No es que
gobierno y patronal hayan dado con la tecla para meter a los
"mayoritarios" en vereda en la cuestión de la reforma de la
ley de convenios, es que nunca a los primeros se les pasó realmente por
la cabeza cambiar algo con lo que vienen haciendo el agosto desde
finales de 1977 y principios de 1978, cuando con el crimen de Estado del
incendio del Scala de Barcelona, a cargo de Martín Villa,
consiguieron al fin, por "eliminación" de la CNT, seleccionar
a sus "interlocutores" sindicales idóneos. Hace falta tener
muy poco caletre para imaginar siquiera que patronal y gobierno pudieran
desear prescindir de "maridos" tan complacientes como vienen
siendo desde entonces los "mayoritarios".
Lo que sí vienen deseando desde hace
tiempo patronos y gobernantes es la reedición de la para ellos gloriosa
"era de pactos" que se extendió desde los Pactos de la
Moncloa hasta el último firmado sólo por UGT y patronal en 1986, con
efecto hasta 1987, y ya en otras ocasiones hablamos de cómo, yendo
entonces la cosa de puta a puñetero, CCOO se "mojaba", aquí
sí aquí no, según que el gobierno, entonces socialista, les diera o
no a ellos las mismas prebendas que a UGT.
¡Aquella "gloriosa" era de
pactos! Con ella, se desmanteló el 80% del tejido industrial español,
se puso
a
más de tres millones de obreros de patitas en la calle, se liquidaron
derechos sociales y laborales consolidados, se rebajaron las pensiones y
las prestaciones, se multiplicó la negritud y la precarización del
trabajo y, a mayores, la clase obrera perdió más de un 30% de poder
adquisitivo. ¡Una delicia! ¡Lástima que la clase trabajadora haga
demasiado poco uso de la memoria histórica! Patronos y políticos lo
saben y juegan con ello. El caso es que, en la frontera 86-87, los
trabajadores fueron conscientes (porque lo vivían en sus carnes de
forma inmediata) de la trampa en la que habían caído, cundió el
descontento generalizado, el desprestigio sindical fue muy grande y el
vaciamiento de sindicación obrera fue fulminante. Las acciones de
grupos sectoriales obreros al margen o en contra de los
"mayoritarios" hicieron ver a éstos que las bridas del
control se les iban de las manos y no tuvieron más remedio que asumir
el 14-D del 88 y las huelgas generales de los años siguientes, si bien
para esterilizarlas en una borrachera de palabras puramente encubridoras
de su verdadero papel de colaboracionismo pro capitalista. A partir de
entonces, los "mayoritarios" tuvieron que venir moviéndose en
la cuerda floja: si siguen suscribiendo la política de pactos, a lo que
les insta patronal y gobierno, terminan de perder la poca afiliación
sindical que les queda y ya su "autoridad" ni siquiera de
forma va a mantenerse. Pero, si no la suscriben, corren el riesgo de
perder su reconocimiento patronal de "interlocutores únicos"
y, con ello, sus milmillonarias prebendas que les permiten la pura
subsistencia. Se tienen, pues, que mover dentro de una doble coacción.
Un ejemplo manifiesto de esa duplicidad transparece en la paridura de la
PSP, la Plataforma Sindical Prioritaria, con que CCOO y UGT quieren
responder, en 1989-90, a las consecuencias del 14-D y a las pretensiones
guberno-patronales de una regularización de la concertación. Son los
años en que empieza a manifestarse fuerte la presión liberalizadora y
privatizadora de la nueva estrategia capitalista, y, por eso, no
extraña que, con gobierno socialista, de los 20 puntos de la PSP, once
tengan al Estado como interlocutor referente exclusivo, y la casi
totalidad de los otros nueve requiera su presencia como garante
jurídico. En esa política de "yenca" ( derecha, derecha,
izquierda, izquierda, un pasito adelante, un, dos, tres, un pasito
p´atrás), de aparentar lo que no se es, vienen debatiéndose los
"mayoritarios" y tragando cuatro reformas laborales a cual
peor. Pero Patronal y Gobierno se sienten y se saben fuertes y se
deciden a jugar fuerte para deshacer la ambigüedad: ¡hay que ir al
pacto social!. ¿Que no lo quieres porque quedas con el culo al aire
ante la clase obrera? Pues desectorializo los convenios, los llevo al
marco de la empresa, con lo que vuestra condición de
"interlocutores únicos" queda seriamente comprometida. ¿Que
sigues sin quererlo?, pues te lo impongo. Esta fue la falsa amenaza con
la boca chica, para propiciar el forcejeo y dar con ello lugar y valor a
la intervención del "hombre bueno" (aquí, como en los
"interrogatorios" de comisaría, el funcionario malo y el
bueno). Y ¿quién diría que es él? Nada menos que la Patronal, el
mismísimo Cuevas, este hombre que tiene tanta comprensión para la
causa trabajadora. Sí señor, él en persona: "¿qué sabe
Josemari de convenios. Aparca, aparca, amigo, esa imposición
gubernamental y déjanos a nosotros que somos los que estamos en el
cotarro". Pero eso sí, compañeros dialogantes
"mayoritarios", no vale sólo un convenio, hay que ir más
allá, a las arterias generales, que dejen bien regado el campo de los
salarios, de la jornada, de las prestaciones, de los comportamientos...
todo, todo a la baja y en calma, queridos interlocutores, mucha calma,
calma chicha. Paz, paz social y a callar, y dejémoslo bien amarradito
en un Pacto Interconfederal, que, si fuera el caso (ya se andará) dure
más de un año. Así Cuevas, y los "mayoritarios",
alborozados, claman ¡bravo!, ¡bravo!, "¡hemos vencido al
gobierno!". ¡Serán lelos!....( En un aparte, Cuevas a Aznar, por
lo bajines: "¡tragaron Chemari!, los tenemos en el saco. Y ya, de
paso y como segunda parte, eso de superávit en la Seguridad Social
pásalo a inversiones patronales, y muy bien por esa disminución de la
presión fiscal a las empresas. Ya sabes, lo tuyo es lo mío"). O
sea, que la historia que empezó en los Pactos de la Moncloa sigue con
los mismos actores y comparsas... y con los mismos nefastos resultados
para la clase obrera.

Redacción