«La gente siente necesidad de afirmar su personalidad, que sienten vacía, y tratan de llenar ese vacío consumiendo. La ilusión de felicidad, de que la vida de uno será completa, si uno obtiene un objeto más, lleva a la gente a consumir compulsivamente, Desgraciadamente y puesto que los bienes no son más que cosas, éstas no pueden proveer un sustituto de la personalidad, lo que, por ser entendido sólo en forma cuantitativa, obliga al consumo a reanudarse y repetirse. Estos procesos están, por supuesto, alentados por la industria de la publicidad que tiene por finalidad impulsarnos a la compra de lo que no necesitamos, porque te hará más sexy, feliz, libre etc (tacha lo que no te convenga). Pero el puro consumo no puede, realmente, satisfacer las necesidades que pretende colmar. Porque esas necesidades sólo pueden ser satisfechas por medio del intercambio social, basado en valores verdaderamente humanos y éticos, y por el trabajo creativo, autogestionado.

Naturalmente que esto no quiere decir que los anarquistas estemos en contra de niveles de vida más altos ni en contra de los bienes materiales. Por el contrario, reconocemos que la libertad y una buena vida sólo son posibles cuando uno está libre del temor de no tener alimento suficiente, ni domicilio decente y demás. Libertad es incompatible con trabajos exhaustivos en tiempo y esfuerzo, así como tampoco son compatibles la igualdad con la pobreza ni la solidaridad con el hambre. Sin embargo, los anarquistas consideran el consumismo como una aberración del consumo, causada por la inhumana y enjenante voracidad del capitalismo, que aplasta al individuo y su sentido de identidad y dignidad propias.»