El 11
de septiembre los medios de comunicación ofrecieron al mundo
imágenes de una tragedia humana - gente saltando por las ventanas,
edificios derrumbándose, y heroicos bomberos y policías muriendo al
intentar rescatar a las víctimas. Nos dijeron que diez mil ciudadanos
norteamericanos habían sido víctimas de un ataque terrorista
indiscriminado contra los Estados Unidos.
Periodismo de investigación
reciente nos muestra una versión completamente diferente de los
hechos del 11 de septiembre.
Según la Cruz Roja de los Estados
Unidos, el número de víctimas es de 2.563. Según la Associated
Press, es de 2.625. Casi un cuarenta por ciento eran extranjeros que
trabajaban en los Estados Unidos. En otras palabras, el número total
de víctimas de Nueva York puede que no exceda de 1.500 ciudadanos
norteamericanos. La cifra que dieron los funcionarios de la ciudad de
Nueva York afirma que hubo el doble de víctimas (4.964) -
probablemente por razones políticas, para conseguir más fondos del
gobierno federal para reconstruir el distrito financiero. La pregunta
que surge es si la muerte de 1.500 ciudadanos norteamericanos
justifica una guerra que ya ha provocado el éxodo de 3 millones de
afganos y provocado la muerte de varios miles de civiles a causa de
bombardeos, malnutrición y enfermedades.
En segundo lugar, el WTC no era
solamente un "símbolo" de poder económico - según el
periódico inglés The Guardian (2 de noviembre 2001) era un
centro de la CIA y los servicios secretos. El sótano, 20 metros bajo
tierra, almacenaba cientos de armas, incluidos rifles de asalto,
bloques de cocaína y taxis falsos usados en operaciones secretas en
los Estados Unidos. En otras palabras, la CIA usaba la tapadera civil
del WTC como un centro operacional y logístico en el sótano,
poniendo en peligro de un modo irresponsable a los civiles que
trabajaban en las oficinas de arriba.
En tercer lugar, el sótano del WTC
era uno de los mayores depósitos de oro del mundo, valorado en 350
millones de dólares. Los inquilinos del WTC incluían los grandes
grupos financieros de los Estados Unidos, quienes son directamente
responsables de muchas de las grandes tomas de poder y deudas en el
extranjero. Incluían J.P.Morgan, Merril Lynch y muchas de las
principales empresas financieras que controlan la economía mundial.
En otras palabras, no se trató de
un ataque indiscriminado contra "América", sino de un
ataque político contra un importante objetivo militar-financiero que
es primordial para el imperio global de los Estados Unidos.
En el caso del ataque a Washington,
el objetivo militar, el Pentágono, está directamente involucrado en
la planificación e implementación de las estrategias militares de
los Estados Unidos para destituir a los regímenes nacionalistas y
socialistas, para reafirmar la hegemonía global de Washington y
proteger las redes financieras y de inversión de los Estados Unidos.
Esto plantea la pregunta fundamental
de si la declaración de guerra de Washington se basó en la muerte de
un reducido número de ciudadanos norteamericanos (posiblemente 1.500)
o en el contenido político-económico del WTC y el Pentágono.
El hecho de poner la CIA y los
servicios secretos en un edificio catalogado de civil (WTC)
proporcionaba una "tapadera protectora" para los activistas
de la ciudad de Nueva York, pero ponía a los ocupantes del WTC
directamente en la línea de fuego de los numerosos adversarios de la
CIA.
Algunas de las víctimas del WTC son
conocidos estafadores. Poco después del 11 de septiembre, los
directores de First Equity Enterprises, que tenían oficinas en el WTC,
usaron los ataques terroristas para desaparecer con 100 millones de
dólares en fondos fraudulentos.
