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Argentina: El germen de una nueva organización social

Marcela Valente

Las asambleas de vecinos que han proliferado en la capital de Argentina y sus alrededores desde las protestas de diciembre lograron resultados concretos, pero también sufren violencia a manos de militantes políticos.

Los vecinos organizaron compras comunitarias de alimentos a bajo precio e incluso brigadas de operarios voluntarios que restablecen la conexión a las redes públicas de electricidad, gas y agua potable en aquellos hogares cuyos servicios fueron cortados por no pagarlos.

Entre sus proyectos, figuran desde la creación de una huerta para la producción de alimentos hasta un banco de vecinos en el que guardar ahorros que no volverán al sistema formal, donde los depósitos fueron inmovilizados por decreto del gobierno.

Las asociaciones de residentes de barrios del oeste de la capital lograron que la empresa eléctrica Edesur estudie la suspensión por 180 días de los cortes de servicio por mora. Mientras, vecinos de la periferia occidental exigen una reducción de las tarifas para los desempleados.

El fenómeno de las asambleas barriales se multiplicó luego de las manifestaciones que precipitaron la caída del presidente Fernando de la Rúa el 20 de diciembre. La violencia y la represión registrada ese día y el anterior dejó un saldo de 30 muertos.

En estas reuniones, generalmente realizadas en lugares públicos, se tratan asuntos políticos y económicos nacionales y los problemas locales más urgentes, como la crisis del hospital público, el desempleo y la falta de alimentos. Estas cuestiones, según los asambleístas, son los menos atendidos por la dirigencia política.

Los vecinos organizados de las populosas localidades del norte, sur y oeste de la capital argentina también han sufrido violencia. Empleados municipales y simpatizantes de los partidos tradicionales, el Justicialista (peronista) y la Unión Cívica Radical, intimidaron e incluso golpearon a los más activos.

Una enfermera del hospital de la localidad de Morón, al oeste de la ciudad de Buenos Aires, aseguró haber sido golpeada hasta quedar inconsciente por un desconocido que descendió de un automóvil después de seguirla durante varios días.

La funcionaria había afirmado en una asamblea que el líder de su sindicato no defendía a los trabajadores a causa de sus compromisos políticos.

Cuando la organización de los vecinos ganó impulso en Merlo, otra localidad al oeste de la capital, unos 200 hombres con el torso desnudo irrumpieron en una reunión para pegarle a los asambleístas con mangos de hacha, dijo a IPS una maestra del lugar cuya vivienda sufrió luego un inexplicado incendio.

Las amenazas telefónicas y la represión --casi nunca policial-- se han convertido en una constante. Los comerciantes, incluso, afirman que los inspectores de impuestos acuden a controlar sus cuentas cuando colocan en los locales carteles de convocatoria a una asamblea.

El presidente Eduardo Duhalde, designado por el Congreso legislativo el 1 de enero para gobernar hasta septiembre de 2003, descalificó el movimiento de asambleas barriales. "No se puede gobernar con asambleas. La manera democrática de organizarse y participar es mediante el voto", opinó el mandatario.

Mientras los políticos tradicionales desacreditan el fenómeno, los asambleístas transmiten una sensación de vacío de poder y por eso abundan las exhortaciones a apelar a sus propias fuerzas para resolver los problemas.

"El tema del hambre es urgente. No podemos seguir dilatando la respuesta a la oferta del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) de 200 hectáreas vacías para una huerta comunitaria. Debemos resolver quién va a trabajar allí, qué vamos a producir y para qué", clamó en una asamblea un vecino de Morón.

Otro, más joven, exhortó a acelerar la discusión sobre tarifas públicas y a lograr que un delegado de las asambleas participe en las negociaciones con empresas, gobierno y organizaciones de consumidores. "No vaya a ser que durante el mundial (de fútbol en Japón y Corea del Sur) en junio, aprovechen para aumentarlas", advirtió.

Aunque la actividad de las asambleas no se detiene, la asistencia menguó en las últimas semanas, indicaron algunos participantes a IPS.

