Opinión 

Mis reales preocupaciones.

Nicola Lococo Cobo

Seguro que fue en un momento de gran debilidad y desesperación por una extraña convergencia entre lucidez y autocompadecimiento, cuando, Francisco José I de Austria, en pleno campo de batalla, tras las sonadas y clamorosas derrotas de Magenta y Solfiro, pronunciara la célebre máxima que se le atribuye, aquello de "Dios creó seres tan sumamente inútiles y desvalidos, que les hizo nacer Reyes para que pudieran subsistir", pero ello no la hace desmerecer nada, dada la verdad que contiene, aunque posteriormente su propio artífice, más calmado, se hubiere arrepentido de pronunciarla.

Yo, no quiero decir nada. Pero mientras ustedes se agobian por el paro, la drogadicción, los accidentes en carretera, las guerras, el terrorismo, la globalización y demás temas del telediario, pasa totalmente inadvertido en toda su gravedad y alcance, un preocupante fenómeno que aumenta por momentos en progresión geométrica y que, de no atajarse de inmediato, en un futuro no muy lejano, cobrará magnitudes insospechadas de consecuencias irreversibles para todos nosotros. Pero no sé por qué oculta razón, a nadie, salvo a mí, parece importar y menos interesar que se investigue y hable sobre ello, hasta que quizá sea demasiado tarde, y sólo se le pueda poner remedio –si se deja- por métodos drásticos y nada civilizados, como los que todavía hoy, para mi sano y moderado entender, cabría emplear para solventar la incipiente situación, entiéndase: vasectomía, esterilización, castración, y cualquier otra medida médico-quirúrgica apropiada para cada caso. Por si alguien no lo ha adivinado ya, me estoy refiriendo a la multiplicación de entes, y no precisamente de los que se quejaba Ockham, sino de naturaleza muy real, con nombres, apellidos y títulos, muchos títulos, que, si bien siempre nos indignó que vinieran en interminable hilera cual procesión surgiendo unos de otros, ahora nos asusta la celeridad y prontitud con la que últimamente se reproducen provocándonos la amarga sensación de angustia, que en su día, probásemos con las escenas aterradoras de las vainas gigantes y en un momento crítico, en el que muchos albergábamos la esperanza de que en breve, de un modo incruento y diplomático, podríamos ponerle punto final a ésta pantomima e instaurar de nuevo la república y de paso retocar aquí y allá la constitución, y solucionar todos los problemas de un plumazo. Pero ahora... ¿Qué va a ser de nosotros?

Porque podría parecerles exagerado y equivocado en mis alarmantes apreciaciones, aunque las matemáticas no sean mi fuerte, haré el esfuerzo de emular al mismísimo Platón, quien en su tiempo ya se ocupara del problema del Uno y lo múltiple en su célebre Parménides, tanto en profundidad como en la claridad de la explicación, para que también ustedes verifiquen y anticipen, el peligro que nos acecha. Y así, les diré que yo solo sé, que hace mucho, mucho tiempo, hubo uno que se fue, no volvió y murió, dejando el conjunto vacío. Vacío que llenó sólo otro que no debió ser uno, hasta que murió. Al tiempo, había otro que no fue uno, porque estaba el otro, y también murió. Hasta aquí, podemos decir, que todo trascurría con normalidad, de uno a otro, pero de uno en uno. Hasta que a otro que no le tocaba ser uno, le impusieron como uno, quien a su vez se había unido previamente a otra. Con lo que ya eran dos. Y los dos, tuvieron tres. De los tres, dos van camino de tener tres. Y aunque uno no tenga ninguno, ya piensa en una ninguna, para traer otros tres. Así, en breve, los tres, con suerte, de cumplirse los principios de la psicología familiar, traerán sólo tres cada uno. O sea, nueve. Nueve que, con ellos tres y sus respectivas parejas –sin contar amantes y bastardos, harán quince, que sumados a los dos del principio hacen ¡Diecisiete!. Diecisiete ejemplares que pertenecen a cuatro troncos familiares distintos, con sus respectivas ramas y raíces, y así, lo que empezó siendo el capricho de un feliz e inocente jardín, pronto se volverá una frondosa y espesa selva repleta de molestas lianas, incordiantes insectos, peligrosas fieras y voraces plantas carnívoras. La progresión apuntada, a decir de los expertos, es de una altísima fiabilidad, alrededor del 85%, luego, a corto plazo, como primeras consecuencias palpables nos encontraremos que los medios de comunicación escritos, necesitaran editar un desplegable para reproducir la tradicional foto de familia del veranito mallorquín.

