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Consumo disgusto S.P. del Comité Nacional El agotamiento del modelo del estado del bienestar y las capacidades del capitalismo convierten al neoliberalismo en un proyecto reaccionario dominante en el orden mundial con el de fin defender e incrementar los privilegios de una minoría, interesado en convencer de que no hay otra alternativa que este modelo donde el mercado -incluso más que el estado- es quien debe atender las propias disfunciones del capitalismo, dinamizando y conduciendo a las empresas a una permanente y rentable actualización. El neoliberalismo (capitalismo) se propone destruir las conquistas de los trabajadores: estabilidad, salarios dignos, protección y neutralización de su organización, para eliminar toda resistencia al libre mercado. El estado se hace fuerte para ello, pero se auto-elimina, una vez se van consiguiendo los hitos neoliberales, para no estorbar en la función. El Estado debe ocuparse de la disciplina de la mano de obra, condenada a salarios raquíticos, y a la represión: un Estado juez y policía, y poco más. De los otros servicios públicos, ya se encargará el mercado, y de la pobreza, que Dios la ampare, si la policía no basta. En su proyecto, los derechos públicos se reducen a dádivas del poder quien se ocupa de la salud y educación públicas como una beneficiencia caritativa. Uno de los factores que más influyen hoy en la pasividad ante la implantación de este régimen económico neoliberal es la capacidad de los actuales medios de comunicación de masas para influir en la opinión pública que, en poder de esa minoría, se encargan de canalizar los pensamientos y actitudes de la gente. Los neoliberales, es decir los capitalistas de siempre, aceptan el juego democrático siempre que puedan domesticar al rebaño y los medios son fundamentales. Así se comprende que partidos que defienden los intereses de la élite ganen las elecciones, siendo votados por trabajadores. Cuando fallan, no dudan en aplicar su método fascista, ya sin disfraces. Las reivindicaciones de la clase trabajadora se centraban antaño en la mejora de las condiciones de trabajo y los sistemas de protección social, entonces se tenía una conciencia muy clara de que ese era el espacio de la confrontación, había patronos, luego había obreros. Hoy la situación ha cambiado y los patronos o capitalistas no solo ven al trabajador como productor de la riqueza que solo ellos disfrutan, sino como consumidor de sus productos dirigidos a los media. De ahí que, además de hacer que los trabajadores y trabajadoras produzcan más con menos coste y disolver su capacidad de organización, logran una gran colaboración de éstos mediante el consumismo. Si en el pasado la clase trabajadora se proponía acceder colectivamente a la riqueza, en la actualidad, desanimada a subvertir este orden de privilegios, se enfrenta individualmente y no colectivamente a la frustración en el acceso a la riqueza, intentando conseguir lo que piensa que se merece y que posee la minoría dominante, adquiriéndolo con su cada vez más exiguo salario, viviendo endeudada, pendiente de mantener un trabajo estable para pagar los plazos de esa quimera. Así, el neoliberalismo cumple un doble objetivo: ampliar el mercado e integrar en su sistema a los que necesitan asegurar el puesto de trabajo y hacer méritos para ascender y de este modo lograr nuevas oportunidades de consumo. Y, desde luego, los medios de comunicación, aquí vuelven a tener el papel principal, en la motivación hacia esa conducta de consumo e integración, cambiando los valores de la clase trabajadora que apreciaba más que ahora el tiempo libre y el ocio y las posibilidades de realización que éste representaba. Este cambio fue introducido desde Estados Unidos, tras las crisis de los años veinte, generalizando la venta a plazos de bienes o servicios antes considerados de lujo. El éxito no se hizo esperar, convirtiendo en necesidad lo accesorio, inaugurando una poderosísima herramienta de sumisión. El enfoque individualista que subyace es fomentado intencionalmente con el fin de disgregar el conjunto para que no se perciba a sí mismo como una mayoría que se atreva a cuestionar el sistema. El propio movimiento obrero o los movimientos sociales son impulsados a fragmentarse en pequeñas organizaciones de tan creciente radicalidad teórica como creciente incapacidad de incidencia real . Hasta tal punto, que las organizaciones se debaten entre dos extremos igualmente útiles para este estado de cosas: o bien la participación en las estructuras, o bien la radicalización del discurso y las formas para así atomizarse y tomar una apariencia vanguardista y sectaria que no tenga ningún atractivo para la clase trabajadora, que no se vea reconocida en ellas. La gente está a años luz de estas ideas y de eso se trata: que la mayoría no se vea como mayoría. Esa mayoría, acoge bien la moneda única, vota al PP, PSOE, PNV,..., y a CCOO, UGT, ELA y piensa que, con la globalización económica, la competitividad y la flexibilización de los mercados, podrá consumir mucho. Confunde bienestar con abundancia individual, desconfía de las mujeres en el mercado de trabajo y de los inmigrantes. Identifica la libertad con el poder elegir lo que quiere comprar, y su necesidad de pertenencia al grupo se satisface con el fútbol o con el estilo de consumo que tiene (música clásica, copla, disco, new age, ..)
