Indiscutibles rutas comerciales |
Catálogo de horrores |
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Julián Sánchez Es triste la enajenación del libre pensamiento. Endurecida está su sordera, mientras el pasado parece pasar cuentas a una minoría integrada en una subasta silenciosa de remordimientos, lo cual conduce a sangrar ignorancia y acatamiento en versiones de tradición y nuevas expectativas comercializada para la juventud.
Las empresas de información y de comunicación (televisiones, emisoras de radio y periódicos) construyen noticias en masa que nos siguen dejando solos, como dice un personaje de la novela del escritor y amigo José Marzo titula La Alambrada (Ed. Bassarai, marzo 2002, Vitoria). Noticias, informaciones (producto que se vende y compra), que se consumen, tapan otras, distraen y son muy baratas a pesar del coste de la tecnología. La enajenación subsiguiente tiene parámetros grotescos e infames. Acompañada de paquetes de publicidad crea otros productos que se pagan, incluso, y cómo no, en el ramo de la solidaridad. Pobreza, hambre, vagabundos, muertes de cientos de formas, paro, despido libre son ingreso e inversión. Nada escapa al comercio. Vales lo que tienes, compras, debes, deseas y te heredan. La información sobre Israel y Palestina deviene maquetada de forma rigurosa, disciplinar y obsequiosa. Su debate es otra construcción perfectamente codificada, que pronto olvidará la población, cuando otra la sustituya. Sólo una situación límite hace explosión, y además sazonada con la idea de quedarse sin trabajar, o sea sin seguir esclavizado con remuneración para consumir y malvivir, como la de la fábrica de galletas Fontaneda. El resto es ese trabajo que construye vida, a pesar de tanta muerte en vida, mirando a todos lados para que no aparezca un/a infiltrado/a que lo desestabilice. Por lo demás, ya llega Eurovisión, alguna elección, el fin del mandato patriótico de España en el feudo yanqui empresarial, el mundial de fútbol, las vacaciones de verano y la sublimación en la prensa amarilla de las noticias sin corazón y fácil franquicia.
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Moncho Alpuente E lija usted entre nuestro catálogo de horrores en oferta el que más le horrorice y le estremezca, seleccione sus masacres favoritas, sus guerras más queridas, sus causas más nobles, sus buenos y sus malos. La furia homicida y genocida de Ariel Sharon, o la rabia suicida de los fanáticos mártires terroristas que se inmolan con el pleno convencimiento de resucitar en el Paraíso.Hijos de un mismo dios, celoso, cruel y paradójico, judíos, moros y cristianos andan desde hace siglos a la greña disputando por la heredad . El estado de Israel, fruto de la mala, malísima, conciencia de los vencedores de la segunda guerra mundial, defendió su derecho a existir mediante el terrorismo y amplió las fronteras de la Tierra Prometida sin contar con nadie. Hoy parece imposible desenraizar el odio y poner fin a la milenaria contienda. Como el pueblo judío de la Biblia, el moderno estado de Israel no ha aprendido a llevarse bien con sus vecinos. Ni siquiera los "buenos oficios" del amigo norteamericano hacen desistir a Sharon y a su sanedrín en su guerra santa contra los desheredados palestinos. Impregnados por un atávico maniqueísmo que el presidente Bush ha generalizado con su teoría del eje del mal, los observadores caen en la tentación de ver buenos y malos de un lado y otro de la frontera sin apercibirse que los inocentes mueren tanto en Israel como en los territorios palestinos, masacrados por un ejército regular o por la metralla redentora de los comandos suicidas. Tanto han perfeccionado el arte de la guerra los militares que en los conflictos de hoy las víctimas civiles superan ampliamente a las bajas de los ejércitos. Hoy todas las guerras son civiles, la última frontera, que no figura en los mapas, es la que separa a los de arriba de los de abajo, a los ricos de los pobres, a los poderosos de los desposeídos, a los criminales de sus víctimas. Los israelíes que dieron sus votos a Sharon y liberaron al ángel exterminador son cómplices de un espantoso crimen contra la humanidad, tanto como los que aprovechan tan desquiciada coyuntura para desenterrar su fanatismo antisemita. Ese dios que hizo al hombre a su imagen y semejanza debía de ser un loco y un asesino visto desde su lado oscuro. |