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Una nueva crisis o el colapso (I)

Una nueva crisis o el colapso (II)

Una nueva crisis o el colapso (y III)

Josep

La destrucción

Cuando en la mayoría de los países estamos asistiendo no solamente a un gran retroceso de procesos de desarrollo anteriormente emprendidos, sino también a una gran destrucción y aniquilación humana (el PIB de los pobladores africanos es un 30% inferior al de 1980) hemos de entender que estos HECHOS no son banales sino que corresponden a una manera determinada con la que el PODER está respondiendo ante la crisis del sistema.

No es casualidad que el saqueo vaya acompañado indisolublemente con la destrucción de los medios y de la infraestructura básica de los países expoliados.

Cualquier guerra, cualquier conflicto religioso, cualquier plan antiterrorista, cualquier operación humanitaria ... no es más que la antesala de un futuro saqueo y las trompetas anunciadoras de una gran destrucción. La guerra de Yugoslavia fue premonitoria. Los expertos militares aún no pueden explicarse el bombardeo de los puentes sobre el Danubio.

Se trata simplemente de abortar cualquier posibilidad de desarrollo que la demanda SOLVENTE no pueda absorber. La diosa ley de la oferta y la demanda debería ser invalidada y sustituida por la ley de la oferta y la demanda solvente. Los alimentos no son para comer sino para vender, las medicinas no son para curar sino para vender, la música no es para escuchar sino para vender, el agua no es para beber sino para vender, ...

Los conservacionistas llevan razón cuando nos advierten que haría falta tres Planetas como la Tierra para poder hacer generalizable el modelo de progreso actual. Pero no existe ninguna razón científica que pueda demostrar que las necesidades humanas de primera categoría (la alimentación, la salud, la educación y el cobijo) no puedan ser atendidas adecuadamente. No existe ninguna razón científica que pueda demostrar que otras necesidades de bienestar y confort que hemos alcanzado algunas sociedades industrializadas occidentales no puedan ser una gran parte también generalizadas.

No existen razones rigurosas que expliquen porque el nivel de vida de muchos pobladores de la Tierra se esté deteriorando progresivamente, porque no podemos acortar la jornada laboral, porque las sulfamidas no lleguen a los niños enfermos de diarrea, ni las vacunas alcancen a terminar con enfermedades endémicas absolutamente conocidas por la Ciencia, porque los cereales se vacían de los graneros de los pueblos hambrientos, porque el agua potable, la luz y el teléfono sean aún desconocidos por una gran parte de los habitantes de la Tierra, etc.

No existe ninguna razón que pueda explicar que conocimientos científicos que los occidentales aplicamos desde hace muchos años sean desconocidos para la mayoría de la población mundial. No existe ninguna razón que pueda condenar a los pueblos al regreso a la prehistoria.

Todas estas razones no están avaladas por la Ciencia sino solamente por sentencias bíblicas.

Contrariamente, estamos en condiciones de solucionar todos estos problemas fundamentales con extrema facilidad. Tenemos los medios y los conocimientos necesarios para solucionarlos. En realidad estamos ante una gran crisis de sobreproducción que no es nueva en el capitalismo pero que ha alcanzado unos parámetros nunca observados en tiempos pasados y que solamente es solucionable para el Poder con un gran salto adelante en la producción y el despilfarro de las riquezas en los territorios imperiales y una gran destrucción en el resto del mundo.

La miseria, el paro y el deterioro de las condiciones de vida de los pobladores de Derby, de Manchester, de Liverpool, etc contrastaba con los almacenes repletos de mercancías de la Inglaterra pionera de la revolución industrial. La expansión imperialista y el reparto del mundo dio salida a una gran etapa de sobreproducción en donde en un corto periodo (1830-1900) el comercio mundial creció desde los 300 millones de libras esterlinas a casi los 5.000 millones.

Las grandes evasiones de Capitales hacia el Imperio no tienen otro significado tanto si se convierten en Tesoros (depositados en paraísos fiscales), como si son despilfarrados en grandes obras suntuarias, como si se invierten en grandes proyectos de investigación o tecnológicos (que en función del mercado serán aplicados o no) o son quemados en ingenios militares. Inmensas cifras son apartadas de la producción. La destrucción de Capitales es el signo más evidente de la incapacidad del sistema para continuar determinando el desarrollo de la vida social de los hombres.

