Las gentes
de la CNT han surgido intermitentemente en mi vida. La primera vez que
tuve noticias de ellos fue por culpa (¿o gracias?) al amor. Al amor
platónico se entiende, pues solo tal puede haber entre un chico de 10
años y la inalcanzable preciosidad de tres o cuatro cursos más adelante.
Sabía donde vivía María Ángeles y me
hacía el encontradizo, aunque lo cierto es que literalmente acampaba a la
puerta de su casa. Tantas horas de espera me hicieron más conocido y
querido, por la gente del local que había allí abajo que por ella misma.
Ellos, los barbudos de la CNT, sabían de mi amor secreto y me saludaban
cariñosamente, casi con pena, más expertos en las lides de la vida
conocían sobradamente los sufrimientos del amor. Éste no llegó,
lógico, pero el recuerdo que van creando los movimientos subrepticios, ya
conocidos por vivirlos en mi propia casa desde niño, de aquellos tipos,
que vivían momentos de lucha social contra el fascismo franquista,
persistió en mí.
Otra vez, tendría una experiencia
cercana a los barbudos libertarios. Luis era nuestro profesor de
matemáticas. Le teníamos bastante "gato"y de él poco
sabíamos salvo que tenía mala hostia, lo que demostraba a menudo
lanzando el tocho de llaves que siempre llevaba a la cabeza de algún
alumno. Durante unos días fue sustituido, por enfermedad dijeron. La
enfermedad era muy típica en aquellos tiempos (y no lo es menos ahora).
Los fachas habían secuestrado a Luis. Dentro de un coche le apalearon, le
apagaron cigarrillos en el pecho, en la barba... Supimos que ser de la CNT
había sido suficiente motivo para aquella agresión. Muchas preguntas nos
hicimos entonces, pero los jóvenes suelen tener otras preocupaciones y el
tiempo hizo que el rojinegro se asociase más a los movimientos del primer
tercio de s.XX que a la realidad presente.
Mil vueltas ha dado mi azarosa vida.
Cerca de 18 años los llevo en prisión, por ser un rebelde que no calla,
que resiste, que no traga, por ser, a mi forma, un imberbe barbudo
libertario. Ahora, de nuevo, después de tanto tiempo, una tercera vez se
han cruzado las gentes de CNT en mi trayectoria. Mi familia se fue a vivir
a Granada y comenzamos la lucha para ser trasladado allí y así poder
vernos regularmente. Como quiera que el actual sistema político está
regido por los herederos franquistas, es lógico pensar y sencillo
constatar que la penitenciaria no es una institución para solucionar
problemas sociales sino para reprimirlos, y no en su origen, sino,
hipócritamente, en su final, materializándose la represión en la
persona del delincuente, del desadaptado, del enfermo, del rebelde social,
del insumiso, del analfabeto, del débil. Nuestra lucha ha sido y
continúa siendo muy dura, porque los métodos del poderoso no son sino
instrumentos de destrucción, y ante ella uno sólo puede sentir su
soledad.
Mi compañera pasó un día por los
locales sindicales de Granada, allí se encontró con la gente de la CNT y
otra vez los trajo a mi vida. "De verdad, cariño, que al menos ahora
me siento apoyada y acompañada. Seguimos estando lejos, pero la lucha es
menos triste con estas buenas gentes arropándonos", decía la carta
de mi compañera. Sólo que ahora ya no eran los barbudos libertarios
quienes ocupaban el espacio sindical, ahora había muchas gentes allí:
niños que iban con sus padres, alguno con sus abuelos, jóvenes
estudiantes, barbudos también, ¿por qué no? Tod@s libertarios. Gracias,
mi amor, por traérmelos otra vez a mi vida, gracias a todos vosotros por
quedaros en ella.