Con el nº8 de la Colección
"Cuadernos Libertarios" publica la Fundación Anselmo Lorenzo este folleto
de Francesc Foguet i Boreu. Se recogen en él los posicionamientos y las
realizaciones de las J.J.L.L. de Cataluña en materia cultural y, más
concretamente, en materia teatral, durante el periodo revolucionario.
La libertad que propugnaban los
jóvenes libertarios catalanes de aquel tiempo no admitía ningún tipo de
transacción política y se basaba, ante todo, en procurar una moral social
ácrata, que garantizase la libre convivencia, la justicia y la solidaridad
humanas. Su visión del anarquismo nada tenía que ver " con la mística, ni
con el madrigal, ni con el azul, ni con la luna". Era una visión práctica
y visceralmente bipolar: o autoritarismo o libertad.
La apuesta de las J.J.L.L. era
radical, absolutamente radical: un federalismo organizado "de abajo a
arriba" y encargado de administrar los asuntos socioeconómicos a base de
pequeños grupos funcionales, coordinados entre sí, siguiendo una dinámica
autogestionaria. Y en relación con los valores éticos y sociales,
orientativos de cualquier tipo de acción, su postura era también de una
absoluta claridad: asistencia y educación a los más desfavorecidos,
cuidado de las necesidades colectivas de la enseñanza y estímulo para
poner al alcance de todos las actividades culturales y artísticas:
escuelas, clases de alfabetización y cultura general, ateneos,
bibliotecas, grupos artísticos, charlas, conferencias, cuadros escénicos,
publicaciones, …
En el folleto se estima, "grosso
modo", la existencia de unos trescientos grupos artísticos juveniles
esparcidos por toda Cataluña, con unos cuarenta mil afiliados. Sus
actividades rechazaban las llamadas " diversiones superfluas" ( boxeo,
toros, music-hall…) para orientarse hacia un arte adaptado a la mentalidad
del pueblo, que encauzara y sublimara las actividades revolucionarias.
Desfilan por estas páginas
algunas de las numerosas realizaciones que los diversos grupos existentes
pudieron llevar a cabo en aquellos días tan difíciles. Su simple
enumeración nos maravilla por cuanto supone de esfuerzo revolucionario y
cultural de aquellos remotos e ignorados compañeros, Pero " las
dificultades para configurar un repertorio adecuado al momento
revolucionario eran acuciantes y, en términos generales, tampoco se tuvo
la pericia de hacer versiones de los textos clásicos o adaptar las obras
más socialmente comprometidas".
La lectura de autores y títulos
llevados por entonces a la escena nos enfrenta con esta afirmación de
Oscar Blum: "Lo que se necesita es que el teatro, de pasión hecho y de
nobles ideas, ponga al espectador en capacidad de cumplir sus deberes de
hombre. Esto simplemente es el teatro revolucionario. El bueno". No
siempre fue así, lamentablemente. Posiblemente, faltaron tanto medios
materiales como información. En cualquier caso, podemos desde este "aquí y
ahora" saludar con admiración el valor de la tarea emprendida, que mantuvo
enhiesto, como un penacho, el afán de hacer del hombre un ser más bueno,
más justo, más libre.
Sebastián Clavijo