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8 de marzo, tópicos y "cosas de mujeres" S.P. del C.N. En nuestro mundo globalizado conviven otros pequeños mundos distanciados de la supuesta sociedad próspera y desarrollada, a veces a dos calles de la nuestra. La desigualdad de género, la discriminación y la violencia son, en la mayoría de las sociedades, la norma, y no la excepción. Y ello no sólo significa una vulneración de los derechos de las mujeres, sino que también supone una barrera para el desarrollo de una sociedad mejor. Quienes sufren y padecen opresión, hambre, miseria y una casi total ausencia de perspectivas casi siempre son las mujeres y sus hijas e hijos. Las cifras hablan: Dos tercios de los 300 millones de niños que carecen de acceso a la educación son niñas y dos tercios de los 880 millones de adultos analfabetos son mujeres. Una de cada tres mujeres en el mundo, padece algún tipo de maltrato o abuso, y una cuarta parte de ellas lo sufre durante el embarazo. Al año, se producen alrededor de 50 millones de abortos, de los cuales 20 millones se practican en condiciones peligrosas a la vez que el gran número de abortos selectivos inducidos por las autoridades. Las cifras de infanticidios o los abandonos en función del sexo, provocan millones de muertes de niñas en todo el mundo. En diversos países, 130 millones de mujeres y niñas han sufrido mutilaciones sexuales, y, sólo en África, hay dos millones más de mujeres seropositivas que de hombres. Cada año, 2.000.000 de niñas son sumergidas en el comercio del sexo y 4.000.000 de mujeres y niñas son vendidas o compradas para un prometedor futuro: matrimonio, prostitución o esclavitud. Y a no pocas las encontramos aquí sufriendo una múltiple discriminación. Además de mujeres, son emigrantes, pertenecen a alguna minoría o no tienen los recursos económicos, formativos y sociales necesarios para acceder a un empleo remunerado y es aun peor cuando atienden solas a sus hijas e hijos, por eso las familias monoparentales, encabezadas en su mayoría por una madre, contribuyen a que la pobreza sea en la inmensa mayoría de los casos femenina. Con ser un panorama desolador, la alusión frecuente a estos datos en la palabrería de la clase política y burguesa únicamente tiene como objeto desclasar el análisis de las causas, obtener subvenciones para Secretarías de la Mujer, organizaciones mal llamadas feministas, etc, .. y además extraer un discurso machista del corte de aquél: "Aquí nos os podéis quejar de cómo estáis". Aquí, sí nos quejamos porque no estamos bien las mujeres trabajadoras, pero los hombres trabajadores tampoco. El desempleo de las trabajadoras es doble que el de los trabajadores. Durante los años de crisis económica, y consecuentemente del empleo, esas distancias se agudizan, llegando a ser en 1994, del 32%, o lo que es lo mismo: una de cada tres mujeres que quería trabajar no podía. En los salarios la discriminación y la desigualdad de oportunidades han sido una constante, los ingresos de las mujeres son un 30% inferiores. Lo que demuestra varias cosas: que el empleo generado para mujeres es de menor cualificación y que es más eventual, puesto que la temporalidad en los contratos a trabajadoras en este país es el doble que la media europea (el de los trabajadores es casi el doble, también). En la ocupación, también hay enormes distancias: mientras que la tasa masculina es 2,5 puntos inferior a la media europea, la femenina es de casi 13 puntos. Esos desajustes en el mercado laboral y la baja tasa de actividad femenina ponen, a la vez, de manifiesto el gran potencial que todavía existe para una eventual incorporación de mujeres españolas al trabajo remunerado. En 1976 había 3.789.060 mujeres activas en edad y disposición de trabajar y al cierre del pasado año, 6.806.180, lo que supone una subida de algo más de 3 millones, mientras que la actividad entre los hombres tan sólo ha aumentado en 747.650. Es lamentable, pero cuando sociológicamente le correspondía a la mujer de este país incorporarse al mundo laboral, es cuando la precarización, la economía sumergida y la desregulación de las condiciones laborales hacen estragos sin límites. La incorporación de la mujer trabajadora es un fenómeno propio de nuestro siglo que ha modificado la estructura tradicional del mercado laboral. La mujer ha trabajado siempre, aunque no como asalariada. De hecho, en la Primera Guerra Mundial, muchísimas mujeres se hicieron cargo de numerosos trabajos debido a que, en el frente, murieron una mayoría de los varones o había que ocuparse de la producción; pero fue la Segunda Guerra Mundial la que hizo que la incorporación de la mujer al trabajo fuera irreversible. En España las cosas no ocurrieron así y tan sólo el papel que el anarcosindicalismo y que la concepción libertaria de la educación desempeñaron desde principios de siglo, con la Escuela Moderna, la Escuelas Racionalistas, las escuelas sindicales y más tarde Mujeres Libres, se ha distanciado cualitativa y cuantitativamente de este desolado panorama. Los problemas de la mujer trabajadora no son "cosas de mujeres", como los problemas de los trabajadores/as inmigrantes no son de ellos, únicamente. El trabajador inmigrante es explotado como trabajador, pero doblemente por ser inmigrante. La trabajadora es explotada por ser trabajadora, pero doblemente, por ser mujer. Y claro que hay muchos trabajadores en precario, sin contrato, sin derechos, muriendo en accidentes laborales, pero, con todo, el problema de la mujer trabajadora estriba en que su emancipación es mucho más difícil, por ser eso: mujer y ese es un rasgo de injusticia diferencial que no podemos ignorar. En la trabajadora concurren varios factores que la