Esto es el "Anarquismo verde" La energía nuclear tras el acuerdo de Bonn

                     

En nombre de la razón Bajo el asfalto está la huerta

 

 

 

La energía nuclear tras el acuerdo de Bonn

Tras la exclusión de la energía nuclear de los mecanismos del Protocolo de Kioto, el Gobierno debe asumir que la nuclear es una energía sin futuro y por ello plantearse inmediatamente la puesta en marcha de un plan de cierre de las centrales nucleares.

Tras el acuerdo de Bonn, que excluye explícitamente a la energía nuclear de los mecanismos del Protocolo de Kioto, Greenpeace cree que tanto las compañías eléctricas como el Gobierno deben abandonar su apuesta por esta energía sin futuro, antieconómica, peligrosa y contaminante, y concentrar sus esfuerzos en fomentar el ahorro y la eficiencia energética y las energías renovables.

Para Greenpeace, las empresas del sector eléctrico y el Gobierno deben entender y asumir definitivamente que el falso argumento de que la energía nuclear podía contribuir a solucionar el problema del cambio climático no ha funcionado en absoluto, y que éste no era sino un desesperado intento de la industria nuclear de salir del pronunciado declive en que se encuentra inmersa desde hace más de una década, el cual sin duda se agudizará significativamente a partir de este momento.

En ese sentido, Greenpeace recomienda a las empresas del sector eléctrico que dejen de financiar al Foro Nuclear y otros organismos del lobby nuclear, que, desde hace décadas, les ha impulsado a apostar por un recurso energético que ha fracasado desde el punto de vista económico, medioambiental y social.

En concreto, Greenpeace desea hacer mención expresa de Iberdrola, que firmó una carta en apoyo de la energía nuclear que fue distribuida por el Foro Nuclear. En el mismo escrito figuraba Entergy Corp., una empresa estadounidense que quiere construir centrales térmicas en España (proyectos de Morata de Tajuña, en Madrid, y Castelnou, en Teruel) y que, de esta manera, se desvela como una especie de Caballo de Troya de la industria nuclear.

Del mismo modo, el Gobierno del Partido Popular debe replantearse su apoyo a la energía nuclear y poner en marcha inmediatamente un plan de cierre, progresivo pero urgente, de las centrales nucleares, empezando por las de Zorita y Garoña, ambas con serias deficiencias de seguridad que hacen que su funcionamiento sea especialmente peligroso.

"Octubre de 2002 debe ser la fecha de cierre definitivo de la central nuclear de Zorita, ya que sería una insensatez renovarle el permiso de explotación provisional, dada su obsolescencia y su peligrosidad, más aún teniendo en cuenta el nuevo contexto energético internacional que se desprende de la Conferencia de Bonn", declaró Carlos Bravo, portavoz de Greenpeace en temas de energía nuclear.

Como demuestran los casos de Suecia y Alemania, cerrar las nucleares es posible técnica y energéticamente. Sólo es una cuestión de voluntad política, de que adopte una política energética basada en el fomento de la eficiencia energética y las energías renovables.

De hecho, España es un país que ha ido perdiendo eficiencia energética de forma creciente en los últimos años, a causa de la negligencia de las compañías eléctricas y a la desidia del Gobierno, que no ha hecho nada por racionalizar la demanda de energía: cada año España gasta más energía por unidad de Producto Interior Bruto.

Sin embargo, está sobradamente demostrado que, por cada peseta, euro, dólar, etc. invertido en medidas de ahorro y eficiencia energética, se logra reducir 7 veces mas emisiones de CO2 que con ese mismo dinero invertido en energía nuclear.

Extraído de Opinión Libertaria

 


En nombre de la razón

Este texto se redactó el 12 de enero de 2001 y fue distribuido el día 8 de febrero en Montpellier durante el juicio a la "Caravana Intercontinental" en la que participaban José Bové y René Riesel.

Los hechos que van a ser juzgados en Montpellier este 8 de febrero del 2001 (el sabotaje de un tipo de arroz transgénico experimental del CIRAD, por iniciativa de la "Caravana Intercontinental" marcaron, en junio de 1999, el punto culminante de la campaña llevada a cabo durante casi dos años contra las aplicaciones agrícolas de la ingeniería genética. El objetivo perseguido era el de "llegar hasta el final lo que se empezó, pasando de los golpes de mano contra compañías privadas a las primeras ofensivas, necesariamente frontales, contra la investigación pública, ... la investigación pública real, cogida con las manos en la masa que ella misma produce".

La introducción de los "Organismos Genéticamente Modificados agrícolas" que hubiera pasado desapercibida sin esa clase de campaña de información, despertó en general gran indignación; un aura de simpatía envolvió a quienes se opusieron de tal suerte al nuevo umbral de la artificialización de la vida. ... Esta esterilización se presentaba en la agricultura como un ataque a todos los antiguos vínculos con la naturaleza que se creían a salvo. Finalmente, reconfortaba pensar que existía entre los más directamente amenazados –los agricultores- una capacidad de reacción desaparecida en cualquier otra parte, que incluso podía tomarse como un detalle para con la seguridad alimentaria de los habitantes de la ciudad.

Pero la tentativa de suplantar a la naturaleza, de sustituirla por una tecnoesfera burocráticamente gestionable, solamente ha comenzado a ser juzgada por lo que es. La expulsión de la naturaleza, su confinamiento en unos cuantos parques multifuncionales protegidos, no sólo significaría el fin de todo el campesinado (en los lugares donde todavía existe) y de todo el saber adquirido en la apropiación razonable del medio, sino también el fin de la propia razón humana, la cual sólo puede constituirse encontrando, en forma de naturaleza exterior e interior del ser humano, un límite es decir, algo que se le resistía: "ese afuera que el hombre necesita para no cerrarse consigo mismo, o sea, para no hundirse en el solipsismo, en el delirio ecológico de la omnipotencia". ...

