El triunfo del hombre |
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S ólamente han transcurrido nueve meses de este siglo XXI y, los capitalistas han sufrido una de las más grandes humillaciones de su historia, además de un golpe psicológico de] que nunca se recuperarán por mucho que lo quieran disimular con su predominio económico. «Torres más altas han caído».En realidad, no ha sido un ataque ni contra los EE.UU. -donde muchos pobres también están hartos de la desmedida explotación a la que les tiene sometido el capitalismo-, ni contra la democracia, ni contra occidente, ni contra el mundo civilizado, ni contra todos, como dijo por la caja de agilipoyar personas, muy preocupado por las víctimas del suceso, el impresentable Aznar, un representante del capitalismo salvaje a la vez que de un Estado que se dedica a vender armas a otros países para que sus hombres se maten entre sí. Fue un ataque contra el centro neurálgico del dinero en general y contra los gobernantes de los EE.UU. en particular. La caída de los dos estandartes falocráticos del capitalismo deshumanizado supone el triunfo del hombre sobre la tecnología; el triunfo de las ideologías -con grandes dosis de fanatismo o sin élpor encima de la computadora; el triunfo de la filosofía -nihilismo sobre la ciencia; pero es más, el triunfo de una acción individual sobre un poderoso Estado organizado. Un Estado que nos ha regalado un nuevo invento: la globalización. Quizás por eso se especula sobre una amenaza global. Pero ¿Hablan de esto preocupados porque la acción terrorista se pueda repetir en cualquier lugar del mundo contra otro símbolo del dinero, o porque en el transcurso de la misma puedan morir personas que hacen su trabajo al margen de la política internacional de sus gobiernos? A la vista de los pocos esfuerzos y de la falta de ideas para salvar a las personas que asomaban por los cristales rotos de las torres gemelas -algunos soñábamos con helicópteros militares tirando cables desde el cielo-, nos parece que no es el material humano implicado en el mundo del trabajo lo que más importó al gobierno de los EE.UU. , sino su propia seguridad y sobre todo la de su presidente. Lo peor es que, a la vista de los comportamientos de los gobernantes de todo el mundo, parece que lo que más interesa es organizarse contra el terrorismo, olvidándose de que la mayoría de personas razonables de esta «aldea global» desean escuchar de una vez por todas, de la boca de los políticos, las medidas que van a tomar a partir de ahora para que la vida que llevamos sea de tal manera que a nadie se le pase por la cabeza realizar actos terroristas, acciones que en la mayoría de las ocasiones no son sólo producto del fanatismo, sino de la impotencia y la desesperación. La solución no está en defenderse del terrorismo con una alianza mundial o con escudos antimisiles, sino en procurar que nadie sienta la necesidad de convertirse en un terrorista más. La existencia de estas acciones es tan inquietante que la mayoría de los mortales se ha preguntado ya ¿qué han hecho los EE.UU. para merecer esto?, reflexión que aún no habrá hecho el gobierno de ese poderoso país, porque su prepotencia y su ceguera política no se lo permitirá. Una ceguera encarnada en su presidente Bush, un personajillo al que -a la vista de sus declaraciones- se le nota el haberse empapado de películas como «La hormiga atómica» donde el «bien» vencía siempre al «mal». Un presidente de un estado tan poderoso viviendo de reminiscencias de la niñez. Quizás lo que Bush y su gobierno no han visto nunca detenida y reflexivamente, han sido películas como «Guillermo Tell». Sí estamos seguros, sin embargo, de que la inteligencia -por llamarla de alguna manera- americana, no sabe hasta dónde puede llegar una persona impregnada de sus propias convicciones. Los EE.UU se gobernarían mejor solos, con la inteligencia que le falta a su actual presidente, claro que tampoco sus antecesores la tuvieron. Estos gobernantes están perdidos en su vieja y mal oliente filosofía de guerra, un tipo de pensamiento que va a intentar solucionar el problema invirtiendo muchos miles de millones de dólares en una operación militar que, a parte de justificar muchos gastos injustificables, acabará con la vida de muchos inocentes, empeorando con ello las relaciones con otros pueblos inmersos en la más grande de las miserias. A nosotros esto no nos sorprende, no