explotan el triple que a cualquiera y a ellos hay que atender: El estereotipo, la educación recibida, los modelos sociales y que el enemigo de su apertura está bien cerca, la mayoría de las veces: su madre, su padre, su pareja, su hijo, su hija. Hay factores que inciden negativamente en las condiciones laborales pero hay factores que inciden positivamente en las condiciones laborales. Estos factores que inciden positivamente son: el nivel educativo, el retraso en la asunción de las cargas familiares y la integración en una organización sindical, junto con otros trabajadores que aspiran a elevar sus condiciones en el marco de una revolución más general de valores y de organización social. Esto lo afirman los poco sospechosos organismos internacionales. Y debe de ser cierto, puesto que la diferencia salarial, de empleo y tipo de contrato es menor entre el nivel universitario y entre hombres y mujeres, que han demorado su paternidad/maternidad a consolidar su situación profesional, así como entre mujeres y hombres afiliados a sindicatos. De modo que el mensaje es claro para todos: resistir la presión social orientada a la reproducción de modos de vida tradicionales, aumentando el nivel de formación, retrasando el abandono de estudios a causa de las obligaciones familiares, consiguiendo unos servicios comunitarios que sustituyan las ocupaciones tradicionales no remuneradas de las mujeres (E. Infantil, Servicios de Atención a Mayores, ...), para que no se tengan que abandonar trabajos remunerados que son los que generan derechos pasivos y un mejor futuro independiente. Y, cómo no, conseguir que las trabajadoras vean la necesidad y tengan la oportunidad de participar en el sindicato, pegando un empujoncito. Y, para todo ello, hay que vencer obstáculos invisibles, pero muy efectivos, en el mantenimiento de este estado de cosas, año, tras año. Alguno de estos mensajes invisibles es el de hacer sentirse culpables a las trabajadoras por el descenso de la natalidad y hacerles sentir culpables, también, por no dedicarles suficiente tiempo a sus hijos. ¿Cómo se combate esto? Dando datos reales para cambiar concepciones, como por ejemplo, que el tiempo que las mujeres empleadas dedican a sus hijos es de mayor intensidad y calidad y que la menor desigualdad salarial se da en la construcción. O hacer ver que, con sus ingresos, la mujer no es un "complemento" en la economía familiar, sino algo esencial, tal y como evoluciona la estructura familiar y el mercado de trabajo. Poner en evidencia, incluso cómica, situaciones habituales en las que la mujer ingresa su salario, y con él se compra un coche "bueno", innecesario, que sólo conduce el marido. Muchas mujeres viven a dieta por el simple hecho de que sus maridos quieren que estén más delgadas, mientras que ellos no se preocupan en absoluto si a ellas les molesta su barrigón, si les gustan sus pelos de las piernas, si les parece bien que lleven los pantalones caídos o los calcetines blancos con zapatos negros. Y, por raro que parezca, la propia mujer también ha contribuido a estar excluida de la sociedad, ya que ha habido mujeres que, por no enfrentarse, han decidido seguir sometidas al hombre. Han dejado que los hombres decidiesen por ellas y han hecho pensar a las generaciones posteriores de la misma manera. E incluso algunas piensan que realmente son inferiores al hombre y que su destino es estar toda la vida sometidas, y es que la libertad produce vértigo. Lo mismo que también han existido y existen muchos hombres que han contribuido a la emancipación de la mujer, todo hay que decirlo. Un año más, se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, una fecha elegida para nunca olvidar el asesinato de las trabajadoras de Cotton, quemadas vivas cuando, encerradas en su fábrica, reivindicaban la mejora de sus condiciones económicas y sanitarias. Entonces, los sindicatos de hombres no asumieron su lucha, tan solo un reducido número de mujeres feministas las apoyaban desde el exterior y tras el fuerte aldabonazo de ese crimen, aún tardaron mucho en poner en marcha lo que consiguieron estas trabajadoras, después de dar su vida. Tiempo después Clara Zetkin (Secretaria Internacional de Mujeres Socialistas -1907) promovió la celebración del Día de la Mujer Trabajadora el 8 de marzo, exactamente desde 1911. Si una organización de clase no pone en el centro de las reivindicaciones y del apoyo mutuo esta injusticia de las condiciones pésimas de las trabajadoras en el mundo, realizando la tarea de adecuar su actividad y su tarea formativa y divulgativa y hasta el estilo de su imagen, para vencer los obstáculos que las trabajadoras encuentran para incorporarse a la red de apoyo mutuo que supone un sindicato, seguiremos viendo cómo, cada 8 de Marzo, feministas burguesas, herederas de aquella lucha por el sufragio y por el acortamiento de la falda, usurpan y tergiversan el sentido del origen de esta lucha, señalando cómo aumenta el número de políticas, de empresarias y hasta de guardias civiles. El único problema es que, año tras año, se repiten las mismas denuncias, similares exigencias y calcadas declaraciones de la clase política en anuncio de mejoras. Pero casi nada cambia. Nada une al /la anarcosindicalista con toda esta farsa. Esta lucha, desde su origen, tiene este sentido: obrera e internacionalista, colectiva para toda emancipación del yugo del capital y la explotación y por el reparto de la riqueza. La suerte está echada, de nosotros/nosotras depende que nuestra organización sirva para los humanos más explotados: Las trabajadoras. Ese es el reto. El 8 de Marzo no es "cosa de mujeres". El 8 de Marzo es nuestro, ¿De quién si no?
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