En el momento en que la dominación se propone, a base de ciegos experimentos genéticos, encerrar a la humanidad en una prisión tecnológica y después tirar la llave, los días están más contados que nunca. ...

Tras el ejemplo de los sabotajes de quimeras agrícolas, al tiempo que el desastre de un modo de producción se hace tan patente particularmente con el desarreglo climático, cuyos efectos sobre la vida natural son más directos aún que los de las manipulaciones genéticas, se dan las condiciones para que una oposición antiindustrial surja y se declare como tal. Si no se extiende hasta abarcar al conjunto de todas las constricciones tecnológicas, el terreno de la lucha "anti OGM´ permanecerá ocupado, es decir parasitado por diversos sucedáneos de crítica, que por otra parte se combinan con suma facilidad en la mantecosa retórica antimundialista: bien la denuncia complaciente al estilo de Attac o Monde Diplomatique, en donde la indignación se santifica a sí misma como summum de la conciencia sin que jamás nadie diga nada en contra de la vida moderna (bien al contrario, todos quedan boquiabiertos ante los espacios de libertad que abre el cibermilitantismo), y todavía menos en contra del Estado, al cual se remiten para instaurar, puede que algún día, la transparencia y la felicidad ciudadana; bien el consumismo ecológicamente correcto, que reclama "buenos produtos", incluso una "vida sana", para poder continuar soportando la industrialización total del mundo (hay que ver hasta qué punto el corporativismo apenas disimulado de un Bové, procesado con Riesel en el proceso de Montpellier, contribuye a alimentar el ilusionismo publicitario de la agroindustria etiquetada de producto de la tierra); o bien, finalmente, el izquierdismo prolongado, siempre en busca de causas justas con las que sostener su bluff activista, y que por encima de todo no quiere reflexionar sobre las alternativas reales de la oposición a las necrotecnologías, prefiriendo remojar todo esto en su típica sopa de eslóganes "anticapitalistas" (tal izquierdismo "movimentista" por otra parte sirve de buen grado como peón manifestante y masa de maniobra a los neoestatistas y "ciudadanistas", como se ha visto recientemente en Niza). Hay que llegar hasta las últimas consecuencias de la crítica si queremos combatir al racionalismo tecnológico en nombre de la razón (y no en el de una de las múltiples ilusiones de evasión individual del mundo industrial que esta sociedad insiste en proporcionar: espiritualidades sintéticas, naturismo sectario, irracionalismo iluminado, cibervida en el campo, etc.). Cuando un biólogo algo menos descerebrado que sus cofrades se da cuenta de que un hombre remendado genéticamente, con intercambio estándar de piezas defectuosas, comprendido el cerebro, perdería "toda identidad, toda conciencia de sí" conviene entender que solamente en la medida en que dicha conciencia de sí ya se ha extinguido, resulta posible plantear, como si de una buena nueva se tratase, la dependencia total prometida de las prótesis tecnológicas y mangoneos genéticos, sin ni siquiera ver que esta sórdida promesa es además una soberana mentira, como toda la seudomedicina que pretende adaptar el ser humano a un medio mórbido. ...

Antes de que la presión de la necesidad acabe imponiendo sin más a la naturaleza moribunda los procedimientos de urgencia y de colocación del gota a gota (por ejemplo, de cara a la necesidad de adaptar los cultivos al nuevo régimen climático), todavía se recurre, con el fin de justificar el ensañamiento tecnológico, a la atávica e insaciable curiosidad humana, o incluso al gusto no menos inveterado del hombre por la aventura, la novedad, la variedad, etc. En realidad, un individuo sensato, es decir, cualquiera que no haya renunciado al uso razonado de los sentidos, no hallará nada que satisfaga o cuando menos despierte su curiosidad en esa empresa de simplificación que no procede nunca sino mediante la desvitalización, la esterilización metódica: nunca salimos del laboratorio, que lo abarca todo, y acabamos en los mismos procedimientos técnicos ¿Y en esa uniformización lúgubre consiste la anunciada aventura? La aventura y el descubrimiento deben consistir en la liberación de las trabajas que imponen nuestras prótesis y nuestras pantallas, en el reencuentro con la vida de las sensaciones experimentadas, sin filtro digital, en el ir a pie hacia el reencuentro con el mundo de las necesidades materiales, de las realidades tangibles sobre las que uno puede actuar por si mismo; también en el experimentar, de paso, las formas de comunidad capaces de escoger conscientemente tanto los útiles técnicos como los modos de asociación y ayuda mutua pertinentes. Y son también dichas comunidades, libres puesto que restringidas, las que podrían realmente plantar cara a las urgencias que a partir de ahora imponen el deterioro de la supervivencia administrada ...

Una crítica de la sociedad industrial no puede dejar de lado la refutación de todo el sistema de necesidades (recordemos solamente la forma en que las luchas antinucleares se marchitaron y desaparecieron por no haber cuestionado las necesidades que justificaban los excesos energéticos). Lo cual impone primero un claro desmarque de todos los progresismos, cortando en seco las discusiones metafísicas sobre el carácter virtuoso (o no) de la investigación científica, pública o privada: ¿con qué buenas intenciones o qué perspectiva de brillante porvenir podría acreditarse, si todos nos ahogamos bajo sus efectos? En el mundo del monopolio industrial y mercantil de las ciencias, las artes y los oficios, nadie es científico inocentemente.