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Telefónica de Argentina

Esclavitud moderna y rebelión

Sobre como trabajan y como se rebelan los modernos esclavos de una empresa multinacional

Son esclavos modernos. Se conectan a una máquina en la que tienen asignado un número y que, durante todo el día, controlará todos sus movimientos: si están hablando por teléfono, terminando un trámite, tomando un café o si se fueron al baño. Un audífono de dudosa calidad, la imposibilidad de controlar el ritmo de la entrada de llamadas y un supervisor garantizarán que, durante cuatro, cinco o seis horas, hombre y máquina se fundan en uno solo para producir ganancias al servicio de Telefónica de Argentina S.A.

Máquinas; así consideraban en el Imperio Romano a los esclavos, privados de todo derecho que no sea el de comer y trabajar para acrecentar las ganancias de su amo. "Nos conectamos ¿entendés?", me explica una trabajadora pasante para hacerme notar que ellos también son considerados así. En el imperio moderno, el de la multinacional Telefónica, no hay nada que envidiar al viejo esclavismo pre-feudal.

Un bip que termina aturdiendo es la única pausa posible entre llamada y llamada, donde en cuatro minutos un joven trabajador debe "actuar como receptor de la bronca y la catarsis del cliente, solucionar el problema y de paso venderle algún producto". Las llamadas entran como cataratas y un semáforo, que mide la cantidad de consultas en espera, mide también la histeria del supervisor, que, en la mayoría de los casos, tiene los modos de una maestra jardinera y la ideología de un agente de la policía federal.

Los esclavos, además, no salen caros; el dueño sólo está obligado a darle comida y el sustento necesario para sobrevivir y trabajar y, obviamente el esclavo-máquina no tiene ningún derecho político o civil.

En Telefónica, se vive una situación similar; sin derecho a sindicarse, sin obra social, sin aguinaldo, sin indemnización, con apenas unos pocos días por estudio o enfermedad, los pasantes viven en la absoluta precariedad, cobrando un sueldo miserable sin ningún derecho a protestar.

Según las leyes que regulan el régimen de pasantías, "se entenderá como "pasantía" a la extensión orgánica del sistema educativo en el ámbito de empresas u organismos públicos o privados, en los cuales los alumnos realizarán residencias programadas u otras formas de prácticas supervisadas relacionadas con su formación y especialización" y uno de los objetivos máximos es "Brindar experiencia práctica complementaria de la formación teórica elegida que habilite para el ejercicio de la profesión u oficio" (1). Pero, según la "experiencia práctica", en estas empresas, un estudiante de ingeniería adquiere y hace su pasantía atendiendo reclamos en el 112, o uno de Sociología "complementa su formación teórica" atendiendo los llamados del servicio de informaciones o uno de Comunicación realiza las llamadas por cobrar al exterior.

Para las empresas como Telefónica, o cualquiera de las corporaciones que se benefician con el régimen de pasantías la interpretación de la ley es simple; se trata de contratar estudiantes a un precio y en condiciones favorables solo para sus ganancias y con la excusa de que están "aprendiendo", mantener una planta de trabajadores precarizados sin ningún tipo de problema legal. "Reducción de costos" o simplemente "mano de obra barata" es el nombre que los directivos de Telefónica usan sin guardar las formas para referirse a los 1000 pasantes que en Capital y Gran Buenos Aires atienden servicios como el 112, 110, 19 o 000.

En aras de la modernidad, los nuevos colonizadores venidos de España, han decidido dejar de utilizar el poco elegante sustantivo que define este antiguo tipo de práctica laboral; cambiando el nombre de esclavos por el de pasantes. Quisieron hacernos creer que la colonización había terminado.

CUANDO EL ESCLAVO SE REBELA

Es una noche de calor de esas que regala Enero, con cotorritas que invitan a apagar las luces y prender el ventilador. En algún lugar de Buenos Aires, decenas de trabajadores pasantes se reúnen para discutir qué pasos seguir. La mayoría de ellos mañana entrará a trabajar a las 6 o 7 de la mañana, pero ninguna duda en robarle horas al sueño para quedarse hasta el final de una reunión que parece que nunca va a terminar.

Discusiones apasionantes y apasionadas; propuestas para llevar a las asambleas, mecanismos de coordinación para comunicarse entre edificios aislados entre sí, propuestas para vencer el miedo que la empresa quiere imponer; la reunión termina pasadas las dos de la madrugada y con los vecinos enojados pidiendo que bajen la voz.

¿Qué mecanismo oculto actúa para que el que no tiene ningún derecho un día explote y desate un rebelión?.¿Es simplemente acumulación de bronca guardada por años, toma de conciencia o un inconsciente colectivo que un día hace un click?.

Cierto es que la lucha de los pasantes de Telefónica de Argentina no comenzó ayer . Pero también es cierto que nunca como ahora la rebeldía tuvo tanto fermento y organización.

