Aún flotaban en el aire las
cenizas. El Sol era una mancha vertical y pardusca que trabajosamente
irradiaba su luz a las paredes calcinadas.
Caminé entre los escombros con la
esperanza de hallar a alguien que me contara lo ocurrido, pero no veía ni
una sola persona. Tampoco sus restos. El éxodo debía haber sido total, mas
resultaba extraño que un incendio tan devastador no hubiera ocasionado
víctimas, cuerpos estrellados sobre el pavimento tras saltar al vacío o
aplastados durante la huida por la caída de las enormes piedras que se
esparcían por doquier. Quizás habían abandonado la ciudad antes de la
catástrofe, mucho antes que las primeras llamas escupieran al cielo el
humo gris que todavía expelían algunas construcciones. Pero, ¿por qué?
¿qué salvadora profecía les habría alertado?
Recordé las palabras que me
regaló el sabio antes de mi partida: " No temas encontrar la ciudad
destruida. Fluye hacia tu destino y alarga tu viaje todo cuanto puedas. El
camino templará tu carácter y te armará de valor para afrontar el final,
cualquiera que éste sea."
Muchos años habían transcurrido
desde entonces. El anciano había premonizado mi futuro. O tal vez me habló
del suyo propio, del de todos aquellos que deciden un día abandonar la
patria y exiliarse de por vida. De cualquier modo, había acertado: apenas
me afectaba el deprimente espectáculo que los dioses me habían deparado.
Colmado de experiencias, forjado mi espíritu en la fragua de las pasiones
más viles, unas veces, y más sublimes otras, ¿qué visión podría
sorprenderme?. Harto de ver arder en la pira de la traición y del olvido
los iconos más sagrados creados por los hombres, o condenados por ellos a
vagar entre ruinas y parajes desolados, ¿qué cabía esperar más que
desolación y ruina al término de mi viaje?
Me hubiera complacido, sin
embargo, conocer la ciudad de mis sueños, apurar mis últimos años en ella,
alcanzar en ella la paz, el descanso que ansiaba mi corazón... La
curiosidad me animó a seguir caminando, a adentrarme más y más en aquel
escenario inhóspito con la esperanza de localizar un confidente o al menos
una pista que me proporcionara la clave de su fatal destino.
Fue ella quien me encontró. "Te
esperaba, extranjero -exclamó-. Abandona tu búsqueda, porque no hallarás
nada ni a nadie que te permita descifrar tu tragedia. Sólo te diré que se
han ido todos durante la noche y en su huida han quemado sus casas ante la
noticia de tu inminente llegada."