresista. En
Barcelona y en otras ciudades industriales de Cataluña el movimiento
alcanzó grandes proporciones hasta el punto de que el capitán general
ordenó, en vano, a los fabricantes que transformasen las automáticas en
máquinas más rudimentarias del tipo mule-jenny. En vano: la nueva
maquinaria funcionaba ya en Inglaterra desde 1779 gracias a un invento
de Samuel Cromton.
Podríamos escribir largamente sobre el tremendo
impacto que representó la revolución industrial en las sociedades
europeas. Las transformaciones en la agricultura (la arada Totherham, la
trilladora Meikle, la segadora Mac Cormick, las máquinas de cosechar,
etc), en el sistema fabril, en la siderurgia (las técnicas de pudelación
y laminado, el convertidor de Bessemer, etc), en las comunicaciones
(redes fluviales y el ferrocarril) permitieron multiplicar la eficacia y
la productividad del trabajo humano y desarrollar como nunca antes fue
posible los intercambios comerciales. Los 580 kilómetros de vía férrea
que tenía Alemania en 1840 se convirtieron en casi 20.000 kilómetros en
1870. El comercio mundial que en el año 1800 no alcanzaba apenas los 300
millones de libras esterlinas alcanzó los 5.000 millones en el año 1900.
Del trabajo artesano, individual y aislado del siervo
de la gleba pasamos al trabajo social, organizado en cooperación.
Nadie puede negar el inmenso avance de la Humanidad
cuando tras un largo y costoso proceso (desde prácticamente el siglo XV)
logró identificar su progreso con el progreso científico. Los fenómenos
de la Naturaleza dejaban de ser imperecederos y dirigidos por el
capricho de los dioses, de los agentes espirituales, de las fuerzas
misteriosas, del alma o de los elegidos por los dioses. El interés por
la Ciencia se popularizó, se fundaron escuelas, laboratorios, sociedades
y publicaciones científicas por doquier. El afán de nuevos conocimientos
impregnó la nueva sociedad nacida del derrumbe del Antiguo Régimen.
Nuestro actual conocimiento científico, hasta el más avanzado, el
estudio del genoma humano, tiene sus raíces en aquellos años de ruptura
con el mundo feudal: A finales del siglo XVIII ya se habían elaborado
métodos que estudiaban los elementos hereditarios y su transmisión
cruzando diferentes variedades vegetales, antes de que el sacerdote
agustino Gregorio Mendel descubriera en 1856 las leyes básicas que
gobiernan la herencia en los organismos vivos.. Mendel incorporó a su
trabajo sencillos tratamientos algebraicos y estadísticos que ya
anticiparon la compleja maquinaria informática con la que trabajan en la
actualidad grupos investigadores como los de Celera Genomics Corporation.
De la misma manera que el método científico impregnó
los mecanismos de producción, en la biología, en la física en la
medicina, en la farmacología, etc también lo hizo en la política o en
las Ciencias sociales. Europa fue un hervidero del pensamiento humano
que tuvo su punto culminante en la Revolución Francesa y en la
Declaración de los Derechos del Hombre. Sus secuelas de luchas,
conflictos, y revoluciones se remontan hasta la mitad del siglo XX.
Fue un hervidero del pensamiento humano porque, desde
el principio de las sociedades industriales, toda la esperanza de
progreso y bienestar que tan rápidamente se pensó realizable (el
movimiento ludista pronto se desvaneció) se turnó en miseria y
desesperación.
Sustituimos una vieja sociedad de explotación por una
nueva sociedad de explotación. Pasamos de siervos a trabajadores
asalariados pero no salimos de la CASTA de los explotados. Cambiamos
solamente de amos. Los nuevos amos, a los que ayudamos a vencer a los
antiguos amos, seguían perteneciendo a la CASTA de los privilegiados.
Como toda estratificación social, el sistema de castas es bastante
endogámica. Un individuo nace en una determinada casta a la que
pertenece toda la vida y generalmente no puede cambiarla. En ciertas
circunstancias pueden mejorar o empeorar las condiciones de vida de la
casta de los explotados, pero siempre sus obligaciones y su inferioridad
permanecen. La endogamia en los grupos sociales que pertenecen a la
casta de los privilegiados (banqueros, políticos, grandes empresarios,
etc) es bastante evidente. Como en todos los grupos cerrados, formar
parte de estos grupos privilegiados está muy lejos de realizarse de
forma democrática: se realiza por COOPTACION. La cooptación está bien
descrita en el diccionario: Sistema de elección de nuevos miembros de
una junta, comunidad, asamblea, etc por designación de los miembros que
ya forman parte de ella.