esperamos la reacción de unos políticos sesudos que tomen medidas encaminadas a solucionar los problemas de todos, sino la de unos políticos tozudos que, una vez más, lucharán irracionalmente para defender los intereses económicos de unos pocos, además de su orgullo, porque éste si que ha quedado bastante herido. El terrorismo más terrible y menos justificable, el del Estado, está servido. Que vuestro Dios os pille confesados, porque además parece inevitable que las represalias -muchos las están esperando deseosos- llegarán con el apoyo de todos los gobiernos de la alianza, quienes en su larga existencia no han movido un dedo en beneficio de los más necesitados. Además, en todo este revuelo se da una paradoja, y es que se escucha demasiado una demanda de solidaridad para un país como EE.UU que ha caminado solo durante casi siglo y medio, pisoteando los derechos más elementales de cualquiera que se encontrara a su paso. Es posible que la solidaridad que haya que prestar a los EE.UU, sea la de ayudarles a comprender que no deben cometer ninguna barbaridad más e involucrarse en un proceso de paz para solucionar estas cuestiones, un proceso que debería ir seguido del abandono inmediato de la explotación de los pueblos. Sin embargo, lo más paradójico es el repentino humanismo. De inmediato todo el mundo habla de las víctimas intentando enternecer el alma de una población occidental que está hastiada de comprobar cómo infinidad de niños, en todo el mundo, mueren de hambre o de explotación, como infinidad de obreros mueren todos los años de esa enfermedad fatal que se llama trabajo, cómo infinidad de enfermos mueren en sus casas esperando que les llegue un turno que nunca les llegó, como infinidad de personas mueren en las cárceles, como algunas personas mueren en las manifestaciones por los disparos de la policía o simplemente de un brutal puñetazo al ofrecer un panfleto contra la reforma laboral -Emilio Mejías, vivo en nuestros corazones-. Pero claro, estos son los desheredados, son personas que posiblemente no tengan familia porque nadie sale llorándoles por la caja celestial, y es que a la familia ya se la mataron. No nos quedan lágrimas para llorar a más muertos. Pero no todo queda aquí, también se dice que este acontecimiento abre la peor crisis a la que se enfrenta la Humanidad desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Pensamos que quienes afirman estas cosas no se han sentido nunca trabajadores, porque los trabajadores durante siglos y siglos hemos estado en crisis sin nadie que nos venga a echar una mano. Deducimos que a los trabajadores no se les considera humanos ¿Estará formada la Humanidad solamente por los que viven sin dar ni golpe, explotando a los demás? Mantengámonos al margen de los acontecimientos: los trabajadores a trabajar, los gobernantes a solucionar los problemas propios de su cargo, y, si no saben, que se apunten al paro. Mantengámonos al margen o de lo contrario terminaremos siendo víctimas -como las de Nueva York y Washington- de las decisiones irracionales de nuestros gobernantes y de nuestros capitalistas. Unos gobernantes absolutamente incapaces, incapaces, incapaces, incapaces, incapaces, incapaces de resolver los problemas del terrorismo, del paro, de la sanidad pública, de la salud pública en materia de alimentación, de la educación, de la evasión de capitales en manos de la Banca, de los accidentes laborales, de gran parte de los muertos en las carreteras, de la contaminación del aire, de los vertidos en los ríos, de la contaminación acústica, del enchufismo desmedido, del robo institucional izado, de la mendicidad, de la prostitución, del tráfico de drogas, de los vertidos al mar, de los incendios forestales, de la matanza indiscriminada de animales, del crimen organizado, de las mafias que trafican con personas y, un largo etc. ¿gobiernos/para qué? ¿para la explotación? No nos toquéis más la moral con el humanismo, también se nos ha terminado. MORALEJA: Cuando llegues a un estado de suficiencia y de poder total, no presumas ante los demás erigiendo tu falo en medio de la civilización, y, si lo haces, por lo menos que no escupa a los demás, porque es posible que alguien se sienta humillado y vea su inteligencia insultada, y entonces es posible que le dé por volar con una cuchilla en la boca para terminar con tamaño estandarte. Definitivamente al capitalismo le han cortado el falo. Hylotrupes |