No lo creo, pero es posible que todavía exista algún optimista neoliberal que sea de la opinión de que se trata de un crecimiento sostenible. Pero sostenible ¿por quién? ¿hasta cuándo? ¿Qué ocurrirá cuando, transcurridos pocos años, la nueva generación siga el ejemplo de su antecesora, y la siguiente haga lo propio, y así sucesivamente? ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué nos has abandonado? No es preciso, haber leído a Malthus, para saber que, de seguir así, pronto la sociedad entera, se verá abocada a una catástrofe, sin parangón en los órdenes político-económicos reinantes, aparte de que, nos quedaremos sin provincias ni capitales con las que nombrar a los futuros príncipes y princesas, condes y condesas, marqueses y marquesas, barones y baronesas, vizcondes y vizcondesas, infantes, infantas, hidalgos, excelencias, señorías... y no sé cuantos me dejo, pero no duden que serán multitud. ¡Tantos! Que, a la vuelta de la esquina, podrían convertirse en todo un contrapoder paralelo al gobierno legítimo de turno, y representar un serio riesgo para el propio Estado, pues, al margen del sobreentendido lastre presupuestario que, para las arcas de Hacienda que se nutren de nuestros impuestos, suponen de continuo todos ellos con su séquito de guardaespaldas, chóferes, secretarios, jardineros, cocineros, tatas, personal de servicio y sus gastos de vestuario, escolaridad, chequeos médicos, viajes, vacaciones, vivienda, varios de representación, y lo que se les ocurra podamos llegar a pagarles sin citar la nómina vitalicia y las múltiples asignaciones y contra asignaciones que se vayan reflejando en el simpático BOE..., digo que, aparte de dicho lastre, son una ágil rémora que tenazmente se adhiere a los distintos resortes del aparato y maquinaria del Estado, de tal manera, que si, un buen día, éste, harto de la situación desearía poner fin a tan sangrante circunstancia... no estaría en su mano el poder ejecutar tal voluntad, más bien al contrario, aquella le estrangularía su intención provocando un golpe encubierto, al que la ciudadanía y la sociedad civil en su conjunto, no podrían hacer frente, primero, porque no se percatarían de ello, y, segundo, por verse entera tomada y usurpada en todos y cada uno de los puestos clave y estratégicos como son la dirección de grandes empresas, la presidencia de ciertas instituciones, cargos principales al frente de Museos, parques naturales, grandes editoriales, hospitales centrales, dirigiendo asociaciones, ONGs humanitarias, patronatos culturales, etc, que estarían copados por un hijo, un hermano, un nieto, un primo, un sobrino, un tío, un abuelo, un suegro, un yerno, una nuera, un compadre, un ahijado y sus respectivas combinaciones, de quien le tocase ser uno. Así es. Todo estaría excesivamente controlado por la primera familia que ejercería de capo, fielmente auxiliada por las tres familias recientemente emparentadas con ella, que harían las veces de lugartenientes, las cuales se ocuparían más adelante de consolidar, los negocios con las futuras nueve familias más de apoyo que están por llegar al clan, de no salirles ninguno de los nueve, como Alberto de Mónaco a Rainiero, y en su conjunto, sin demasiado esfuerzo, trenzaría un retablo machihembrado de enormes proporciones tan bien intricados en cada una de sus partes, que, llegado el caso, estaría todo tan ligado que, de ser hoy algo superfluo y prescindible, además de un ridículo estorbo para una sociedad moderna de la Europa postindustrial del siglo XXI, habría pasado a convertirse en algo consustancial a toda la realidad social, tan real, tan real, que, de suyo, sería necesario mantenerles eternamente para asegurarnos nuestra propia existencia.

Espero que ahora, entiendan, comprendan, y compartan, tanto la actitud como el tono de mis palabras, y que dé la voz de alarma, cuando todavía estamos a tiempo de evitarlo, sin necesidad alguna de revoluciones, para que, lo que acabo de advertirles, que no quiero para mi, ni para mis hijos, ni para los hijos de mis hijos, ni para los nietos de mis nietos, suceda nunca ¡jamás!Arriba. ¡LUCHA ANTIFASCISTA!

 

.Traducción Marta Negro