"Ahora parece que viene menos gente. Siempre pasa que después de un punto álgido la participación decae. Pero lo importante es que las asambleas se sigan realizando para cambiar un mundo que ya no le gusta a nadie", dijo a IPS Cristina Guerra, enfermera de 54 años desocupada desde hace cinco meses.

"Estamos viviendo en un sistema muy cruel, una sociedad para pocos, y la forma de cambiarla es participando en estos espacios que crea el pueblo", afirmó Guerra.

La enfermera consideró que en diciembre hubo "una ruptura" entre la gente y el gobierno, y pronosticó que los dirigentes políticos de los alrededores de Buenos Aires procurarán frenar las asambleas.

"A ellos sólo les gusta movilizar a favor, a sus clientes políticos", que reciben alimentos y otros favores a cambio de su participación en actos, dijo.

"Si resolvemos cosas, vamos a construir un doble poder. Si conseguimos, por ejemplo, una rebaja de 50 por ciento de las tarifas de servicios públicos para desempleados y personas con ingresos mínimos, vamos a dar un salto de calidad, y vamos a tener mucha más gente participando", avizoró Guerra.

Los vecinos del barrio capitalino de Palermo Viejo organizaron una sala de primeros auxilios médicos mientras continúan discutiendo los problemas del hospital local. En Ramos Mejía, fuera de la capital, incluso el director del centro médico participó en la asamblea de vecinos.

Tanto en capital como en los alrededores, las asambleas se celebran una vez por semana y envían luego sus delegados a una reunión "interbarrial" para aunar criterios o cambiar experiencias. El domingo 17 se prevé la realización de una "asamblea de asambleas" en el Parque Centenario de Buenos Aires.

Los participantes se preocupan de establecer una organización "horizontal", con moderadores rotativos y formación de comisiones para tratar las distintas propuestas.

Muchos asambleístas creen que es posible, aunque no de inmediato, atribuir a sus organizaciones tareas antes reservadas al gobierno. Los vecinos deberían darse un espacio para debatir sobre "los temas de la democracia", dijo Juan Mosca, trabajador de la industria aeronáutica de la localidad de Castelar.

Así piensan muchos vecinos que en las elecciones parlamentarias de octubre pasado, de carácter obligatorio, optaron por votar en blanco o anular el sufragio en señal de rechazo a la actitud de los dirigentes políticos.

"El 19 y el 20 de diciembre el pacto de representatividad entre el pueblo y los gobernantes se quebró y nuestra constitución no rige. Si estuviera vigente no habría 15 millones de pobres y tanto atropello", sostuvo Mosca, de 57 años, montado en su bicicleta luego de una asamblea interbarrial en Morón.

"Por eso, traje a esta (reunión) interbarrial la propuesta de Castelar de comenzar a discutir quiénes van a gobernar mañana, cuál será nuestro proyecto político, cómo vamos a reemplazar a nuestros gobernantes y a nuestros jueces", dijo el obrero, veterano activista de la Sociedad de Fomento de su localidad.

Desde la crisis de diciembre, al menos uno de cada tres entrevistados para un estudio de la encuestadora Hugo Haime afirmaron haber participado en una asamblea barrial o en un "caceroleo" de protesta contra los políticos al menos una vez.

En cuanto a la trascendencia del fenómeno, 35 por ciento de los encuestados consideraron que se trata de "una nueva forma de organización pólitica", 16 por ciento creen que en ese espacio "surgirá la renovación dirigencial", y 21,3 por ciento prevén que la efervescencia se desvanecerá con el tiempo.

Mientras, las asambleas ocupan un espacio cada vez mayor en los medios de comunicación y, además, crean sus propios canales alternativos. Una radio de Morón emite el programa "La hora de las Asambleas", y también hay un periódico hecho por asambleístas, "Argentina Arde".

"Algunos creen que somos menos, pero los que quedamos somos los que queremos hacer cosas, los que queremos dejar de quejarnos en casa y hacer lo que los políticos no hacen: resolver los problemas de cada día, sin aparatos político-partidarios, sólo nosotros con nuestra organización", concluyó Guerra.

Tomado de a-infosArriba lucha antifascista

 

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