El conflicto esta vez empezó hace casi dos meses durante una campaña de retiros voluntarios. El 20 de Noviembre, por fin, el sindicato telefónico de Capital (FOETRA, dirigido por una coalición entre la CGT Moyano y la CTA) llamó a una asamblea con la participación de los pasantes para "garantizar la fuente laboral" que pasantes y contratados aprovecharon para comunicarse entre ellos.

Allí comienza un plan de medidas de fuerza, donde los trabajadores efectivos también lucharán por su convenio colectivo. La lucha se proponía "una solución integral; el convenio colectivo de trabajo y la efectivización de los contratados y pasantes". Pero, al cabo de unos días, nos cuenta una trabajadora contratada "el plan de acción quedó truncado a raíz de un plenario de delegados donde se nos informa que están negociando con la empresa. Nosotros vamos al edifico y la gente se rebela totalmente porque se para una lucha sin saber qué se logró. Todo el mundo creía que no podíamos parar la lucha sin lograr ninguno de los puntos que pedíamos".

El preacuerdo del sindicato consistía en mantener el convenio colectivo para los trabajadores, una promesa de un cronograma de dos años de efectivización de un sector de los contratados y para los pasantes -que no pueden participar de la negociación- la promesa de contratos al vencerse las pasantías, también para un pequeño sector.

Los pasantes, descontentos con promesas vacías que no satisfacen sus reclamos, organizan su propio plan de acción. Un día realizan una asamblea en uno de los edificios, sin ningún tipo de autorización. La hazaña es organizarse, hablar; la primer conquista de la lucha -nos dice una trabajadora- es la palabra.

Cuando el sindicato llama a una asamblea para informar sobre el acuerdo que acaban de firmar descubre una novedad; la asamblea no termina cuando ellos quieren, y los pasantes se quedan en forma "ilegal" para votar sus propias medidas. Se niegan a hacer la asamblea dividida en dos -método para no dejar trunco el servicio- y recorren en masa piso por piso, enfrentando a los supervisores y animando a sus compañeros a desconectarse y bajar a discutir.

Las medidas continúan; en el descanso visual, que dura 10 minutos, los pasantes y contratados se autoconvocan en asamblea. El sindicato dice nuevamente que no "abala medidas ilegales" como las que acaban de tomar. El ánimo es terriblemente efusivo, y en los diferentes pisos se espera con ansias la hora de salir.

Cuando esos hechos se vuelven a repetir, el derecho a la palabra se convierte en grito de rebelión; los pasantes se desconectan, descubren ese poder hermoso de parar la producción; dejan de ser un número, una voz que se escucha desde el otro lado de la palabra, y en su rostro escriben la sonrisa de los que quieren conquistar la dignidad.

El hombre vuelve a ser hombre saliendo de su papel; desconectándose de la máquina, puede comunicarse con sus compañeros y el mundo vuelve a estar sobre sus pies, aunque no sea más que por unos minutos.

Y, le pese a quién le pese, se organizan y piensan seguir.

ESCRIBIR LA HISTORIA

Los pasantes no piden nada del otro mundo; cada uno de ellos quiere que se los reconozca como trabajador. "Nosotros también somos humanos" dice una compañera, y en la simpleza de sus palabras se resumen mil razones para luchar. Se trata de derechos básicos; la estabilidad laboral, los aportes jubilatorios, la protección sindical, resumido todo en la demanda de efectivización.

Hace 2100 años, un gladiador sin nombre y condenado a morir saltó de la arena del circo romano para hacer temblar al imperio esclavizador y levantar a sus hermanos hambrientos de libertad. Su vida y su obra sobrevivieron a través de los siglos, a pesar de que no hubo historiador de la antigüedad que no haya pretendido enterrarlo debajo de la alfombra de los olvidos.

¿Quién contará la historia que comenzaron a escribir los modernos Espartacos de Telefónica?. La pregunta es fácil de responder por la negativa; seguramente no serán los medios masivos de comunicación, en donde además de actuar como grupo económico Telefónica aporta miles de dólares en publicidad.

Si alguien recuerda a Espartaco hoy, es porque, a su paso, los esclavos de las ciudades abrieron las murallas para darle abrigo y liberarse, en ese acto de solidaridad a ellos mismos. Los piqueteros, las fábricas ocupadas, las asambleas barriales, los medios alternativos.¿Ayudaremos con nuestra solidaridad a escribir la historia de los que enfrentan a los modernos imperios de la esclavitud?.

De nosotros depende hacerlo; en los próximos días, podemos estar seguros, sabremos más de estos jóvenes que han decidido ponerle su nombre a la dignidad.

sebastian@indymedia.org

Sebastian Hacher

Arriba lucha antifascista

 

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