Los porqués del 11-S
José Vidal-Beneyto|
En
1945, el presidente Roosevelt sienta las bases de la cooperación con Arabia
Saudí y la constituye en el aliado privilegiado de Estados Unidos en Oriente
Próximo. A partir de entonces, el fundamentalismo religioso, inseparable de la
familia Al Saud, que da su nombre a gran parte de la península Arábiga, se
convierte de manera subterránea, pero capital, en componente decisivo de la
estrategia geopolítica norteamericana en su lucha contra el comunismo. La
convergencia de esta estrategia con los determinantes esenciales de la ideología
de Osama Bin Laden -integrismo islámico y anticomunismo radical- explican su
coincidencia objetiva con la política de EE UU, que se traducirá en la frecuente
participación de ambos en numerosas acciones concretas durante las dos últimas
décadas. Esta consideración, más relevante que la incorporación de la familia
Bin Laden, primero al Grupo Carlyle y ahora al Fremont, ambos bajo la influencia
del clan Bush, es lo que hace de Osama no un agente de la CIA, como con
frecuencia se pretende, sino un aliado permanente, aunque con espacios de
autonomía que llegan en ocasiones a contradecir frontalmente la línea principal.
A mediados de los años ochenta, Osama Bin Laden se incorpora a la guerra
santa contra la Unión Soviética en Afganistán, como proveedor de armas y
dólares destinados a la Yihad, y hace gran amistad con Gulbudin Hekmatiar, jefe
del Partido Islámico y uno de los principales soportes norteamericanos en
Afganistán. Esta amistad refuerza sus contactos con el servicio secreto
paquistaní (ISI) y le acerca al presidente Zia Ul Haq y a la CIA. El
alineamiento incondicional de Bin Laden con los muyahidin es simultáneo
de la decisión que toma Ronald Reagan en el mismo sentido. Como relatan Peter
Franssen y Pol De Vos (Le 11 septembre, Editions EPO, 2002), la CIA, el
MI6 británico y el ISI paquistaní deciden golpear a la URSS en una de sus áreas
mas frágiles: Uzbekistán y Tayikistán. William Casey, director de la CIA, y el
presidente Ul Haq son los promotores de la operación, y Hekmatiar, su ejecutor.
Cerca de 40.000 integristas islámicos de más de 40 países se integran en las
fuerzas de los muyahidin, reciben formación político-religiosa en las
madrazas e instrucción militar en los campos de entrenamiento. Bin Laden, muy
activo en todo este proceso,
aprovecha
la oportunidad para crear, de acuerdo con la CIA, la red Al Qaeda en 29 países.
Cuando las tropas soviéticas abandonan Afganistán en el verano de 1988, el país
entra en un periodo de fuerte inestabilidad con la persistencia de un Gobierno
procomunista y la multiplicación de los conflictos entre los jefes guerreros
anticomunistas, que Hekmatiar no logra dominar. Pero los intereses petrolíferos
de Estados Unidos en la zona exigen que se busque otra solución susceptible de
estabilizar la situación en Afganistán y comenzar la construcción del o leoducto.
Esta solución se llama talibanes, que son una auténtica creación de Pakistán, de
su servicio secreto y de la CIA. En efecto, más del 50% de las tropas y del
armamento de los talibanes provienen del Ejército paquistaní y la casi totalidad
de los recursos financieros son obra de Arabia Saudí y de otros países del
Golfo. Estados Unidos toma abiertamente posición a favor de la nueva opción y
Bin Laden abandona a su amigo Hekmatiar y se pasa a los talibanes, ofreciendo al
mulá Omar tres millones de dólares y una de sus hijas como esposa. Pero la
campaña militar contra la Alianza del Norte se estanca. Ésta vuelve a recuperar
posiciones y Estados Unidos, que se impacienta, quiere imponer un gobierno de
concentración nacional en el que participen todas la fuerzas en presencia. Pero
esto impediría la creación de un Estado fundamentalista, por lo que Omar y Bin
Laden se oponen, mientras los norteamericanos amenazan con una guerra inmediata
cuyo plan queda ultimado a principios de septiembre. El ataque a las Torres
Gemelas, y al Pentágono, su porqué, es la reacción de Bin Laden para perturbar
ese plan al sentirse traicionado. Ahora bien, la asociación Bin Laden-EE UU no
se había limitado a Afganistan, sino que había tenido también como escenarios
Bosnia -que por presión de la CIA concedió a Bin Laden un pasaporte en 1993-,
Kosovo, Macedonia, Albania y Chechenia. Por lo que, según el servicio secreto
ruso (FSB), la alianza entre Bin Laden y Estados Unidos en su ayuda conjunta a
los terroristas / nacionalistas chechenos ha continuado después del 11-S, lo que
prueba el primado del terrorismo como dispositivo bélico y su inevitable
institucionalización.
Extraído de El País (26/10/02) |