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Las publicaciones científicas al servicio del Poder

Jesús García Blanca

"No hay forma de Poder sobre la gente que pueda ejercerse si no es a través de la mentira (...) es la mentira y la mentira presentada como verdad y como objeto de fe lo que ha dado siempre fuerza al Poder y sigue dándosela hoy día (...) de forma que ¿qué duda os cabe de que la encargada del mantenimiento de esta mentira es la Ciencia y que no puede declararse inocente de nada?"

Agustín García Calvo

[Transcripción de su intervención en la mesa redonda "Ciencia: pro y contra", celebrada el 15 de noviembre de 1994 en la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona.]

Los herederos de Comte

Los católicos quemaron a Giordano Bruno. Los protestantes hicieron lo propio con Miguel Servet. Eran los últimos coletazos de poder de un aparato represivo en decadencia. Otra fuente de verdades y certezas comenzaba a tomar el relevo. Y el profeta del positivismo, Aguste Comte, reclamaba el método científico como la única fuente de dogmas para esa nueva "religión científica de la humanidad" que rescataría a Occidente del "caos y la anarquía".

Ciento cincuenta años después, la Ciencia se ha investido de los mismos poderes que acabaron con Bruno y Servet. Tal y como quiso Comte, es la única fuente de dogmas indiscutidos. Y el mecanismo fundamental por el que se da a conocer la palabra revelada de la nueva religión son las publicaciones científicas.

Un problema estructural

Estudios publicados por las propias revistas científicas, declaraciones de sus editores y un análisis de sus relaciones con la Industria Farmacéutica permiten concluir que la manipulación y falsificación de datos, la censura a través del peer review y las perversiones metodológicas y morales, no son hechos puntuales protagonizados por tal o cual persona deshonesta, sino un problema estructural derivado de la función de la Ciencia como sostenedora del Poder.

La evidencia es aplastante:

- Estudio publicado en el Journal of the American Medical Association (JAMA) por el Dr. Jim Nuovo: revisados 359 estudios sobre nuevos medicamentos publicados entre 1989 y 1998 en revistas consideradas como prestigiosas –la misma JAMA, The New England Journal of Medicine, The Lancet, The British Medical Journal and Annals of Internal Medicine- tan sólo 26 de ellos habían publicado estadísticas que realmente recogieran los efectos de los tratamientos en los pacientes. Es decir, 333 estudios mentían o falseaban datos.

- Estudio publicado en JAMA por Lisa M. Schwartz y Steven Woloshin: analizados los comunicados de prensa de seis números consecutivos de las revistas The Lancet, British Medical Journal y JAMA –en total 127 comunicados- los autores concluyen que las revistas escriben "frecuentemente" exageraciones y ocultan datos.

Significativamente, sólo un 22% menciona la financiación por parte de la industria farmacéutica.

- Estudio de Wolins (ver Creation Research Society Quarterly, Vol. 21(2) 89-91. septiembre de 1984): se pidieron a 37 autores de artículos de psicología los datos que habían utilizado como base de sus estudios. De los 32 que contestaron, 21 lo hicieron para informar que "desafortunadamente sus datos habían quedado traspapelados, se habían perdido o habían sido involuntariamente destruidos". De los 9 conjuntos de datos que fueron enviados, 3 contenían graves errores en sus estadísticas.

Broad y Wade (en "Betrayers of the Truth". New York, NY: Simon and Schuster, 1982) analizan varios estudios que demuestran la falta absoluta de criterio a la hora de recomendar artículos para su publicación. En uno de ellos se utilizaron artículos "de alta calidad" ya publicados y se volvieron a enviar a las revistas que los habían publicado cambiando los nombres de los autores: sólo dos de ellos fueron aceptados; el resto fueron rechazados por los mismos editores que los habían publicado tres años antes.

Declaraciones del editor de una de las más importantes revistas científicas del mundo:

El editor de The British Medical Journal (BMJ), acaba de realizar una de las declaraciones más duras que puede recibir la comunidad científica: «El fraude de las investigaciones clínicas es como el abuso infantil. Una vez que se reconoce que existe se empieza a observar lo frecuente que es». Richard Smith pronunciaba estas palabras durante la celebración reciente del Primer Congreso Internacional de Medicina de Hong Kong. El editor del BMJ insistió en que tanto los métodos de detección, de investigación, como las conclusiones de los ensayos clínicos, son deshonestos y «absolutamente inadecuados», declaró Richard Smith. Los casos de fraude incluyen la fabricación de datos o la invención completa de los mismos. Este experto insistió en la necesidad de que las instituciones creen mecanismos para evitar esta conducta poco ética. (El Fraude de los estudios científicos. Mundo, 13-12-98. Patricia Matey).

"Muchos ensayos son demasiado cortos para ser relevantes, y muchos estudios publicados recogen los resultados positivos –hay una gran cantidad de evidencia negativa que nunca ve la luz del día". Hablando en la conferencia anual del Real Colegio de Psiquiatras, el profesor [Richard Smith] dijo que muchos artículos científicos se contradicen entre sí y es casi imposible averiguar cuales son los correctos. Muy pocos doctores visitan bibliotecas médicas, añadió, y los libros y revistas médicos son "herramientas de información muy primitivas" y de uso reducido durante las consultas. Fue también muy crítico con el sistema de "peer review" el cual es utilizado para vetar. (Medical Studies mostly rubbish. Medical Observer 24/7/98. Andy Whyman).

