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La única salida es la violencia (I)

El fin del pacifismo

Osvaldo Bayer

Con un retraso de tres lustros, nos complace publicar este inquietante, pluridicente y valiente artículo al que accedemos desde los espacios de La Haine. Las opiniones, de Günther Anders y los comentarios que suscitaron son de una candente actualidad.

¿Violencia, sí o no? (Una discusión necesaria) se titula un pequeño compendio del filosofo alemán Günther Anders que ha convocado a una polémica filosofico-cultural inesperada en una intelectualidad centro-europea resignada que recuerda el 68 como algo que no podrá volver, que no quiere mirar hacia atrás a la violencia desesperada de los años 70 de la Baader-Meinhof;, que se ha cansado de hacer toda clase de acciones pacifistas contra el Estado Atómico y contra la sociedad antiecológica del consumo y el despilfarro. ¿Y por qué esa polémica ahora? Porque Günther Anders, el pensador pacifista por excelencia, el moralista, ha escrito a los 85 años, con sus dedos que apenas puede mover por la artritis: "La única salida es la violencia".

Nacido en 1902, fue soldado en la Primera Guerra Mundial a los 16 años; alumno de Husserl y Heidegger, ya en 1928 es uno de los más audaces denunciadores del hitlerismo como producto del capitalismo alemán, y en 1933 debe marchar al exilio con su mujer, la filósofa Hannah Arendt (la autora de La banalidad del mal, Poder y violencia, Eichman en Jerusalén). En Estados Unidos, trabajará como obrero en fábricas y allí experimentará el significado de la dependencia del hombre a la técnica. En 1950 regresa a Alemania, donde seis años después, publicará su obra fundamental: Lo anticuado del ser humano. Visita Auschwitz y dirá: "Si se me pregunta en qué día me avergoncé absolutamente, responderé: en esta tarde de verano cuando en Auschwitz estuve ante los montones de anteojos, de zapatos, de dentaduras postizas, de manojos de cabellos humanos, de maletas sin dueño. Porque allí tendrían que haber estado también mis anteojos, mis dientes, mis zapatos, mi maleta. Y me sentí -ya que no había sido un preso en Auschwitz porque me había salvado por casualidad- sí, me sentí un desertor".

En el idioma alemán hay una palabra común para poder y violencia: Gewalt. Y Günther Anders estudia sin pausa cómo la técnica va ganando cada vez más poder (violencia) sobre el ser humano. Después de Auschwitz, Anders visitará Hiroshima, que fue, para él, después de Auschwitz, el paso esperado de la ecuación poder-violencia. Escribe al piloto del avión que arrojó la bomba atómica, Claude Eatherly, internado en un hospital de veteranos, un paria, pero también una víctima. La correspondencia entre el filósofo alemán, el pacifista, y el aviador norteamericano fue publicada. Un documento del miedo, de la irracionalidad, de la desesperación. A raíz de ese breve tomo, Günther Anders es calificado de "persona no grata" en los Estados Unidos. Se lo califica de "comunista".

El poder-violencia de Auschwitz y Hiroshima no se detendrá allí para el filósofo Anders. La tercera etapa estará dada por el sistema de la sociedad de consumo, que no sólo envenena el medio ambiente, los ríos, el mar, los bosques, sino que divide al mundo en países en la opulencia y países en la miseria. Una sociedad de consumo que aplica la energía atómica para más autos, más armas, más cemento, más turismo, más idiotización con productos superfluos, pero al mismo tiempo más poder, mientras más violencia, más hambre, más subdesarrollo, más dependencia en los países no industriales. Y el mundo del "socialismo real" ante el temor de quedarse en definitivo atraso tecnológico - y además por su idolatría de la técnica- entregó también su alma al diablo del Estado atómico. Para Anders, las estaciones hacia el fin de la humanidad, comenzadas con Auschwitz (la destrucción sistemática y anónima del ser humano), con Hiroshima (cuando el ser humano se apercibió de que sólo bastaba apretar un botón), se completa con Chernobyl (nombre representativo para Harrisburg, y todas las demás catástrofes ecológicas habidas en la última década) donde el hombre pierde el dominio sobre el poder-violencia y se auto-extermina en un holocausto de irracionalidad, obstinada estupidez y avaricia.

Manfred Bissinger, biógrafo e interprete de Günther Anders señala: "Los temas de Anders giran constantemente en torno al problema de cómo la técnica gana cada vez más poder-violencia sobre el ser humano. Nos lo explica en sus tres tesis fundamentales, que son: que el hombre no está a la altura de la perfección de sus productos; que produce más de lo que puede imaginarse y responsabilizarse, y que cree que todo lo que es capaz de producir puede hacerlo y no sólo eso, debe hacerlo".

