Estoy
triste y preocupado y con la necesidad de contar las cosas que acontecen
en el patio de mi cole, porque, en definitiva, el cole es mi mundo. El
patio de mi cole es bastante grande como para acoger sin problemas a los
217 alumnos que en él tratamos de jugar. El alumnado es de lo más
variado que imaginarse pueda, 217... y todos diferentes. A simple vista,
se nos ve a todos iguales y así lo dictaminan las órdenes e ideario de
nuestro centro, pero la convivencia no es sencilla. Unos cuantos
-especialmente ocho- son ricos porque sus padres tienen mucho poder
adquisitivo.
Sin embargo, la mayoría son pobres. Sus
padres son productores de café, caucho y otras menudencias a las que
ponen precios muy bajos los padres de los ricos. Eso les va empobreciendo
día a día y, además, por lo visto deben dinero que hace años les fue
prestado. Ahora, los ocho tienen controlado todo el mercado de
cromos y canicas del patio de mi cole, y nadie puede introducir
colecciones de nada sin su permiso. Algunos están muy enfadados, pero no
saben qué hacer. En ocasiones hay discusiones y a veces los alumnos
pobres llegan a las manos. Esto les debe de divertir mucho al grupo de los
ocho porque, cuando hay líos, hacen negocios. Entonces traen tirachinas,
guantes de boxeo y otros elementos de ataque, y se los venden a los
alumnos pobres. Así los ricos engordan sus bolsillos. A veces me da la
impresión de que son ellos mismos quienes programan, provocan y dirigen
esos enfrentamientos. Yo me enfado más y más, sobre todo con Jorgito,
que es el más jefe, el más chulito, para que se entienda, lo que él
dice ni se discute...Y yo no sé qué hacer.
En el patio de mi cole, antes, había un
alumno, de nombre que suena raro, que plantaba algo de cara. Por aquel
entonces, en el patio de mi cole había un muro. Un día el muro cayó y
los ricos se pusieron muy contentos. Los más nos quedamos sin saber en
qué pensar y cuál sería nuestro futuro. Todos los pobres solos ante la
prepotencia de los ricos.
Las cosas en el patio de mi cole han ido
de mal en peor. Un día, un alumno que utilizaba un gorro muy raro, por lo
menos para mí, se atrevió a darle un estacazo a Jorgito en la cabeza que
a poco le manda al hospital. Nunca nadie se había atrevido ni a tocar a
Jorgito. Todos nos quedamos atónitos. Jorgito volvió al cole tres días
después con la cabeza vendada y muy enfadado. Se parecía en su aspecto
al osado agresor que estaba escondido donde nadie lo sabía. Jorgito
reunió a su grupo. Estuvieron hablando un buen rato, gesticulando con
aspavientos. Los demás esperábamos tensos y asustadizos a que nos
comunicaran su decisión. Nunca en el patio de mi cole se respiró tal
tensión, y no porque no hubieran ocurrido cosas horribles. Al final,
Jorgito habló: "¡Esto no se puede permitir! ¡Hay que coger al
niño perverso que ha cometido tal infamia!", gritó. Luego nos
pidió que nos uniéramos todos para castigarle.
Como no nos habíamos unido nunca, nos
miramos con caras extrañadas y nos preguntamos: "¿son nuestros
amigos?...si no se han ocupado nunca de nosotros, ¿para qué nos quieren
ahora?". Nos dicen que el patio de mi cole ya no va a ser igual; que
la agresión a Jorgito va a traer un nuevo convivir. Jorgito,Toñín y sus
amigos han empezado a pedradas, y bien gordas, contra el sitio donde
piensan se esconde el osado agresor. Yo estoy muy asustado y confundido.
Ellos dicen que es legítima defensa y que es muy malo, y que ellos y los
que les apoyamos somos muy buenos. ¿Alguien me puede explicar lo que pasa
en el patio de mi cole y qué puede pasar de aquí en adelante?
Bueno, también quiero decir que me
gusta el patio de mi cole. Que juguemos los 217 niños. Que sólo haya
jefes cuando el juego nos lo demande. Que la relación sea un juego, pero
no una tiranía. Que Jorgito y Toñín sean unos niños más. Que no
cizañen. Que no monopolicen los cromos y las canicas. Que aquel que le
dio el estacazo se dé cuenta de que así no conseguiremos el patio que
todos deberíamos querer.