El mundo que se avecina

Cuando el modo de producción es mantenido por la fuerza y la destrucción constituye la única posibilidad de su continuidad se abre un periodo de confrontación social.

Nunca ningún sistema social ha podido detener el proceso imparable de la vida humana que empezó en el Neandertal y que ha continuado hasta la civilización capitalista. Nuestra Historia no ha sido rectilínea pero ha evolucionado en una dirección: del individuo tribal recolector y cazador, autónomo, independiente, autor de sus propios actos que necesitó vivir en sociedad y que disputó con otros hombres los recursos de la naturaleza, al hombre plenamente social. El hombre social fruto de un proceso histórico colectivo en donde su propia individualidad solo puede serle otorgada en y por la sociedad.

Los hombres que han detentado el Poder nunca han podido detener este proceso. Ningún modo de producción que ha determinado durante un espacio de lugar y tiempo el desarrollo de la vida social, política, intelectual en general de los hombres y que ha calado en su pensamiento y en su comportamiento ha sido capaz de detener este proceso.

Nuestras anteriores magmas de culturas, identidades, formas tribales, patriarcales, feudales, nacionales, precapitalistas... son fragmentadas, disgregadas, destruidas, olvidadas en un abrir y cerrar de ojos por la fuerza imparable de este proceso. No podemos volver atrás. Las llamadas de los recogedores de cadáveres son inútiles: ¡Resucitemos a la burguesía nacional¡ ¡Resucitemos los partidos políticos¡ ¡Resucitemos al artesanado¡ ¡Resucitemos la explotación fabril¡ ¡Resucitemos a los Sindicatos¡ ¡Resucitemos a los reyes y a los césares¡ ¡Resucitemos al Estado Social¡ ... Palabrería en vano.

No es la conciencia de los hombres la que determina su existencia, sino su propia existencia social (los lazos que unen a los hombres en su lucha por la vida en unas condiciones determinadas) la que determina su conciencia.

Estos lazos los estamos creando constantemente y los estamos estrechando en razón a los medios y a los conocimientos que alcanzamos en un largo proceso cada vez más imperiosamente colectivo.

Impedir este proceso es una tarea fracasada.

Nada podrá impedir que estos lazos a favor de la vida y del bienestar de los seres humanos se estrechen cada día con más fuerza, que no usemos para el beneficio común la gran revolución científica que hemos alcanzado, que no usemos los alimentos para comer, las vacunas para curar nuestras enfermedades, el agua para beber, las fuentes energéticas para hacer funcionar nuestras fábricas robotizadas, los medios de comunicación para generalizar nuevos conocimientos, nuevas técnicas, nuevos métodos de trabajo, que las aportaciones de cada individuo sumen a la gran progresión geométrica de otras aportaciones (de una ida y vuelta , de un suma y sigue ininterrumpido),.. Nada podrá impedir que la Humanidad en su conjunto ante tales posibilidades, que nos abren la puerta a una Historia hasta ahora desconocida, no se ENFRENTE masiva y decididamente a los sectores privilegiados que intentan impedir que esta gran revolución se desarrolle.

A los miedosos, asustados y cobardes que no quieren aceptar que un mundo nuevo está ya en la antesala, al alcance de nuestra mano (y que solo intentan reformar el viejo o regresar al pasado) no quieren aceptar lo más evidente, la obviedad más manifiesta: Para que la Humanidad pueda USAR para su beneficio los medios y conocimientos alcanzados debemos enfrentarnos sin dilación con la única ley que ha sido intocable e inamovible a lo largo de nuestra Historia pasada, la ley que todos ustedes, ciegos del intelecto, omiten en todos sus escritos , discursos y parrafadas: LA LEY DE LA PROPIEDAD PRIVADA.

Una sola ley, defendida con uñas y dientes, ha de enarbolar la bandera de los ciudadanos del mundo: LA LEY DEL PATRIMONIO COMUN.

Solamente de este manera podremos cambiar el rumbo de una etapa de destrucción y de barbarie a la que la sociedad del Capital nos lleva irremediablemente. Porque el callejón, no tengan ustedes ninguna esperanza, no tiene salida.

 Arriba. ¡LUCHA ANTIFASCISTA!

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