En los años sesenta y setenta Günther Anders junto con Heinrich Böll, el obispo Scharf, el teólogo Gollwitzer, el filósofo Ernst Bloch y otros encabezaron el gran movimiento pacifista alemán contra el estacionamiento de los cohetes atómicos norteamericanos en territorio germano. Ellos estuvieron también en las grandes acciones pacíficas contra las centrales atómicas. Veinte años de labor no sólo teórica sino acompañando esa teoría con la acción pacífica. En 1983 Günther Anders recibió el premio Theodor Adorno, el más alto galardón de la filosofía alemana. Fue en Francfort, en la iglesia de San Pablo, símbolo de la Revolución de 1848. Le tocó en suerte al burgomaestre de esa ciudad, un demócrata cristiano, Walter Wallmann, precisamente enemigo a muerte de las ideas del filósofo, entregarle ese premio. El político dijo: "Honramos aquí al filosofo Günther Anders porque él nos contradice, nos advierte constantemente, nos sacude". Anders le respondió: "Soy sólo un conservador ontológico, en principio, que trata de que el mundo se conserve para poder modificarlo".

Hoy, a los 85 años escribe un nuevo libro, sobre el tema de siempre: el monopolio del poder (violencia), la no-violencia (no-poder) y las formas de combatir la violencia (poder).Su libro lleva el título exacto, igual que su estilo despojado de todo ritual o adorno: Estado de sitio o legítima defensa. En ese título está todo el gran debate: poder del Estado contra el derecho natural del individuo a defenderse. Violencia del Estado contra violencia individual. "Estado de emergencia en defensa de las instituciones" y frente a eso: "derecho del individuo a rebelarse". Democracia de mayorías y democracia de base.

Ante una pregunta, Anders solicita ser sólo "un filósofo de la barbarie". La barbarie del mundo actual: Auschwitz, Hiroshima, Chernobyl. Su frase: "Hiroshima está en todos lados", de los años cincuenta se ha convertido en "Chernobyl está en todos lados". ¿ Cómo impedir la muerte del planeta? Para él -que ensayó todas las armas de la resistencia no violenta- queda una sola arma: la violencia. Anders reniega de su maestro Ernst Bloch y de su Principito Esperanza. No queda tiempo para la esperanza. Esperanza es un pretexto para la no acción, es una forma de cobardía.

Es incomprensible -para él- la incomprensión de los políticos. "La incomprensión misma de los hombres inteligentes y esclarecidos. El mundo no está amenazado por seres que quieren matar sino por aquellos que, a pesar de conocer los riesgos, sólo piensan técnica, económica y comercialmente. Ante eso, todas las legislaciones del mundo - hasta el derecho canónico- no sólo permiten el empleo de la violencia en defensa propia sino que hasta lo recomiendan. Hemos visto que, con entregar rosas y nomeolvides a las policías -que no podían recibirlas porque tenían el garrote en la mano-, ni con listas de firmas no solicitadas, ni con interminables marchas, ni con canciones, ni con teatros, no alcanzamos nada. No sólo es anodino, sino hasta estúpido, por ejemplo, hacer huelgas de hambre para lograr la paz atómica. Con las huelgas de hambre se logra precisamente sólo eso: tener hambre. A Reagan y a su "lobby" atómico no le interesa si nosotros comemos un sándwich de jamón más o menos. No son acciones serias, sólo son "happenings". No son acciones, son apariencias. Una cosa es aparentar y otra es ser. Los que hicimos esas acciones creímos haber traspasado la frontera de la mera teoría, pero éramos sólo actores, en el sentido teatral. Hacíamos teatro por miedo a actuar verdaderamente. Teatro y no-violencia son parientes muy cercanos".

Palabras muy duras. ¿Desesperación u honestidad consigo mismo? Al hacer esas declaraciones, el filósofo alemán sabía el riesgo. No sólo legal -por incitación a la violencia- sino social e intelectual, por las autodefensas del orden constituido. Pero Anders profundiza el tema en su estilo directo, de diálogo socrático: "La violencia no sólo está permitida sino también legitimada moralmente en tanto es usada por el poder reconocido. El poder se basa permanentemente en la posibilidad del ejercicio de la violencia. Para cada alemán fue sobreentendido marchar a la guerra para coparticipar de la violencia, para ser co-violento. Quien participó de esa violencia no hizo otra cosa que "cumplir con su deber". Con la orden del poder, no sólo está permitido ser violento sino mucho más: hay que ser violento. A nosotros los que actualmente sólo nos proponemos como meta impedir toda violencia se nos reprocha que perseguimos el caos con nuestra desobediencia civil, sí, a nosotros que queremos llegar al estado ideal de la no-violencia, a lo que Kant llamaba "la paz eterna". Una cosa debemos tener en claro: nuestra meta jamás tiene que ser la violencia. Pero que la violencia - cuando sólo con su ayuda se puede imponer la no-violencia- llegue a ser nuestro método, eso nadie nos lo puede negar".

Y después agregará las palabras inesperadas, que tanta discusión han originado. Anders dijo: "De todas maneras considero ineludible que a todos aquellos que tienen el poder y nos (un nos millones de veces) amenazan, los asustemos. No nos queda otro camino que contestar a sus amenazas con amenazas y hacer inefectivos a todos aquellos políticos que con toda irresponsabilidad y por intereses egoístas llevan al mundo a la muerte. Ojalá que la amenaza en sí pueda ya de por sí asustarlos". Arriba. ¡LUCHA ANTIFASCISTA!