Cambiar el mundo sin votar (ni tomar el poder)

Martín Echenbaum

¿Por qué es tan fácil acostumbrarse a lo que es, a lo que existe, a lo dado como lo único real y posible, y por qué es tan difícil imaginarse y luchar por lo que debería ser?

Qué pasa con nosotros que todavía respetamos a los hijos de puta que liquidaron a este país, qué pasa que otra vez los vamos a votar, compramos los diarios y miramos televisión. Qué pasa que seguimos confiando. Y me parece que seguimos confiando porque lo otro es crear algo nuevo, que confronte la lógica capitalista. Y parece que provoca mucho temor cambiar el modo en que uno vivió toda su vida.

Esto que viene a continuación no pretende constituir un nuevo dogmatismo. Pero va a ser difícil que no se entienda así.

Ciertas veces me pregunto cómo será que, finalmente, algún día, el capitalismo caiga definitivamente como sistema de producción y modo de vida, a manos de un nuevo sistema que, quizás, sea el socialismo.

No creo, como casi toda la izquierda, que las leyes de la historia estén escritas de antemano, y que nuestro paso por la vida sea una mera ejecución de lo ya estipulado. No lo creo porque significaría tomar parte de la misma lógica del sistema, de saberes dogmáticos que establecen leyes universales a desplegarse en la historia.

No creo, por tanto, que la superación del capitalismo se dará cuando este sistema asesino logre matar de hambre o de humillación al noventa por ciento del planeta, lo que quizás provocaría un "salto de conciencia" de las masas oprimidas, y no creo que haya que preparar una vanguardia revolucionaria que ilumine a las masas hasta entonces.

También me resulta difícil creer que el final del capitalismo se acercará mediante la vía electoral. ¿Es posible que el capitalismo pueda ser superado en los términos que el mismo sistema impone, con sus reglas y límites?

Las ilusiones crecen en las cabezas de muchos cuando hablan de un "giro a la izquierda" de América Latina, a partir de las elecciones de Venezuela, Brasil, Ecuador y Bolivia, que consagraron a Hugo Chavez, Lula, Lucio Gutierrez y Evo Morales. Provoca esperanza la oportunidad de derrotar al neoliberalismo, una vez que fuerzas de izquierda o progresistas acceden al poder estatal. Y aquí es donde me pregunto si estas esperanzas son o serán algo más que ilusiones derrochadas en conversaciones de café.

Dudo, porque, nuevamente, se plantea la necesidad de "confiar" en un líder o en una fuerza política que, una vez que ha llegado arriba, podrá derramar el bienestar sobre las masas.

Me pregunto incluso si podrán hacerlo. Este nuevo "eje del bien" latinoamericano se hace cargo, o al menos intentará hacerlo, de Estados empobrecidos que están en manos de mafias y grupos económicos de enorme poder, ligados, en gran medida, al poderío imperial (ista) de Estados Unidos.

Aquí hay una cuestión: ¿este "eje" ha tomado realmente "el poder"? ¿manejar el Estado es tomar el poder? Porque, si bien parece importante manejar las cuentas del Estado, disminuye mucho su importancia y autonomía frente a las imposiciones del mercado mundial, que a cada minuto toma decisiones que pueden hacer caer economías y hasta gobiernos.

La verdad, es preferible que gobiernen Lula, Chavez y Evo Morales que cualquier neoliberal. Y quizás ellos hasta mejoren sensiblemente la vida de sus compatriotas. Pero cualquier "límite" que puedan poner a las exigencias del FMI, el G-7 y el Banco Mundial será poco para paliar la dramática situación de pobreza y desocupación que provoca el capitalismo. ¿Pueden tres o cuatro gobernantes latinoamericanos cambiar la historia? Me dirán que están apoyados por las masas, y yo me pregunto cuánto está dispuesta a dar esa población por sus gobernantes y sus proyectos. Sin movilización y presión popular sólo presionan lo poderosos y lo único que queda es rezar para que el "lider" cumpla lo prometido. Si no, recordar a Perón y el "cerco" que lo llevaba a la derecha, mientras el general nos llevaba a la patria socialista.

Mientras tanto, aquí, en Argentina, todavía muchos de los que se dicen estar por la transformación van a participar de todas formas de la interna peronista-radical del 27 de abril. Para ellos, no vale la pena pelear por la consigna que abre el campo de la transformación, el "Que se vayan todos".

Es que justamente el "que se vayan todos" es la esperanza de una real transformación, que confronte con la lógica del sistema. Esta creencia es nada menos que la ilusión de y la pelea por mantener en suspenso la posibilidad de articular cualquier representación hegemónica hasta tanto sea posible construir un modo no representativo de la política y la vida.

No es este un mensaje de pesimismo o resignación. Se trata simplemente de creer que el camino para derrotar al capitalismo no está en la espera pasiva de la agudización de las contradicciones ni en la vía electoral que, por supuesto, si para algo sirviera ya hubiera sido prohibida. ¿Se trata esta situación latinoamericana de un verdadero "salto de conciencia de las masas" que las ha corrido hacia la izquierda? ¿o no es más que un resultado de la volatilidad electoral, del marketing político, que hoy es izquierda y mañana derecha?

Esa es la diferencia. Estamos hablando de un electorado que deposita su confianza en un gobernante. Nada más homogeneizante y verticalista.

Prefiero que creer que el camino para derrotar a este sistema es otro. Me imagino que el capitalismo dejará de existir como tal cuando dejemos de creer en él, cuando vivamos de otra manera. Dejará de existir cuando todos los que hablamos de socialismo como una utopía empecemos a vivirlo y hacerlo realidad hoy, como se pueda y se quiera.

Digo, hay asambleas, movimientos piqueteros, microemprendimientos y proyectos de diverso tipo que, desde su organización, contenidos y propuestas, parecen ser espacios de, al menos, construcción de socialismo. Creo que sería importante alentarlos y crear muchos más.

Creo que poco podrán hacer los medios, los gobiernos y los mercados para apuntalar este sistema cuando ya nadie crea en él, cuando el socialismo sea la forma de pensar y actuar de los seres humanos.

El problema es querer derrotar al capitalismo en sus propios términos, bajo sus leyes y sus modos de entender el mundo. Entonces el fracaso (ojo, va sin dogmas) estará asegurado

Fuente Cono Sur

 Arriba lucha antifascista