El
sistema educativo de nuestro país está siendo sometido a una serie de
transformaciones y cambios que lo han sumido en una continua confusión
que está acabando por volver locos profesores, alumnos y padres. La
LOGSE, el Decreto de las Humanidades, proyecto de LOU, proyecto de Ley
de calidad, normativa sobre promoción, calendario escolar (exámenes de
septiembre no y después si), ¿Qué va a pasar con la selectividad?,
¿Se impondrá una revalida del bachillerato?, etc. Por un lado el
gobierno central y por otro los gobiernos autonómicos.
¿Pero qué son realmente estos
cambios? No son sino cambios aparentes, en los que parece que casi todo
cambia cuando en realidad casi todo sigue igual. No son sino
adaptaciones del sistema educativo a las necesidades del sistema
económico y. político, también un reajuste en -la corriente
neoliberal del presente basada en continuos ajustes presupuestarios y
reducción del gasto público; que se traduce en una reducción de los
recursos públicos destinados a educación (menos presupuesto para los
centros, ajuste de plantillas, menos recursos materiales, etc.) y
aumento de los procesos de privatización justificados desde las
administraciones educativas por la mala calidad de la enseñanza
pública, a su vez motivada por esa reducción en el gasto público en
educación. ¿Y los perjudicados? Pues los de "casi" siempre,
las clases con menos posibilidades socioeconómicas A todo esto se suman
las estadísticas que hablan de un elevado índice de fracaso escolar.
Y toda esta política educativa se
despliega sin ninguna participación por parte de profesores, padres y
alumnos; contando a veces con la connivencia de algunos sindicatos que
viven a la sombra del Estado (subvenciones). Son los técnicos al
servicio de Madrid y de Sevilla los que planifican y organizan.
Con toda esta situación aparece una
idea en la sociedad: "El sistema educativo es un fracaso". Se
alimenta así la espiral de continuos cambios y adaptaciones que no son
sino una cortina de humo que oculta el escaso interés que las distintas
administraciones tienen y muestran tener por una enseñanza pública de
calidad, al servicio de toda la sociedad y no de una minoría.
La tesis que quiero defender es que no
hay tal fracaso del sistema educativo. Los que consideran que la
enseñanza fracasa somos aquellos que pensamos que debería estar al
servicio del desarrollo de las capacidades humanas, del progreso social
hacia una sociedad más justa y libre, donde los derechos humanos sean
algo más que un papel-decreto o teoría política muy bonita que se
vende en las plazas públicas en época de elecciones y en los medios de
comunicación cuando los intereses lo mandan.
El sistema educativo no fracasa porque
no es esa su función. Para el poder establecido (no como una mera
abstracción, sino los grupos de poder financiero y presión ideológica
que convergen en el estado), el sistema educativo tiene unas funciones
que no son precisamente esas que hemos mencionado anteriormente; aunque
las incluyan teóricamente en las disposiciones legales, no son más que
palabras engañosas. La realidad es que las funciones que asignan al
sistema educativo son otras: transmisión de ideología y valores
acordes a los intereses de las clases y grupos dominantes en la
sociedad: selección, clasificación y reproducción social de acuerdo a
los intereses económicos y empresariales; ... para que junto al papel
de los medios de comunicación , formen a personas con poco espíritu
crítico, "domesticadas ideológicamente" (masa social y
pensamiento único; que dan por buenos los valores "oficiales"
(competitividad, individualismo, consumismo, falsa democracia ...), y
luchen por integrarse en la sociedad pero desde esos valores. Aunque
todo ello se disimula muy bien con el desarrollo de estrategias de
voluntariado, apoyo a ONGs, etc., que no son sino camuflajes para
descargar la "mala conciencia" que el propio sistema genera. A
estas alturas que nos van a vender, la pobreza, el subdesarrollo, las
guerras, y todo lo malo que la humanidad (parte de ella para ser más
exactos) ha generado, se terminaban en poco tiempo; pero no pueden
terminarse porque forman parte del propio sistema capitalista. Hay
pobreza porque hay lujo-acumulación; hay guerra porque las guerras son
un negocio; etc.
Y desde esta perspectiva no podemos
hablar de fracaso del sistema educativo, porque estas funciones las
cumple bien, con éxito; la muestra es que cada día la sociedad civil
se muestra más sumisa ante el poder establecido; dando por buena
cualquier cosa; cada vez más impotente para generar movimientos
contracorriente que ilusionen con la posibilidad de construir una
sociedad mejor, más justa, más libre, más igualitaria, ¿La Utopía?
No tanto. Sólo se trata de avanzar por el camino de la democracia, esa
que tanto se nombra desde el poder y esa que a la vez también tanto se
pisotea desde el poder. Avanzar en el camino de la democracia significa
avanzar en el camino de la participación directa del pueblo para
decidir aquellos aspectos que le afectan; pero no esa participación que
aparece en los programas electorales y que no sale del papel sino en
forma de pantomima para entretener a ilusos. La democracia también
significa avanzar en el reparto de los recursos y medios para vivir qué
la sociedad dispone, distribuir la riqueza que la sociedad genera con
equidad y solidaridad; no en forma de pagas sociales no contributivas o
subsidios que apenas dan para mal vivir aunque muy rentables
políticamente pues pueden hacer ganar votos y sirven para tranquilizar
ánimos sociales.
Los que pensamos que la enseñanza
puede servir para avanzar por ese camino no podemos caer en falacias. El
sistema educativo no cambia si no cambia la sociedad. El cambio social y
el cambio educativo tienen que ir de la mano. No es posible una
enseñanza para la verdadera democracia en una sociedad que no es
verdaderamente democrática.
La situación actual es difícil, hay
una inercia o parálisis general. La base social se estructura en todos
los ámbitos en sistemas jerarquizados y ejecutivistas. Y es un sistema
que se retroalimenta, las base social delega y los delegados, alejados
de la base, deciden por todos; lo que lleva a la despreocupación y más
pasividad, aunque también al desengaño, lo que a su vez genera más
pasividad.
La maquinaria social está
prácticamente oxidada, "inmóvil", y son pocos los grupos
sociales que se resisten a esta ley del embudo que lo atrae todo hacia
el centro.
¿Qué hacer? Está claro que la
salida viene por el movimiento de la maquinaria social, pero como
motivar ese movimiento, no bastará con una poca de grasa, habrá que
empujar "un poco" desde los grupos y sectores que todavía no
se ha parado del todo.