Así es como funcionan las "prestigiosas" revistas científicas.

Teniendo en cuenta que la Industria Farmacéutica controla la inmensa mayoría de publicaciones especializadas y revistas de divulgación científica, financia proyectos de investigación, concede becas, subvenciones y empleos... y finalmente influye poderosamente en los medios de masas, ¿qué otra cosa se podía esperar?

La recomendación de Einstein –"lo importante es no dejar nunca de cuestionar"- o las lecciones de rigor y honestidad de Niels Bohr o Erwin Schrödinger parecen enterradas definitivamente por una ciencia cuyo motor fundamental no es, como escribe Galimberti, "la voluntad de saber, sino la voluntad de dominar", y ello mediante procedimientos refinados de censura de los cuales es especialmente significativo el sistema de revisión por pares o peer reviw que garantiza desde el anonimato la perpetuación de una élite al servicio del poder, el control del reparto de fondos y la administración de credibilidad ante una cada vez más indefensa sociedad.

Los medios construyen la realidad

De hecho, las publicaciones científicas no son más que un caso particular de "Medios de Comunicación de Masas" con sus mismos mecanismos y objetivos:

El ciudadano medio cree que lo que lee en los periódicos, oye en la radio y ve en la televisión es algo real; que realmente provocar una matanza en Iraq es legitimo y se hace para proteger la democracia, la libertad y la paz; que realmente en Palestina existen soldados luchando contra terroristas, que realmente se prohíben partidos políticos para defender la democracia, y así sucesivamente.

De la misma forma y por los mismos motivos, el lector medio de las publicaciones científicas cree que lo que publican es real: que el desciframiento del genoma humano permitirá erradicar las enfermedades y fabricar seres a la carta, que las vacunas han servido para acabar con las enfermedades contagiosas o que el VIHâ se dedica a matar las defensas de millones de personas (aunque no se sepa cómo) y que la única solución es atiborrarlas de productos químicos cada vez más agresivos que son proporcionados por las benefactoras de la humanidad –las multinacionales farmacéuticas- que pagan a quienes los desarrollan, fabrican, recetan y publicitan.

La catástrofe de la responsabilidad

¿Qué sucedería si el ciudadano de a pie se hiciera consciente de repente de que la información que recibe no es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, sino que está elaborada por quienes controlan los medios de comunicación? ¿Qué sucedería si decidiera darse por enterado de que existen informadores honestos e independientes que ofrecen análisis e información alternativa?

Sencillamente: sería una catástrofe. Le sería imposible soportar el peso de la responsabilidad que supone tener que decidir: ¿Será Chávez un dictador amigo de terroristas o uno de los pocos que se atreven a enfrentarse al Imperio? ¿Estará Sadam preparando la destrucción de Occidente en arsenales secretos bajo las arenas de Mesopotamia o será petróleo lo que busca Bush junior en el subsuelo iraquí? Etcétera.

Y de la misma forma: ¿Qué sucedería si el médico de a pie se hiciera consciente de repente de que la información que recibe no es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, sino que está elaborada por quienes controlan esas revistas –que en muchos casos son los mismos que controlan el resto de los medios? ¿Qué sucedería si decidiera darse por enterado de que existen científicos e investigadores honestos e independientes que ofrecen análisis y resultados alternativos?

La catástrofe sería aún mayor por el efecto rebote sobre el resto de la sociedad, porque a nuestro médico de pueblo le sería igualmente imposible soportar el peso de la responsabilidad que supone tener que decidir: ¿Serán GlaxoSmithKline, Abbot, Boehringer Ingelheim, Roche y demás, benefactoras de la humanidad o estaré aterrorizando a mis pacientes y condenándolos a la enfermedad y a la muerte? ¿Estarán equivocados los abnegados investigadores que reciben miles de millones de dólares cada año, publican en las revistas más prestigiosas y cosechan premios a diestro y siniestro? Etcétera.

A mayor complejidad, mayor impunidad

Pero tranquilos. De momento no hay peligro. La capacidad de poner en duda es inversamente proporcional a la complejidad de la cosa; no se trata de un problema de conocimiento, sino de confianza en el especialista –ese ser que cada vez sabe más de menos y que por pura lógica terminará sabiéndolo todo de nada.

Las publicaciones científicas cumplen regularmente su misión de adoctrinamiento de la misma forma que los medios de masas, sólo que en un nivel superior de complejidad y por ello mismo con un nivel superior de impunidad. Y los médicos de a pie (y el resto de los profesionales de a pie cuyo trabajo esté ligado de una u otra forma a los saberes científicos) se aferran a su fe –a esas "ficciones necesarias" de las que hablaba Nietzsche- con las mismas patéticas fuerzas que lo hace el ciudadano de a pie a las encíclicas televisivas.[...]

kefet@telepolis.com

Publicado en www.cadizrebelde.com

 Arriba. ¡LUCHA ANTIFASCISTA!

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