EDITORIAL

De información y libertad de expresión

S.P. del Comité Nacional

Vivimos una época en la que la información, mejor dicho, la posibilidad de transmitir y recibir información está en un momento como nunca anteriormente se había visto. En minutos, podemos saber lo que pasa en el lugar más alejado del globo; con pocos medios , podemos esparcir noticias y opiniones por todo el planeta. Sin embargo, es una de las épocas en la que la desinformación, la intoxicación informativa y la manipulación de la opinión pública viven también su época dorada. Hoy en día, formarse una idea medianamente objetiva y plural de los acontecimientos exige un esfuerzo consciente por parte de la ciudadanía.

Hay varias claves que explican esta situación: por un lado, es un hecho que el exceso es tan malo como el defecto; ante tantos estímulos, es difícil discriminar. por otro lado, y este es un factor de mayor gravedad, el "poder", en la acepción más amplia del término, ha comprendido el enorme recurso que supone el control de la información para manipular y someter voluntades. Se trata de transformar la información en propaganda. Ahora mismo, estamos viendo variados ejemplos: el presidente Bush no ha dudado en anunciar que se soborna a periodistas y medios para crear un estado de opinión favorable a sus tesis; el gobierno español, ante su desprestigio por las sucesivas meteduras de pata, anuncia campañas informativas de "explicación", ya que dicen que no se les ha entendido bien. Las grandes agencias maximizan o minimizan la cobertura y espacio informativo, según los intereses del momento. Ben Laden aparece y desaparece como el Guadiana, determinados conflictos son importantísimos hoy y no merecen un línea mañana.

Sin embargo, es relativamente fácil, con un poco de interés, defenderse de esta manipulación; se trata de contrastar varios medios e intentar leer entre líneas; además, la ideología empresarial y editorial de los diferentes medios es, más o menos, conocida.

Analicemos ahora ese concepto tan mítico de "libertad de expresión". Resulta ilusorio pensar que existe, por lo antes mencionado. Cada medio responde a los intereses que lo financian. Ahora, ha saltado a la palestra el caso del cierre del diario en euskera Egunkaria, como ataque a la libertad de expresión. Sin embargo, si rascamos en las altisonantes declaraciones que se están produciendo estos días, no encontramos más que intentos de controlar un medio que, por razones sentimentales y culturales, goza de una cierta simpatía pública. Aquellos que levantaron la liebre, en los inicios del diario, sobre sus implicaciones con ETA (léase PNV), son los mismos que claman contra su cierre, con el argumento de que se ataca a la cultura y al euskera. De paso, se insinúa que se debe subvencionar un diario en euskera. Resumiendo, al final lo que subyace es una lucha sorda por fiscalizar el tipo de información que un sector de la población recibe.

Es claro que la libertad de expresión sólo puede darse en igualdad de oportunidades, lo demás es ilusión. Tiene mucha más libertad de expresarse quien tiene detrás un poder económico, gubernamental, religioso o de partido, o sea, entes subvencionados y subvencionadores.

Mención aparte merece la contrainformación o información alternativa. Es una línea sacrificada y militante que supone una esperanza ante la situación dominante. Sin embargo, conseguir que encuentre un lugar propio y, sobre todo, un respeto y credibilidad públicos no es tan fácil. Las amplias posibilidades que da la tecnología, actualmente, implica que el riesgo de que se divulgue información tendenciosa, sesgada o, simplemente, falsa por medios alternativos es muy alto. tenemos que tener en cuenta que unos de los primeros en usar canales alternativos, adornados en formatos atractivos y rompedores fueron los grupos neonazis y fascistas. El reto que tenemos planteado es el de consolidar y hacer fiables y reconocidos medios de comunicación alternativos a los oficiales. Cada error que cometamos es un paso atrás en la libertad y pluralidad informativas.

Arriba lucha antifascista