Numerosos otros casos de fraude y
explotación comercial han salido a la luz, incluyendo exageradas
reclamaciones a compañías de seguros, la venta de recuerdos por
parte de vendedores ambulantes, la desaparición de millones de
dólares en ayudas financieras destinadas a los familiares de las
víctimas (el presidente de la Cruz Roja norteamericana tiene un
sueldo de 350 mil dólares). Esto no es de extrañar dada la
competencia sanguinaria que existe entre las instituciones financieras
y los consejeros de inversión que trabajaban en el WTC. Mientras que
no hay duda alguna de que mecanógrafos y porteros también murieron
en el ataque, había entre las víctimas un número desproporcionado
de financieros y especuladores en cambio de moneda que cobraban
enormes sueldos. El punto teórico es que la explosión del
sentimiento de guerra de Washington probablemente tuvo más que ver
con la "calidad" y no la "cantidad" de las
víctimas y su influencia en los mercados financieros globales. Las
subsiguientes sacudidas a la economía norteamericana - el miedo de
inversores y banqueros, la caída de la bolsa - tuvo muy poco que ver
con las secretarias y los porteros, y mucho que ver con la importancia
económica de las instituciones financieras afectadas.
Además, el momento escogido para el
ataque coincidió con la creciente recesión y sirvió para acelerar
la crisis económica. En octubre, 450 mil trabajadores perdieron sus
puestos de trabajo - la cifra mensual más alta de la historia
reciente. Es obvio que la decisión de los terroristas no fue un acto
de venganza basado en la religión, sino en un estratégico
entendimiento económico de la posición económica y espacial de su
objetivo, y del momento escogido en el ciclo económico. El lugar y el
tiempo fueron seleccionados con tal de maximizar los efectos
estratégicos a la economía norteamericana - y no para cobrar el
mayor número de vidas humanas.
En resumen, los actos del 11 de
septiembre tienen dos caras: la tragedia humana y el heroísmo
personal que la CNN nos presentó, por un lado, y el conflicto de
poder económico y político entre el imperio de los Estados Unidos y
sus adversarios en el Tercer Mundo, por otro.
Los medios de comunicación y
Washington manipulan la tragedia humana para desviar la atención de
las dimensiones económicas y militares del conflicto. Esta
manipulación se ha hecho evidente hasta en sectores del público
norteamericano. Ni dos meses después del 11 de septiembre, los mismos
bomberos de la ciudad de Nueva York, alabados por el alcalde por su
heroísmo, se manifestaron en las ruinas del WTC para protestar contra
la reducción presupuestaria del personal asignado a la búsqueda
entre las ruinas. El alcalde Giuliani callificó a los bomberos de
alborotadores e infractores de la ley y alabó a la policía por la
represión de la protesta. El alcalde ha reducido el presupuesto
asignado a los bomberos, para financiar la reconstrucción del centro
financiero. Los héroes de ayer son los proscritos de hoy.
Del mismo modo, los beneficiarios de
los subsidios federales no son los trágicos ex empleados que han
perdido su trabajo sino los empresarios millonarios. Los empleados que
sufrieron la tragedia del 11 de septiembre se han convertido de nuevo
en víctimas, esta vez en manos del gobierno de la ciudad, sus jefes y
Washington.
Las víctimas de la tragedia, ya no
útiles como propaganda política a favor de la guerra, han sido
ignoradas y ahora hacen cola frente a las oficinas de empleo.
Lo que sugiero es que el 11 de
septiembre fue un acto complejo en el que la tragedia humana y
cuestiones políticas estratégicas se entrelazaron. La explotación,
distorsión y el encubrimiento por parte del gobierno y los medios de
comunicación no reducen la tragedia humana. Pero esto también
sugiere que, dada la naturaleza estratégica del objetivo, los
terroristas actuaron con premeditación: si su intención era desafiar
al imperio, escogieron un objetivo importante, aunque el daño
circunstancial no deja de ser atroz.
James Petras es un sociólogo
estadounidense, autor entre otras obras del llamado "Informe
Petras" sobre la situación del mercado laboral español.
Traducción Marta Negro