EDITORIAL |
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¿ De qué se trata ? |
Redacción |
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El 11 de septiembre de
2001 es realmente una fecha crucial que marca un antes y un después.
Pero tal valoración es susceptible de hacerse desde diferentes puntos
de vista, incluso desde puntos de vista opuestos. Alguien, y no
precisamente un lerdo, espectador directo de los sucesos de la Torres
Gemelas en el momento mismo en que sucedían, prorrumpió: "¡ese
cabrón de Bush! ¡lo hizo él!". Y no era a humo de pajas la
expresión, aunque errase en la materialidad presente de los hechos,
pues fue el trance casi como un regalo político hecho al personaje de
la Casa Blanca y al sistema que representa, porque les permitía, con
una gran ventaja, poner en marcha el dispositivo de una estrategia que
más pronto o más tarde se verían obligados a emprender. Y, de este
modo, lo hacían con un mínimo coste material, incluso humano, para la
envergadura de la empresa, y con más de un 90% favorable de la opinión
pública, apenas sin políticamente despeinarse. Teniendo detrás muchos
cientos de millones de corazones encogidos por toda la parafernalia de
lo singularmente catastrófico, era uno de los momentos oportunos para
adelantar la activación de un mecanismo de defensa del sistema, al
permitirles cumplir esa finalidad con nombre supuesto, es decir, con un
lema trucado: "cruzada contra el terrorismo". Es aquí donde
parece claro que los autores de la brutal acción habían sido, en ello,
guiados más por el emocionalismo visceral que por la fría reflexión,
porque se les daban, con ello, a Bush y al sistema globalmente
considerado la posibilidad gratuita de conseguir la satanización
universal del "terrorismo", como estrategia y como término;
inmediatamente después, la de hacer aparecer su debelación como
"justicia infinita".Mas, como esta formulación fue
desaconsejada por los especialistas en guerra psicológica, en razón de
ser en exceso abstracta y poco activadora de la víscera, se llegó a la
verdaderamente apropiada para el caso, "libertad duradera",
que remitía mejor a "occidente libre", de forma que defender
a occidente deba entenderse como defensa de la libertad, pero, Se irá, así, haciendo cada vez más claro para todos que la movida emblematizada como "cruzada internacional antiterrorista" constituye, en realidad, la estrategia promovida por afianzar como definitivo, inquebrantable y por lo tanto como "fin de la historia", el sistema capitalista, y, con él, el sistema de las clases que lo integran. Los corolarios que de ello se derivarían podrían ser: - Por un lado, se confirma que una estrategia de ese tipo sólo puede emprenderse en un mundo en trance de globalización, y, por otro, como definitivo afianzamiento de tal proceso. - Dentro de ese proceso y como garantía del mismo, la amplia "alianza antiterrorista" tiene por misión tranquilizar a las clases dominantes en los Estados, en el sentido de que, aparte los obligados cambios formales, su papel de predominio social y político queda asegurado dentro del trance de mundialización. Y tranquilizar, igualmente, a esas clases respecto de que, aunque cambie la función de los mismos, la estructura de los estados se mantendrá, y, con ello, su predominio en los niveles locales, territoriales y nacionales. - Consecuentemente con esto y para seguridad de las clases dominantes in situ, con la nueva calificación de "terrorismo", todas las luchas de identidad quedarán criminalizadas en primer grado y de forma universal. - Va, así, apareciendo claro que la declaración de "peligro universal" del terrorismo y la consciente exageración mediática del mismo a efectos psicológicos son argumentos encubridores para justificar la creación de un dispositivo y una estrategia universal de aniquilación de los instrumentos de lucha universal contra el capitalismo, pues sabe muy bien el capitalismo que la globalización política y económica que él fomenta trae NECESARIAMENTE consigo la globalización organizada y estructurada de las luchas anticapitalistas. Las experiencias de las pasadas cumbres antiglobalizadoras les dan profundas instrucciones sobre ello. Por eso, lo que, de momento, están haciendo con la "cruzada antiterrorista" es, simplemente, después de abonado el campo con una campaña de intoxicación que no es sino un capítulo de la guerra psicológica, proceder a la preparación del terreno para la culpabilización satanizada de las luchas anticapitalistas por el sencillo expediente de cualificar como "terrorista" las eventuales violencias que en esos enfrentamientos se produzcan, y por la arbitraria definición de que es "terrorismo" todo acto de subversión del Estado. Y, en este sentido, encontramos aquí mismo, en España, confirmaciones sobradas de lo que ya ni siquiera se encubre: declaraciones patentes del presidente Aznar, adecuación de los instrumentos de represión a ese proceso (CESID hacia CNI) y las explícitas declaraciones del Almirante Moreno Barberá en el Congreso de los diputados : el ejército está para repeler "cualquier amenaza para la supervivencia del Estado". La clase obrera debe saber sacar las oportunas consecuencias de todo ello. |