El problema de falta de conciencia de clase así generado ¿Cómo se aborda? La idea general es que hemos superado las clases sociales, que todos pertenecemos a la clase media. En los últimos años ha estado muy de moda el asunto del género y de la raza, pero muy poco el de las clases y, cómo no, los medios de comunicación han jugado su papel impulsando ideas falsas, como ejemplo, el tiempo y el espacio dedicado en ellos a la información bursátil, dando la impresión de que todo el mundo invierte en bolsa, que todos somos un poquito capitalistas, cuando no es así. A veces se habla de una clase media trabajadora, de los que tienen casa y una vida decente, que no están viviendo en la pobreza vil, bajo la consideración de que cualquiera que lleve una vida decente es una persona de clase media, ya que consume. Pero, si miramos sus ingresos o su estilo de vida, la cosa cambia y no digamos cómo eso incide en su poder de acceso a los medios de comunicación y de tener sus ideas y sus necesidades representadas. El movimiento obrero consiguió salarios más altos, seguridad social, remuneración por desempleo, .. Aunque todo ello mejoró la existencia de los trabajadores/as, seguimos siendo una clase trabajadora caracterizada por su poco poco poder de decisión sobre el propio trabajo. Esta clase ya no está conformada tópicamente por obreros de mono azul; sino por programadores de ordenador, camareros, etc. .... La clase media es otra cosa, son los propietarios de pequeños negocios, gerentes, supervisores con una autoridad y poder de control intermedios, y, claro, luego están los capitalistas que son cerca del 2 por ciento, en el caso de Estados Unidos. Para identificar cada clase siempre hay que analizar su poder en la economía, en la cultura, en la política. La clase capitalista tiene sus intereses e ideas sobre la organización social y usa su influencia, además de para mover la economía, para conservar su poder de seguir haciéndolo. Emplear los ingresos como indicador de clase falsea la realidad social. Nos hacen creer que nuestra sociedad es básicamente una clase media con algunos ricos a la cabeza (Botín, Koplowitz, Vilallonga..) y algunos pobres en la parte más baja, pero luego vemos que nuestros conocidos están en precario, que, para obtener el mismo ingreso que antes más personas en la familia tiene que trabajar, que trabajamos más horas, que no tenemos tiempo para nuestros hijos, con menor protección social ... y nos preguntamos quién es el, y ya no vale eso de que la clase media está peor por los pobres que chupan el dinero de nuestros impuestos, viviendo de los servicios sociales o los inmigrantes llegando a este país y acaparando los trabajos. Este es el resultado de una estrategia basada en esconder el poder para mantenerlo e inducir la idea de que no hay ningún poder involucrado, sino que éste es el estado natural de las cosas, como si de la fotosíntesis se tratara. Otro argumento contra el sentimiento de clase es el de la movilidad inter-clase, pues, aunque pueda haber alguna, la mayoría no puede cambiar de papel, dado que es precisa una clase trabajadora y integrada por la mayoría porque así está organizada la economía y así se crea la riqueza en esta organización neoliberal. Esa clase capitalista y neoliberal lanza ataques a los sindicatos y a las personas que quieren organizarse en sindicatos. Porque la economía tiene que ser competitiva y ello es objeto de orgullo nacional, pero en realidad es un programa para capitalistas que mueven la economía para hacer dinero mediante la degradación de la calidad de vida de la gente trabajadora, por eso molestan los sindicatos como la CNT. No quieren que se les diga que son criminales por obligar a trabajar sin medidas de seguridad y a destajo, porque los neoliberales tienen demasiado poder que quieren ejercer privada y calladamente, sin supervisión y sin oposición. Y sin nadie que perciba que eso es justamente lo que pasa. Decir eso no es provocar una confrontación. La confrontación de clases ya existe. La ponemos en evidencia para crear conciencia de la misma. Los neoliberales presumen de que su riqueza es producto de su éxito y destreza individual en el mercado, mientras que la pobreza es debida al desaprovechamiento de las oportunidades. Nada más lejos de la realidad, su riqueza no es debida a ellos sino a los que trabajan para ellos, para crear los bienes y servicios que ellos venden. La riqueza es una creación colectiva, sin embargo, la propiedad se está quedando como el único sagrado derecho. Directos a la línea de flotación, los cambios que están introduciendo socavan redes sociales de apoyo mutuo como son los sindicatos ante jornadas más largas y con más presión, disminuyendo la disposición de tiempo para asociarse y defenderse mutuamente. El consumismo es el mandamiento número uno, es uno de los triunfos del capitalismo porque ha conseguido que gastemos todo nuestro tiempo en él: a cualquier hora del día, de la noche, por Internet, en una gran superficie, en el todo a cien, ... Se está instalando una concepción vital donde la felicidad ya no es comprar algo, sino es ir a comprar. Comprar es tan sinónimo de ocio, que el poco tiempo dedicado a los