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Hacia un estado palestino

Isaac Bigio

 

Así como Arafat ha debido transigir y aceptar la existencia de Israel, Sharon puede verse obligado a aceptar la fundación de un estado palestino. Pero, una nueva partición no generará más problemas.

Los israelíes han logrado hacer retorcer a Arafat para que no sólo reniegue de su original propuesta de restablecer Palestina en todo el territorio previo a la partición de 1947, sino incluso a la mitad que les correspondió con la división aprobada por Naciones Unidas, para conformarse con el 22% de los territorios ocupados de Gaza y la Franja Occidental.

Mas, Sharon quisiera obligar a la Asamblea palestina para que incluso cedan más. El no quiere entregar ninguna parte de Jerusalén, vista como ‘capital indivisible del pueblo hebreo’, así como una serie de asentamientos. El quisiera que el nuevo estado palestino tenga menos territorio y soberanía limitada.

Los laboristas dicen que si se anexan más territorios ocupados hay el riesgo de que la paz nunca se produzca o que los árabes terminen convirtiéndose en una minoría tan fuerte que pueda alterar el carácter judío del estado.

Sin embargo, los laboristas están en su peor momento electoral. De haber sido el partido más fuerte y el que más ha gobernado Israel ahora no controlan ni un sexto del parlamento. Sharon está fuertemente presionado por su propio partido que hunde sus raíces en el sionismo revisionista de Jabotinski, quien inicialmente plantease no sólo crear un Israel en toda Palestina sino incluso en todo lo que hoy es Jordania y parte del Líbano. Gran parte de sus aliados y electorado no quieren permitir que se desmantelen una serie de asentamientos israelíes en Gaza y la Franja Occidental, algunos de los cuales están protegidos por nuevas murallas y fortificaciones.

Si el primer ministro palestino no consigue significativas concesiones por parte de Sharon él tuviese poco que ofrecer a los palestinos, dentro de los cuales crecen los radicales. Por mas que el nuevo gobierno palestino firme un acuerdo éste no podrá viabilizarse si no se logra erradicar el levantamiento árabe (intifada) y difícilmente se pueda lograr ello o sacar al Hamas del camino si es que lo que se presenta puede ser interpretado por amplios sectores como una rendición a Israel.

Para poder conseguir mayores concesiones en el reparto de territorios ambos bandos se ven obligados a coquetear con sus extremistas. Sharon tiene promotores de la limpieza étnica en su gabinete, y la Autoridad Palestina no quiere ir hacia una represión total de los radicales islámicos o izquierdistas. La idea es que si ambos se pusieran a sacrificar a sus respectivos intransigentes algo se podría avanzar. Sharon demanda que el nuevo gobierno palestino impida nuevos atentados y Abu Máser pide retiro de tropas y de asentamientos.

La derrota de Irak, la mayor nación árabe en conflicto con Israel, y el encerramiento diplomático contra Siria, ha quitado fuerza a los palestinos. EEUU busca que el poder del Hamas sea cortado empujando a Damasco y a Ramala en su contra. Para evitar ser objeto de sanciones Siria puede verse obligado a distanciarse de sus patrocinados grupos armados anti-israelíes Hamas y Hizbola.

Gracias a la nueva correlación de fuerzas impuesta en el medio oriente tras el derrocamiento de los panarabistas en Bagdad, Occidente espera que los palestinos se vean obligados a aceptar un acuerdo de paz que podría incluso serles de menor conveniencia que el que no se logró a fines de la década pasada.

La eventual declaración de un nuevo estado palestino probablemente en el 2005 no acabaría con los problemas. Seguiría habiendo una extraordinaria diferencia entre la riqueza de Israel y la pobreza de muchas zonas palestinas. Dentro de los árabes el resentimiento podría sobrevivir y en Israel los ciudadanos árabes podrían avanzar planteando derechos civiles. Por paradójico que parezca cierta paz con los palestinos podría acicatear fuertes tensiones internas dentro de la sociedad hebrea. Podrían aflorar muchos de los problemas latentes dentro de ellas: desde sociales y económicos, hasta las pugnas que hay entre judíos de origen oriental, occidental y ruso, o entre ultra-religiosos y seculares.

El cálculo estadounidense es que una paz israelí-palestina podría servir para ir aminorando conflictos en su principal reserva petrolera (el medio oriente) y eventualmente podría generar un boom económico que podría beneficiar a capitales israelíes deseosos de expandirse en su región, y a empleadores y empleados palestinos.

 Arriba. ¡LUCHA ANTIFASCISTA!

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