hijos e hijas transcurre por interminables horas en la gran superficie, grabando una asociación entre el consumismo y las sensaciones placenteras que nos recuerdan a papá y mamá. ¿Se puede pedir más en la domesticación para el consumo?. Precariedad y consumo se unen paradójicamente en navidad, pues, desde noviembre hasta enero, la mayoría de las ETTs no dan a basto. Las protagonistas absolutas de la navidad no son las figuras de mazapán, sino las ETTs. Su actividad se incrementa en torno al 25 ó 30 por ciento. Muchas empresas hacen su agosto particular en estas fechas, por ejemplo, Toys R’Us, en Navidad factura el 60% del total anual, aumentando su plantilla en unas dos mil personas. Carrefour suelen contratar unas 9000. La compulsividad de consumo se va advirtiendo en los hábitos de la gente joven, notándose en el del alcohol, que en cuatro años ha incrementado de un 38% a un 51% el número de chicas de entre 15 y 19 años que toman bebidas alcohólicas. La compulsividad y la falta de control en el consumo de otras sustancias no menos adictivas va calando crecientemente en la población juvenil. Si esto no nos afecta, lo que nos va a producir esquizofrenia son las previsiones razonables del gobierno que, por un lado rebajan el crecimiento al 2,4% y recogen también una reducción del empleo (se prevé una tasa de paro del 12,4%), lo que disminuye nuestra capacidad de consumo. Y por otro lado y como consecuencia de la proyectada rebaja del IRPF, más la publicidad, nos están incitando al mismo. El Banco de España recomienda moderar salarios y abandonar las cláusulas de revisión. La negociación salarial, añade, ha de enmarcarse en los niveles de estabilidad de precios a los que se encaminan de nuevo las economías de la zona euro, (2%, frente a una inflación española actual del 3,4%), dicho de otro modo, nos bajan los salarios considerablemente y, como siempre, esa es la única fórmula contra la inflación: poner los salarios a nivel de la inflación europea, pero nosotros vivimos en este país y la inflación ha sido el doble. Rato pide un pacto salarial "en las próximas semanas" para rebajar costes a las empresas y el Gobierno quiere "gestionar una parte del gasto social con criterios de rentabilidad privada". Dan ganas de salir corriendo. Aún hay más, y es que además somos culpables del enfriamiento de la economía por la desaceleración del consumo. Menos mal que todavía hay patriotas y la venta de coches roza un nuevo récord anual tras crecer un 4,1% en noviembre ¡con los vientos que corren! Si quieren incentivar el consumo, no vamos bien, pues la primera decisión del Gobierno ha consistido en subir los impuestos sobre productos básicos para una inmensa mayoría, como gasolinas, gasóleos, el butano y los viajes en tren. Rato dejó claro que con pagar más impuestos no es suficiente. Además, los salarios tienen que moderarse ya que es lo que permitirá a las empresas reducir costes para poder invertir. Sobre la mayor o menor facilidad para llegar a final de mes, una encuesta refleja que una mayoría de hogares (51,8%) tienen entre mucha y alguna dificultad para llegar a fin de mes. El 62,1% se gasta todo lo que gana y no puede ahorrar nada. Y menos mal que aún no hemos suscrito fondos de pensiones privados, porque en Argentina no pueden tocar lo que han robado a manos llenas sus gobernantes por aquello de la propiedad privada, pero el ejecutivo sí que puede ordenar la confiscación de los fondos de pensiones (privados, también) para cubrir su déficit. Para evitar la suspensión de pagos, al menos en diciembre, el ministro de Economía, Cavallo, prevé recaudar más de 2.000 millones de dólares por esta vía: Sirva de aviso a los defensores de la privatización del Sistema de Pensiones. En apenas dos meses, en Estados Unidos se han perdido 800.000 empleos y se estima que las tasas de paro seguirán subiendo en el ejercicio 2002 hasta el tope de 6,5%. Los inversores están preocupados (ningún medio habla de lo preocupados que están los despedidos) porque el menor empleo de ahora, en el futuro inmediato, se traducirá en menor consumo y una mayor debilidad de la economía ¡Siempre el consumo!. En nuestro caso, la estabilidad monetaria exigida para entrar en el euro, ha supuesto despidos masivos, contención salarial, precariedad, ataque a las pensiones y a la sanidad pública. Pero la pesadilla no ha terminado, ya que una vez dentro, los sacrificios para no salirnos y para evitar las sanciones si se incumplen las condiciones monetarias, serán aún mayores. Es verdad que el consumo y dependencia de sustancias que alteran la percepción, la conciencia o la voluntad forman una parte más del sistema de domesticación y también dice un estudio que los consumidores habituales de éxtasis sufren una pérdida significativa de la memoria, especialmente de la memoria inmediata, así que para no perder la memoria de lo que nos traemos entre manos (vivir nuestra emancipación) además de las reivindicaciones laborales, conviene prescindir del deseo de los bienes innecesarios, de lo que nos hace dependientes económica y emocionalmente. Insumisión al neoliberalismo, también es anarcosindicalismo.
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